Trump
Foto AFP

Desde los tiempos de John F. Kennedy, Estados Unidos no se había visto conmocionado por un fenómeno político como el que ha generado Donald Trump. Con Lyndon B. Johnson, la política volvió a enclaustrarse en los despachos de los políticos de oficio. Funcionarios profesionales, altamente capacitados en el ejercicio de la cosa pública, burócratas del Estado, pero incapaces de remover los sentimientos de los norteamericanos. La dinastía de los Clinton copó el escenario y la victoria de Hillary hubiera consagrado la presencia conservadora del aparato familiar. La cocina en el Salón Oval. Fue lo que el sacudón del exitoso empresario vino a remover hasta sus cimientos.

Ese remezón, caracterizado por el reencuentro de la política con sus bases sociales, es mucho más profundo de lo que deja ver la tormenta política que sacude y atraviesa a la Unión. El enfrentamiento Trump-Biden trae al corazón de Estados Unidos el conflicto entre dictadura y democracia, marxismo y capitalismo que el fin de la guerra pusiera en el congelador y la coexistencia pacífica intentara embalsamar. Es el fin de la era Kennedy, que llevó la política a los plató hollywoodenses y pusiera los destinos de Occidente en los dormitorios de las grandes divas cinematográficas. Una época marcada por la ominosa traición de Kennedy/Marilyn Monroe con los guerreros cubanos que pretendían impedir la más grave y dolorosa tragedia sufrida por el pueblo cubano en sus quinientos años de historias: el triunfo de la tiranía castrista. La trágica renuncia de la política norteamericana a continuar su andadura por la vía de la grandeza.

Trump puso la preocupación por el destino histórico de su nación en las preocupaciones y angustias de sus electores. Y actualizó el enfrentamiento ontológico entre capitalismo y comunismo, izquierdas marxistas y derechas republicanas, en el centro del debate. Trump ha terminado con el complejo imperial y ha sabido resumir en su maravillosa consigna la esencia de sus intenciones: volver a la grandeza tradicional de Estados Unidos.

La respuesta de los demócratas no ha podido ser más cobarde y pusilánime: anteponerle al guerrero implacable un pobre y triste jubilado del apaciguamiento. Precisamente en el momento que exige de parte de Estados Unidos su mayor fiereza y sus mejores armas contra el imperialismo chino, tan desalmado que no trepida en recurrir a las peores y más inaceptables armas biológicas. Imposible no recordar el enfrentamiento de Winston Churchill con Neville Chamberlain. Como entonces, está llegando el momento de la guerra. Frente a Rusia, China y el talibanismo islámico, Occidente no cuenta con otro gran guerrero que no sea Donald Trump. Biden es el Neville Chamberlain de la circunstancia.

@sangarccs


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