Biden
AFP

Joe Biden es el presidente electo de Estados Unidos. Ese es mi criterio. Su triunfo se ha transformado en una realidad política. Obtuvo los 270 votos requeridos, en el Colegio Electoral, para ganar las elecciones. Sin embargo, su adversario, Donald Trump, no ha reconocido su derrota presentando un conjunto de observaciones y presuntas pruebas sobre algunas irregularidades ocurridas durante el proceso electoral, las cuales han sido presentadas ante instituciones jurisdiccionales, que deberán, después de analizarlas con suficiente minuciosidad y sentido jurídico, dictar el correspondiente veredicto. Creo que será favorable a Joe Biden. Sin embargo, tengo fe, por el bien de Estados Unidos y de la democracia, que ese veredicto sea totalmente imparcial, claro y convincente para toda la sociedad estadounidense, a fin de que el próximo presidente de la primera potencia mundial tenga la suficiente legitimidad para poder enfrentar los siempre complejos problemas nacionales e internacionales. De allí que considere de interés analizar someramente el plan de gobierno de Joe Biden para poder determinar su orientación y las, posibles, primeras acciones que tomará tanto nacional como internacionalmente.

En su plan de gobierno, Joe Biden, estableció dos objetivos fundamentales: mejorar la justicia social y enfrentar el racismo. Para alcanzarlos diseñó 4 líneas de acción: la campaña contra el covid-19, la recuperación económica, la equidad racial y la lucha contra el cambio climático. La lucha contra el covid-19 la asumirá mediante la gratuidad de todos los tratamientos. Con respecto a la recuperación económica, su propósito es superar la gigantesca pérdida de puestos de trabajo ocasionada por la pandemia mediante un fuerte incremento del gasto, orientándolo a impulsar la fabricación de equipos médicos. En la lucha contra el cambio climático, se propone invertir 2 billones de dólares, durante 4 años, en proyectos de energía limpia. Esta lucha implicará, además, la creación de estrictas reglas para la conducción de automóviles, la prohibición de nuevas perforaciones petroleras en terrenos federales y el desarrollo del Plan de Energía Limpia 2.0. El gasto para implementar esta lucha provendrá del incremento de la tasa impositiva corporativa al 28%. Por último, perseguirá alcanzar la equidad racial mediante la aplicación del Plan de Equidad Económica Racial, el cual está diseñado para reducir la brecha de riqueza entre norteamericanos blancos y comunidades de color, latinos y asiáticos.

El diseño y conducción de la política exterior de Estados Unidos va a ser, sin lugar a dudas, uno de los grandes retos de Joe Biden. La actitud frontal de Donald Trump comprometió, en mucho, las relaciones con sus más importantes aliados. Reconstruir sus vinculaciones con Europa, en medio del Brexit y la crisis de la OTAN, exigirá de un particular esfuerzo. Disminuir las fuertes tensiones existentes con China, su rival geopolítico, exigirá habilidad y prudencia. La situación en el Medio Oriente es difícil y compleja. El repudio al acuerdo nuclear y el endurecimiento de las sanciones a Irán no ha recibido suficiente apoyo internacional. El ofrecimiento de Joe Biden de adherirse, de nuevo, a ese acuerdo puede afectar negativamente las relaciones con sus dos más cercanos aliados: Israel y Arabia Saudita. Enfrentar el desafío nuclear de Corea del Norte será sumamente difícil. Kim Jong-un mantiene una posición rígida e innegociable. Lograr un acercamiento con Rusia representará otro escollo a superar. Joe Biden impulsó las sanciones en su contra, desde la vicepresidencia, por la anexión de la península de Crimea. Y, no menos importante, lograr que Estados Unidos regrese al Acuerdo de París y a los compromisos internacionales tendrá un importante costo interno.

Las relaciones con la América Latina serán influidas por la visión que tuvo Barack Obama durante su ejercicio presidencial. En un interesante artículo “la doctrina exterior de Obama, en 11 claves”, del periodista Jeffrey Goldberg, publicado en la revista The Atlantic,  mantiene que Barack Obama considera que “evitar la confrontación con la  Venezuela  de Hugo Chávez al principio de su mandato, en el año 2009, y acercarse a Cuba fueron dos acciones positivas al permitir modificar la percepción mantenida por los latinoamericanos sobre los Estados Unidos”. No comparto esta posición. Los gobiernos totalitarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela representan una real amenaza contra los intereses norteamericanos en el hemisferio occidental y la estabilidad de toda la región. Sus preferentes relaciones económicas y políticas con China fortalecerán su presencia en América Latina. Espero que Joe Biden y sus asesores tengan suficiente autonomía para diseñar una política adecuada para nuestro continente que coadyuve en el retorno de la democracia en esos países. Negociar puede ser una alternativa de solución ante el fracaso que ha tenido la confrontación y las sanciones, pero hay que saber y entender que los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela nunca ceden en aspectos fundamentales y que solo buscan siempre ganar tiempo.

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