Definitivamente no debemos calificar de políticos sino de truhanes a los que declaran abiertamente la intromisión de Cuba en el Consejo de Ministros. En mi caso, si al desempeñarme como secretario del Consejo de Ministros, hacia el final de la era democrática, se hubiera presentado un hecho similar, yo hubiera procedido a separarme del cargo inmediatamente.

En otro contexto, en el que no observábamos la pudrición institucional de hoy, decidí no estar presente en la segunda investidura presidencial de Carlos Andrés Pérez realizada en el Teatro Teresa Carreño, por la presencia en ese recinto del asesino Fidel Castro.

La patria siente indignación por el silencio atronador de la Fuerza Armada, en la que ni un solo oficial se pronunció contra la afrenta cometida; igualmente calló ante el despropósito de haber reunido en el país al impresentable Foro de Sao Paulo en el propio día de la Democracia. Esto da la medida de los tremedales donde chapotea la claque que secuestró el país.

Fuerzas oscuras han penetrado el país haciendo mucho daño; las mafias aplastan y quiebran sectores. El régimen al admitir en el territorio nacional células de Hezbolá: calificada de organización terrorista por el mundo libre, decidió trascender desde hace rato lo ideológico marxista y formar parte de un conglomerado criminal expansionista, con redes que facilitan el delito y se financian con narcotráfico. Estamos ante una conspiración internacional de gran calado.

La perdición de la usurpación se firmó al atreverse ir en contra de una prioridad hemisférica como es la lucha contra Hezbolá, declarada peligro real inminente  del terrorismo en el continente.

A Juan Guaidó con su gira internacional se le abre el escenario de relanzamiento de una nueva estrategia, el pueblo le expresó en 2019 que se niega a formar parte de un ambiente de normalización y apaciguamiento forzados con elecciones parlamentarias. No pueden realizarse elecciones bajo la égida de mafias que controlan el sistema judicial, las armas, los medios de comunicación y la plata.

No queremos más diálogos y exigimos transparencia en los acuerdos, recursos y gestión del gobierno interino, única vía para acordarnos en una agenda libertaria eficaz. El pueblo se resiste a ser becerreado en opacidad. Los errores se miden en vidas, porque prolongan agonías convertidas en daños irreversibles.

Sigue planteada la salida de una convocatoria de la soberanía popular por parte del primer doliente: la ciudadanía no investida de autoridad. Nos corresponde a los venezolanos decidir, porque estamos persuadidos que la legitimación de la soberanía popular se dará cuando la voluntad popular directamente se exprese.

El futuro no está en transacciones políticas de espaldas al país. La causa nos trasciende y está dirigida a salvar a Venezuela.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!

 


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