Desde hace algunos años en el mundo se mide el Índice de Felicidad[1], en el que Venezuela ocupa uno de los últimos lugares. Si se midiera el Índice de Tristeza ¿cuál posición ocuparía? Porque los términos no son exactamente antónimos, pero pueden dar una pista.

La felicidad es un sentimiento de estabilidad emocional, que tiene que ver mucho con una familia amorosa, una comunidad grata, una sensación de seguridad y bienestar, expectativas de vida sana, calidad de las relaciones sociales, grados de libertad, estabilidad laboral y otras circunstancias más o menos estables. La felicidad es la síntesis de muchos factores y procesos favorables. Cuando una persona, una familia o una sociedad es feliz, la tendencia es al optimismo, al emprendimiento, a la solidaridad y a vivir a plenitud en el presente y con seguridad del futuro.

La tristeza es un sentimiento generalmente muy temporal. Es un estado de ánimo o una sensación que tiene que ver con la pérdida de un ser querido, una decepción amorosa, una expectativa no cumplida, es decir, con un evento, o varios, pero las causas de la tristeza no son permanentes, porque entonces se entra en una situación de depresión. Lo contrario de la tristeza es la alegría.

Más allá de estas disquisiciones necesarias para entrar al tema, si Venezuela ocupa uno de los últimos lugares en el Índice de Felicidad, y la tendencia de los últimos años es a bajar aún más, ¿qué decir sobre la tristeza en Venezuela? Quizás la fuente más importante de tristeza en Venezuela, en los últimos años, ha sido la pérdida de un ser querido por efecto de la emigración. Somos muchos los venezolanos que han llorado por el viaje de familiares y amigos. Nuestros terminales de pasajeros y aeropuertos se convirtieron en los lugares donde más lágrimas se han derramado, sintiendo con el corazón arrugado el desgarramiento de la familia y del entorno de las amistades más queridas.

Otra fuente de tristeza es la nostalgia por las significativas pérdidas que han representado, con los cuartos vacíos, los juguetes guardados, la ropa colgada, la tertulia suspendida. Y esa nostalgia instalada que tan duramente golpea, a veces con más lágrimas y otras veces, asomando una sonrisa que viene del recuerdo. Otras fuentes de tristeza son por los muertos en la violencia, los presos y los enfermos. Las pérdidas económicas, el negocito cerrado, la finca abandonada, el trabajo perdido.

Si sumáramos al estado de infelicidad el estado de tristeza, Venezuela alcanzaría una posición que no creo encuentre una palabra que la defina, un concepto. Pero la mayoría de los venezolanos sentimos que no somos felices, y que los períodos de tristeza son largos y frecuentes.

Muchos abrigamos que vengan los momentos de alegría que producirán el retorno de los parientes y los amigos, la libertad de los presos, la recuperación del ingreso y de la esperanza. El solo cambio de este régimen malvado nos producirá explosiones de alegría, pues permitirá iniciar el camino de construir felicidad.

[1] World Happiness Report 2020. Editores: John F. Helliwell, Richard Layard, Jeffrey D. Sachs y Jan-Emmanuel De Neve.


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