Ucrania Rusia
AFP

El pasado sábado 8 de julio se cumplieron medio millar de días de la invasión rusa a Ucrania, evento que ha generado un impacto global al marcar un hito en la historia mundial del siglo XXI, como el hecho de mayor efecto en las relaciones políticas, económicas y sociales que transcurren diariamente en el planeta.

Se puede afirmar que desde el inicio de la mal llamada por Putin “operación militar” en febrero de 2022, nadie apostaba por la permanencia del conflicto más allá de 15 días, al ser invadida Ucrania por el segundo ejército más poderoso del mundo, que se creyó el cuento de que tomar Kiev sería una tarea de “coser y cantar”.

Tamaña equivocación del Stalin del siglo XXI al pretender reeditar las invasiones del Ejército Rojo a Hungría en 1956, a Checoslovaquia en 1968, aplastando las ansias de libertad y democracia en esos países de Europa Oriental, entre tanto la Federación Rusa heredera del derrumbe de la URSS a finales del siglo XX y durante el siglo XXI realizó en Moldavia, en Georgia, en Chechenia y en Ucrania, incursiones de diversa índole orientadas a afianzar enclaves fantasmas para garantizar la presencia imperial rusa.

En Moldavia reforzó la permanencia de Transnistria surgida inicialmente en 1992, en Georgia impulsó las republiquetas prorrusas de Abjasia y Osetia del Sur (2007-2008), en Chechenia (1999-2005) aplastó la rebelión separatista para mantenerla en la Federación Rusa y en Ucrania (2014) se anexó Crimea y promovió la secesión del Donetsk y Lugansk.

Como vemos, el apetito imperial del nuevo zar del siglo XXI amenaza con extenderse por toda Europa, soñando invadir Polonia, los países bálticos y tal vez plantarse de nuevo en la Puerta de Brandemburgo en Berlín, como lo hiciera el Ejército Rojo en 1945 al finalizar la II Guerra Mundial.

En esta ocasión, Putin no se imaginó que le saltaría la liebre en Ucrania en 2022, extendida por la solidaridad mundial desatada con ese país, de allí la desesperación del dictador y la cúpula de oligarcas rusos de machacar al pueblo ucraniano hasta su extinción. Al ser la humanidad testigo de los bombardeos implacables en todo el territorio nacional, generando según datos conservadores la muerte de más de 10.000 civiles, entre ellos 500 niños y la destrucción de la infraestructura de todo el país.

Pues bien, a 500 días de tan cruenta invasión los cálculos nos indican que el tiro le ha salido por la culata al tirano Putin, primero, al cohesionarse la OTAN, organismo que ha crecido en su influencia al incorporar a Finlandia y Suecia, y extenderse la frontera con Rusia de un país perteneciente a la Alianza con 1.340 km, como es el caso de Finlandia.

En segundo lugar, Ucrania ha decidido como nación integrarse aún más en torno al gobierno de Zelenski y defenderse ante la agresión rusa, dotando de moral y valores a un ejército dispuesto a expulsar al invasor, quien ha visto multiplicar sus bajas militares en decenas de miles de jóvenes rusos integrantes de las fuerzas armadas y de las milicias Wagner, muertos en una guerra insensata por el capricho de Putin y su cúpula oligarca.

En tercer lugar, el conflicto le permite a Ucrania pavimentar su meta soñada de ingresar a la Unión Europea, y ser considerada como invitada a la OTAN, a ritmo acelerado con la aprobación de los miembros de ambas alianzas.

Finalmente, señala ante el mundo entero el verdadero rostro del tirano ruso, rechazado en múltiples votaciones en la ONU, en eventos internacionales de derechos humanos y ordenada su captura por tráfico de niños por la CPI, este tan solo es halagado como indicara recientemente el expresidente boliviano Tuto Quiroga por los piratas del Caribe: los tiranos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, también integrantes del indeseable grupo de Los hijos de Putin en América Latina junto a Lula da Silva, Alberto Fernández y López Obrador.


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