Biden tiene razón cuando dice que la democracia norteamericana está en un punto de inflexión. Y tiene razón en que los MAGA republicanos, con Donald Trump a la cabeza, son la principal amenaza. “No todos los republicanos”, dijo Biden. Ni tampoco todos los que votaron por Trump, también dijo. Pero los MAGA (por Make America Great Again) de Trump son quienes están llevando al partido a su llegadero, son la mayoría de votantes de la organización. Son aupados y nutridos por el discurso autoritario de Trump y de sus aliados en el Congreso, donde no todos están con el expresidente, pero quienes no lo siguen se quedan callados, por temor a perder sus posiciones.

La pelea de la democracia contra el autoritarismo moderno es a veces cuesta arriba. En ocasiones, el liderazgo democrático no es lo suficientemente efectivo para combatir al líder autoritario. Los dirigentes democráticos creen que las reglas del juego son las de siempre y que el autoritario también cree en ellas, o las respetará en lo mínimo. Y no es así. El líder autoritario de ahora, identificado como populista, de izquierda o de derecha, se aprovecha de rendijas que ofrece la legalidad democrática para mientras se esfuerza por resquebrajar las instituciones aparentar que se pliega a ellas. Las va violando progresivamente-y a sus valores- hasta ver si tiene condiciones para actuar más abiertamente. De esa cabuya tenemos un rollo en Venezuela. Estados Unidos está en ese trance con Trump.

La separación de los poderes públicos en Estados Unidos fue estructurada a través de normas escritas en la Constitución y reglamentada luego en leyes. Y todas estas fueron reforzadas por la costumbre, por un modo de ser democrático, una cultura, hasta unos modales, si se quiere. Esto es especialmente importante en un país anglosajón, donde el derecho se practica primordialmente con base en la jurisprudencia, más que en la ley escrita, en las decisiones de los tribunales, influenciadas por el derecho consuetudinario, por costumbres que se van haciendo ley.

Trump comenzó su ruptura contra las normas tradicionales de hacer política desde su primer discurso como precandidato a la presidencia. Allá se enfocó contra los inmigrantes mejicanos, a quienes tildó de drogadictos y violadores de mujeres que entraban a pie por la frontera. Compitió por la nominación del partido republicano al estilo Chávez, insultando a sus adversarios y poniéndoles apodos para disminuirlos. ¿Quién iba a apoyar a Carly Fiorina (una precandidata) con esa cara? ¿O al pequeño Marco (Rubio)?

Durante su campaña y en la presidencia, Trump siguió transgrediendo normas, costumbres y modales de la democracia. Al juez que se ocupó de la demanda de fraude contra su universidad, por la que tuvo que pagar 25 millones de dólares, lo acusó de estar parcializado y sugirió que tenía conflicto de intereses porque era latino. “Ocurre que es, creemos, mexicano. Creo que está bien”, decía del juez federal del distrito Sur de California, Gonzalo Paul Curiel, nacido en el estado de Indiana, hijo de mexicanos. Cuando el juez accedió al arreglo monetario acordado entre las partes, retiró lo dicho, alegando que había sido un buen administrador del arreglo.

Las instituciones funcionan para Trump solo cuando actúan en su beneficio.Si no, no hubiera cantado fraude en las últimas elecciones presidenciales. Tiene en su haber el récord de estar entre los tres únicos presidentes a los cuales el Congreso les ha abierto una investigación (impeachment) con intención de destituirlos, Andrew Johnson (1868), Bill Clinton (1998) y él. Ninguno perdió el juicio en el Senado. Trump obtuvo un récord mayor que el de los otros dos: lo enjuiciaron dos veces (2019 y 2021).

Trump, por otro lado, dejó la presidencia con varios juicios pendientes en los tribunales: uno civil del estado de Nueva York contra la Organización Trump, por presuntas declaraciones de ingresos falsas para adquirir préstamos bancarios y para pedir exenciones de impuestos; tiene un juicio penal en el estado de Georgia, en donde se investiga su presunta intención de alterar el proceso electoral presidencial en ese estado (“consígame los votos que me hacen falta, señor secretario”). La investigación del Departamento de Justicia sobre la insurrección del 6 de enero para impedir la transición pacífica de gobierno a JoeBiden pudiera implicarlo. Ya llamaron a declarar a los abogados de la Casa Blanca del expresidente por esa causa. Y ahora enfrenta una investigación por la retención y manejo irregular de papeles gubernamentales, algunos clasificados como de alta confidencialidad, mantenidos en su club de playa privado y residencia en el estado de Florida, el emergente caso de Mar-a-Lago.

Trump decidió que podía llevarse a su club unos papeles gubernamentales que no le pertenecían, aun cuando fueran de alta sensibilidad para el Estado norteamericano. Entre los materiales incautados por el FBI, distribuidos por varios lugares del club y de su residencia, hay 44 carpetas vacías etiquetadas como de la más alta confidencialidad. ¿Dónde están esos documentos?

Los agentes del FBI han recuperado más de 11.000 papeles gubernamentales, entre los cuales encontraron 103 documentos clasificados. Del material clasificado, 18 documentos se marcaron como ultrasecretos, y un conjunto de ellos tenía el protocolo del sistema de control «ultrasecreto/SCI» (información delicada compartimentada).54 documentos fueron marcados como secretos y 31 fueron marcados como confidenciales.De las 11.000 páginas incautadas, un equipo de filtro del Departamento de Justicia (DJ)reservó 520 páginas como potencialmente sujetas al secreto profesional entre abogado y cliente, que es la situación que alegaron los abogados de Trump para que los tribunales designaran un special master, un instructor especial que garantice que los derechos del expresidente están protegidos, designación aprobada por la juez Aileen Cannon, de Florida, a principios de este mes. (Trump mezcló objetos personales con documentos gubernamentales en una misma caja).

La juez Cannon decidió además que hasta que el instructor especial termine su trabajo de revisión, el DJ no podrá acusar judicialmente a Trump con base en los documentos incautados en el allanamiento de agosto del FBI. Sin embargo, hay más de 700 páginas de documentos clasificados recuperados antes, en enero, por los Archivos Nacionales; grabaciones en video desde junio en el club de playa, donde se ve a personas que entran y salen con cajas del depósito que el DJ pidió que se resguardara porque se determinó que allí había documentos gubernamentales, y la negativa de Trump y sus abogados de que había más documentos confidenciales en su residencia-club. El DJ también puede continuar su investigación con base en entrevistas a personas. No obstante, la juez Cannon, nominada por Trump y aprobada por el Congreso cuando el presidente ya había perdido su reelección, también pedirá al instructor especial que indique si los papeles incautados afectan los privilegios ejecutivos tradicionalmente concedidos a los presidentes, aun siendo Trump un expresidente.

El segundo y último fiscal de Trump, William Barr, un republicano conservador que defendió a Trump en ocasiones clave durante su presidencia, reconoció que nunca se había allanado la residencia de un expresidente de Estados Unidos, pero también que ningún expresidente se había llevado antes a su casa tal cantidad de documentos gubernamentales. Igualmente, dijo que el DJ debía apelar la decisión de la juez y que el Departamento tiene suficientes elementos para tomar la determinación que haya estado buscando, y actuar. El DJ ha reaccionado proponiendo un par de candidatos como posibles special master, mientras también pidió a la juez que el instructor no se ocupe de los documentos confidenciales objeto de la averiguación judicial, porque al detenerse ésta se corren riegos de seguridad nacional. De nuevo, ¿dónde están y quién tiene los papeles ultrasecretos que se encontraban en carpetas hoy vacías descubiertas en el club de playa?

Tump fue un presidente a quien le aburrían las presentaciones diarias de los organismos de inteligencia y se ha dicho que no tenía paciencia para leerse un documento de apenas dos páginas. ¿Qué lo motivó a llevarse más de 11.000 páginas de papeles, muchos de ellos de alta sensibilidad para la seguridad nacional? ¿Qué quería hacer con ellos? Este es el mismo personaje que dijo una vez a los periodistas delante de Putin, en Helsinki, que le creía más al presidente ruso que a sus propias agencias de inteligencia y seguridad.

@LaresFermin


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