Dentro de dos años, Rusia estará exhausta a causa del conflicto con Ucrania. Ya no dispondrá de recursos financieros ni humanos para continuar la guerra. En la actualidad, esta guerra se financia con la exportación de petróleo ruso, a pesar de que, en teoría, está prohibida. De hecho, el petróleo se vende en su mayor parte a India, que lo refina y lo revende en forma de gasolina a los países de la Unión Europea. Este circuito de contrabando arregla las cosas tanto a los compradores como a los vendedores. Es deplorable, porque es la principal fuente que permite a Putin financiar su guerra. Pero dentro de dos años, los métodos de producción de energía en Occidente habrán evolucionado lo suficiente como para que el petróleo ruso ya no sea necesario. Y hay que considerar también la posibilidad de que India y otros intermediarios tengan sentido común y se unan al bando occidental.

¿Cuál es el otro recurso que escaseará dentro de dos años? Los recursos humanos. En la actualidad, casi todos los soldados rusos que participan en la guerra contra Ucrania no son reclutados en la Rusia europea, sino en las provincias lejanas de Asia Central. En estas regiones pobres, los jóvenes acceden a dejarse matar a cambio de una pequeña remuneración. Este exterminio de las etnias asiáticas no puede durar más de dos años, porque estos pueblos son minúsculos y cada vez tienen más claro que la guerra en Ucrania conduce a su exterminio. ¿Quién tomará el relevo de estas minorías étnicas? Los rusos de Europa desde luego que no. Además, Putin no se atrevería; sabe que su popularidad depende del consentimiento pasivo de esta Rusia europea. En Moscú, la apariencia de normalidad se mantiene gracias a la ausencia de reclutamiento; en el momento en que este se anuncie, Moscú abandonará a Putin.

«Es vital que los países de la OTAN mantengan el rumbo inteligente: apoyar a Ucrania sin aventurarse más allá de sus fronteras».

Dos años: ese es el cálculo de los economistas y de los servicios de espionaje de las potencias aliadas que apoyan a Ucrania. La pregunta clave es si los países de la OTAN serán capaces de resistir en esta guerra de desgaste. En Europa del Este no puede haber dudas, ya que Polonia y los países bálticos saben que, si Ucrania es invadida, serían las siguientes víctimas. Alemania también debería resistir, aunque solo sea para enaltecer su legitimidad moral ante el mundo. Creo que lo mismo es válido para España. Francia no debería abandonar a Ucrania, teniendo en cuenta lo deseoso que está su Gobierno de desempeñar un papel diplomático y militar central. Luego está Estados Unidos, donde las próximas elecciones presidenciales auguran un futuro incierto. ¿Abandonará Trump a Ucrania si resulta elegido? Esto da por hecho que será elegido y que tomará una decisión. Recordemos que, durante su anterior mandato, Trump pronunció muchos discursos, pero nunca decidió nada. Por lo tanto, es concebible que, si fuera reelegido, su pereza natural le llevara a continuar las políticas de su predecesor. ¿Y el Sur global? India, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí y China, que hasta ahora han apoyado a Rusia o se han negado a tomar partido, son meros espectadores en este asunto; su influencia en el resultado del conflicto no será decisiva. Así que apostemos por que el Sur global se una al vencedor, sea el que sea, y será la OTAN.

¿Cómo acabará Putin al final del conflicto que habrá perdido? El mejor de los escenarios sería que Rusia encontrara un nuevo Gorbachov que iniciara reformas democráticas y económicas y la acercara a la Unión Europea. Otra hipótesis es que Putin fuera sustituido por un dictador militar que resultara aún más beligerante que él. Pero lo dudo, porque cualquier dictador se encontraría en la misma situación que Putin, sin recursos y sin hombres. El peor escenario posible es el del apocalipsis. ¿Podría Putin hacer que el mundo desapareciera al desaparecer él? Teóricamente es posible, teniendo en cuenta su arsenal nuclear. No debemos creer que, en Rusia, en Estados Unidos, o en Francia, un hombre en solitario, aunque sea un dictador, puede apretar un botón y desencadenar una explosión nuclear. El uso de esta arma definitiva exige el consentimiento de una larga cadena de mando. En el caso ruso, si Putin apretara un botón, es previsible que este sea desconectado. El escenario apocalíptico que Putin blandirá a medida que vaya perdiendo terreno es un farol.

Si aceptamos el razonamiento anterior, es decisivo que los países de la OTAN mantengan el rumbo inteligente que han adoptado desde la invasión rusa: apoyar a Ucrania sin aventurarse más allá de sus fronteras. Por una vez, los aliados occidentales no han vacilado, como ocurrió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial: habría sido posible detener a Hitler ya en 1938. Sin duda, el recuerdo de la mediocridad de la clase política y militar europea de aquella época ha desempeñado un papel decisivo para no repetir con Putin el mismo error que cometieron con Hitler.

¿Debo mencionar a la opinión pública? Una guerra solo dura si la opinión pública se une a ella y acepta determinados sacrificios. Hoy estos sacrificios son a la vez reales e invisibles, tanto en Europa como en Estados Unidos. Acumulamos deudas que habrá que devolver. Esta carga es aún casi imperceptible y lo seguirá siendo dos años más. Después de estos dos años, tendremos que hacer cuentas. Por un lado, deberemos evaluar lo que nos ha costado esta guerra y, por otro, lo que nos ha aportado: la desaparición de un enemigo imprevisible como Putin y una victoria para la democracia liberal. Suficiente para hacer que los demás déspotas recapaciten. Por eso debemos mantenernos firmes: dos años. Es lo mínimo a exigir a nuestros conciudadanos. Quizá haga falta explicarles mejor por qué les pedimos estos sacrificios; sería deseable aclarar el coste, la duración y lo que está en juego.

Artículo publicado en el diario ABC de España


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