Madre niño asesinado Trinidad y Tobago

Como decían los abuelos, “este país que se lo lleve quien lo trajo”, posiblemente muchos se acordarán de este ácido comentario que hoy en día se hace realidad. El crimen cometido por la Guardia Costera trinitaria seguramente quedará impune; pero antes permítanme hacer un comentario sobre el escándalo protagonizado por un octogenario demodé para las nuevas generaciones, trajeado de verde perico a lo Dolce y Gabbana, acorde con la fauna amazónica, para amenizar un ágape en un santuario de la humanidad. Dicho espectáculo reventó las redes, pero no por el daño ambiental y ecológico que ocasionan, las colillas de cigarrillo y corchos de las Moet & Chandon que destaparon a la luz de la fúlgida Luna pemona, sino por las zapatillas Adidas y Crocs que portaban elegantemente muchas de las que fueron parte del jet set precámbrico de cuando se formó el macizo guayanés.

Es increíble que la trivialidad de dicho evento como noticia rosa sobrepase u opaque el asesinato de un venezolano, de un niño en brazos de su madre herida por la metralla cobarde de un guarda costa trinitario, quien en un peñero buscaba la libertad, una mejor vida, como tantos trinitarios que han venido a Venezuela en busca de un mejor futuro, a parir sus hijos en nuestros hospitales, al igual que los guyaneses que hoy nos desprecian.

Así como el coronel Aureliano Buendía no tenía quien le escribiera, el niño Yaelvis Santoyo no tiene quien lo defienda y su muerte seguramente quedará impune, porque para el primer ministro de Trinidad y Tobago, Keith Christopher Rowley, este asesinato no fue delito cuando en un primer comunicado dijo que la Guardia Costera actuó “cumpliendo órdenes razonables y profesionales”, para reafirmar en una segunda declaración “que se habían cumplido todos los protocolos”. Vale la pena preguntarle ¿cuál protocolo? Acaso el de la ley de fuga, disparen primero y averigüen después. Porque ni los Acuerdos de Ginebra, piedra fundamental del Derecho Humanitario Internacional, ni el Derecho Marítimo son fuente del derecho para justificar el crimen cometido por el comandante de la patrullera Cape Class TTS Scarborough 42. Las declaraciones de Rowley, quien no merece el ser llamado señor, recuerda a los criminales en los juicios de Núremberg al justificar sus actuaciones contra los judíos. En otras palabras, los mandos superiores de Trinidad desde la época de Erick Williams nunca han sido amigos de Venezuela. El solo hecho de excusar el ataque armado contra civiles indefensos representa un acto hostil en franca violación al Derecho Humanitario y al Estatuto de Roma en su artículo 3, relativo a ordenes ilícitas emitidas por un superior, sea militar o civil.

Pero la muerte de Yaelvis quedará impune no porque las redes no lo consideran tendencia, ni porque el gobierno de Trinidad considere que no es delito disparar en el mar contra civiles indefensos; sino por algo peor, la indiferencia del gobierno bolivariano ante un hecho tan grave como es el asesinato a sangre fría de un infante; con alevosía al hacer uso de una fuerza superior y en violación al derecho internacional.

La tímida reacción del Ministerio del Poder (im)popular para las Relaciones Exteriores pareciera ser parte de una política sistemática de no conflicto con Trinidad. La nota de protesta presentada es lamentable, fútil e inocua ante tan grave hecho; pareciera que fue redactada por un trinitario o con la intención de pedir excusas por los daños ocasionados. Todavía aparece en las páginas web las denuncias de muchos venezolanos por la falta de asistencia de una exembajadora de Venezuela en la vecina isla, quien se hizo famosa en los carnavales al compartir al ritmo de los steel band sus funciones diplomáticas en la isla.

Cuando se habla de Estado fallido, no es en vano. La defensa de los nacionales es una obligación constitucional. Lo menos que ha podido hacerse es enviar una aeronave a traerse a la madre del niño asesinado y el cuerpo inerte de Yaelvis. El abanico de respuestas diplomáticas tiene múltiples opciones para demostrar el malestar y repudio por los hechos y declaraciones del primer ministro. Se pudo: i) Llamar a consultas al embajador de Venezuela en Trinidad para conocer su opinión y versión de los hechos, en particular de la migración venezolana a la isla; ii) Citar al encargado de negocios de Trinidad en Caracas para expresarle el malestar del gobierno bolivariano iii) Hacer entrega personal de una Nota de Protesta, en los términos más duros que la diplomacia permite. iv) Retardar la presentación de credenciales al nuevo embajador como señal de malestar. En cambio, el ministerio, al contrario de lo que dice y recomienda el “librito” en lugar de arrugarle la cara al primer ministro Rowley, se comprometió a agilizar la presentación de credenciales del nuevo embajador. Pareciera que hay temor de actuar como un Estado soberano en defensa de sus nacionales. Finalmente, cerrando con otro dicho de los abuelos: El que no se da a respetar, no lo respetan.


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