En las elecciones de 2016 no creía para nada en Trump, lo veía como un payaso excéntrico que jamás ganaría las primarias republicanas, además que, por haber sido demócrata e independiente, no le veía como un genuino representante de los republicanos. Pensaba inicialmente, que, de tener ciudadanía gringa, votaría con el pañuelo en la nariz por la Clinton. Poco a poco la campaña mixta (en el sentido de plataformas de comunicación usadas) de Trump, me fue convenciendo y a la final en el caso hipotético  de haber podido votar lo hubiese hecho sin lugar a dudas por Trump.

Hoy en día la situación es muy diferente. Mi hipotético voto por Trump es indudable. En primer lugar, un voto retrospectivo, de premio por la gran labor realizada como presidente. En segundo, lugar un voto prospectivo, seguro de que la reelección de Trump asegurará un cuatrienio de bonanza económica y de seguridad y orden que tanto necesita la nación norteamericana.

En cuanto a sus logros en la presidencia, cuatro años después de la victoria electoral de Donald Trump, el vaticinado colapso no ha llegado. La economía del país crece a buen ritmo mientras el desempleo está en mínimos históricos (la pandemia es un bache tempora,l en el próximo trimestre se verá una recuperación económica jamás vista) .De cara al mundo, la peculiar lógica del mandatario ha cosechado también algunos éxitos para la geopolítica estadounidense. Todo ello le ha permitido mantener unas cuotas de apoyo sustanciales.

En temas claves, Trump ha mantenido un estándar alto, y en muchos casos donde es conflictivo y polarizador, la realidad es que es una estrategia de vigorización de sus huestes más radicales, como en el caso de inmigración, la realidad es que Obama expulsó a más ilegales que Trump. O en el extravagante problema del muro, en el cual los hechos de Trump son meramente simbólicos, pues en realidad no ha construido nada significativo. Por el contrario, sí  logró un nuevo tratado comercial parala América del Norte, que impulsará fuertemente la economía de los tres países. Es por ello por lo que AMLO se mordió la lengua y tuvo que ir a Washington a reconocer estos hechos.

En cuanto al tema judicial, Trump ha superado las expectativas, Con buena fortuna y fuerza de voluntad política, las estrellas se han alineado para que los conservadores pongan su huella en el Poder Judicial. Trump finalizó 2017 con un importante logro legislativo: una reforma fiscal, prometida en campaña, que reduce drásticamente los impuestos para las empresas y para muchos estadounidenses. Trump puede adjudicarse el cambio más sustancial en la ley fiscal estadounidense en 16 años y haber puesto en efecto el tipo de reducción masiva a los impuestos corporativos que los republicanos habían estado buscando durante décadas. Esto con el indudable efecto dinamizador de la economía estadounidense.

Pero todos estos signos positivos no son la base para mi apoyo incondicional a la reelección de Trump. Se basa en algo más trascendente e imperativo. Las elecciones del 3 de noviembre no serán otra más en la historia de los Estados Unidos de América. En esta elección se juega el destino de la democracia mundial. Los avances que el marxismo cultural logró, con la anuencia del dúo Obama-Biden, la elección de Trump significó un  freno al avance de la deslegitimación del orden democrático a nivel mundial. En reacción el Partido Demócrata se radicalizó y hoy mandan en él los elementos más radicales, incluso comunistas del partido representados por  Alexandria Ocasio, Ilahn Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley. A ellas se suman los precandidatos Sanders y Warren. La izquierda demócrata tiene una tenaza sobre Biden y este no podrá hacer más que seguir al pie de la letra los dictados del marxismo cultural en Estados Unidos. Volverán las amistades peligrosas con los Castro, los ayatolas, el Hezbolá, las FARC y el ELN y la inacción cómplice sobre Venezuela.

Pero esto es poco, lo más grave será la profundización de la cooptación de las instituciones que proclama el marxismo cultural. Las universidades, los medios, los sindicatos y un largo etcétera de instituciones, serán sometidas por la violencia a obedecer los predicados del marxismo cultural. La dictadura comunista de la “supremacía negra” del Black Lives Matter hará perverso el no ser negro comunista, como bien lo dijo el moderado” Biden: “Si tienes un problema decidiendo si estás conmigo o con Trump, no eres negro”. La dictadura marxista de los movimientos homosexuales destruirá la familia, el aborto se convertirá en obligatorio, para poder obtener medios para la salud, haciéndolo práctica común. La presión violenta sobre la sociedad dará que dejemos de poder disfrutar de los clásicos del cine, la literatura, el teatro, sólo se permitirán los que sigan el canon de BLM y los LGTBI,  todo esto hará de la distopia de Orson Wells, un niño de pecho. En el mundo se impondrán los regímenes totalitarios del SSXXI y el totalitarismo de la China de Xi será el regente del mundo.

Esto no es política ficción, se vivió en Suramérica el año pasado y se vive ahora en Estados Unidos, la violencia comunista junto con el marxismo cultural en la supraestructura social, están intentando imponer el marxismo cultural como régimen totalitario mundial. Solamente la reelección de Trump lo impedirá. Felizmente el pueblo norteamericano es amante de la ley y el orden, sigue el modelo de civilización occidental y ante la dictadura opresiva de la opinión pública dominada por el comunismo, forma una mayoría silenciosa que reelegirá a Trump sin problema, salvando la democracia en el mundo.


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