Rechazo, por principio, la forma desleal e irresponsable de actuar de John Bolton, exconsejero de Seguridad Nacional del presidente Trump. Sin embargo, considero importante analizar el contenido de su libro titulado La habitación donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca, en particular el capítulo referido a Venezuela. Parece que generará un gran interés en la opinión pública de Estados Unidos y del mundo. Sin lugar a dudas, el autor intenta comprometer la posible reelección de Donald Trump.

Dicho capítulo se inicia con una apreciación con la cual coincido plenamente: “El régimen ilegal de Venezuela, uno de los más opresivos del hemisferio occidental, brindaba una oportunidad al gobierno de Trump, aunque requería una determinación constante de nuestra parte y una presión implacable, y total. No pudimos estar a la altura de ese criterio… El presidente vaciló y cancaneó, lo que exacerbó los desacuerdos internos del gobierno en lugar de resolverlos, e impidió, en reiteradas ocasiones, nuestros esfuerzos de aplicar una política”. En realidad nunca se diseñó una política que favoreciera el retorno de la democracia en Venezuela, solo hubo improvisaciones e intereses personales en pugna.

Ese capítulo plantea, de manera superficial, los dos escenarios que implican el empleo de la fuerza, el cual el gobierno estadounidense ha venido respaldando, con naturales contradicciones internas, en su intento de coadyuvar en el logro de los objetivos de la oposición: “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. El primer escenario, la acción militar interna, domina, en gran parte, su contenido: “Guaidó… fue juramentado como presidente interino. La suerte estaba echada. Al día siguiente, Padrino, ministro de Defensa, y un grupo de generales sostuvieron una conferencia de prensa para declarar su lealtad a Maduro… La oposición creía… que la mayoría de los oficiales subalternos… apoyaban al nuevo gobierno”. Es sorprendente observar el muy limitado conocimiento que demuestra el gobierno de Estados Unidos sobre la real situación de la Fuerza Armada Nacional, en la cual impera un elevado grado de represión interna respaldado por un eficaz servicio de inteligencia, organizado por Cuba, y orientado, fundamentalmente, a determinar, controlar e impedir el surgimiento de un genuino liderazgo que permita cohesionar la organización para una acción militar exitosa.

El segundo escenario, la acción militar multilateral, descartada como se encuentra la intervención unilateral, es analizada en dicho capítulo, de una manera confusa y ligera: «El 15 de agosto surgió el tema de Venezuela y Trump me dijo de manera enfática “Que lo hagan”, es decir, que me deshiciera del régimen de Maduro. “Esta es la quinta vez que lo pido”… Este interés del presidente Trump en analizar opciones militares me sorprendió al inicio, pero no debía haberlo hecho. Ante una pregunta de la prensa, el 11 de agosto de 2017 en Westminster, dijo: “…Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida una posible opción militar si fuera necesario…” Le expliqué  las razones por las cuales la fuerza militar no era la respuesta dada la inevitable oposición del Congreso, y que podíamos alcanzar el mismo objetivo trabajando con los oponentes de Maduro». Realmente preocupa la manera superficial como se trata la posible intervención militar a Venezuela. Son conversaciones, sin mayor sustento ni profundidad, las que se transcriben. Si ese tratamiento se llegara a dar al análisis de una acción que pudiese comprometer la paz mundial, la humanidad estaría en un verdadero peligro.

Si fuera realmente cierto todo lo que manifiesta el señor Bolton en el capítulo sobre Venezuela, habría que llegar a la siguiente conclusión: las posibilidades de que se materialicen las opciones de fuerza, como forma de solución de nuestra grave crisis, se reducen de manera importante. Esta realidad se ha venido consolidando en el tiempo. La propuesta del secretario de Estado, Mike Pompeo, realizada a finales de marzo, de constituir un gobierno de transición entre chavistas y opositores, así lo muestra. Naturalmente, para desgracia de nuestro pueblo, Nicolás Maduro la rechazó. Por otra parte, las recientes sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, en las cuales se suspenden las actuales directivas de Acción Democrática y de Primero Justicia, muestran que la presión sostenida sobre el gobierno de Venezuela no ha sido suficiente para obligarlo a modificar su conducta. En definitiva, la cercanía de las elecciones parlamentarias de diciembre deja a un lado cualquier otra discusión, y obliga a la oposición democrática a definir su respuesta en ese campo. Hay dos posiciones: abstenerse o votar. Ese debate debe darse en el seno de la oposición y la decisión que se tome debería ser de carácter unánime y militante. Hacerlo enriquece. Atacarse entre factores de la oposición debilita. Hay que evitarlo. Está en riesgo el destino de Venezuela.

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