(I-D) Veronika Tsepkalo, Svetlana Tikhanovskaya y Maria Kolesnikova

En psicología, el término déjà-vu (ya visto) o déjà-vecu (ya vivido) se utiliza cuando una persona asegura haber experimentado una situación dada como si la hubiera vivido previamente. La experiencia del déjà-vu suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de “sobrecogimiento”. Esto último es lo que experimenté en las conversaciones con María Shokalo, una joven simpatizante de la resistencia opositora bielorrusa.

Bielorrusia o Belarus, es un pequeño país de 207.595 km2 
con una población de 9,49 millones, de los cuales 80% desciende étnicamente de los denominados rusos blancos. El país fue devastado durante la Segunda Guerra Mundial y durante su reconstrucción, a partir de 1945, fue miembro fundador de la ONU junto con la Unión Soviética, que la ocupó militarmente hasta 1991, año en que se produce su independencia. Alexander Lukashenko es su presidente desde 1994 y ha sido catalogado por la mayoría de los países Europeos como “el último dictador de Europa”. Es un guardián del templo comunista de la antigua URSS y opuesto a las influencias de Occidente que puedan perturbar sus abusos de poder, ha ganado seis elecciones, todas supuestamente fraudulentas, mientras reprime brutalmente a los opositores, encarcelándolos, enviándolos al exilio o asesinándolos.

Desde 1994, el régimen de Lukashenko ha ejercido una fuerte represión contra los dirigentes opositores, siendo especialmente severo después de las elecciones presidenciales de 2010, cuando ordenó detener a cientos de personas durante la dispersión de las protestas y condenó a los líderes de la oposición, incluidos varios candidatos presidenciales, a severas penas de prisión, forzando al exilio a muchos de ellos. La oposición en Bielorrusia está fragmentada, pero parte de ella está unida en una coalición de centro derecha, que incluye al Movimiento por la Libertad, el Partido Civil Unido y el comité organizador para la creación del partido Democracia Cristiana de Biolorrusia. Los líderes de las elecciones de 2020 no forman parte de ninguna de estas organizaciones.

Esto nos remite a lo que han experimentado los venezolanos durante los 21 años de régimen chavista, por lo que consideramos un dramático déjà-vu. Es de hacer notar que Chávez firmó oscuros acuerdos políticos, financieros y militares con “el hermano Lukashenko”, sumados a otros tantos por Maduro, que solo han servido para trasladar cuantiosos fondos disfrazados de pagos por servicios y a un entramado de negocios privados coordinados por operadores de ambos dictadores.

Chávez y Lukashenko en marzo del 2010, tras la firma de la alianza estratégica entre
los dos países, incluyendo acuerdos financieros y militares

Tres mujeres y un rumbo trazado en 15 minutos

El 9 de agosto se celebraron las elecciones presidenciales en Bielorrusia. Estas son las sextas elecciones en las que Alexander Lukashenko se ha declarado ganador, manteniéndose como presidente durante 26 años, mientras que sus principales oponentes han sido encarcelados con cargos penales ficticios. El comienzo de la campaña electoral de 2020 estuvo marcado por la detención de los dirigentes opositores Sergei Tikhanovski y Viktor Babariko, el candidato más popular de la oposición, acto seguido inhabilitaron la candidatura del tecnócrata y diplomático Valeri Tsepkalo.  Después de los arrestos, Svetlana Tikhanovskaya, esposa de Tikhanovski, junto con Veronika Tsepkalo, esposa del otro candidato inhabilitado y Maria Kalesnikava, directora de campaña de Viktor Barbariko, sostuvieron una reunión de emergencia para decidir qué hacer ante esta brutal arremetida del tirano. María Shokalo me comenta que “dicha reunión duró apenas 15 minutos, al cabo de la cual convocaron a los equipos de campaña y seguidores a unirse y apoyar la candidatura de Svetlana Tikhanovskaya. Nunca antes en la historia de Bielorusia los opositores habían podido llegar a un acuerdo tan rápido –expresa Shokalo-, su objetivo político fue simple y transparente: realizar unas nuevas elecciones libres y justas”. Cuando es imprescindible la unión para salvar un país, no se puede perder ni un minuto, sobran las palabras y los egos. Estas tres mujeres tomaron las riendas de la oposición, organizando los encuentros preelectorales del equipo unificado de los tres candidatos en diferentes ciudades, reuniendo a decenas de miles de partidarios del cambio.

El día de las elecciones los ciudadanos observaron numerosas violaciones del reglamento electoral, la ausencia o detención de observadores, la falta de boletines de voto o la imposibilidad de sufragar en las embajadas del país en el extranjero, entre otros abusos seculares del régimen. El 14 de agosto, la presidenta de la Comisión Electoral Central declaró a Alexander Lukashenko ganador con 80,1% de los votos y a Svetlana Tikhanovskaya con 10%, exactamente lo opuesto a lo que mostraban las encuestas. Tales resultados provocaron multitudinarias protestas masivas en todo el país que continúan hasta hoy martes 18 de agosto, al momento de entregar esta nota.

La mayor manifestación en la historia de Bielorrusia

Internet fue desactivada por tres días seguidos. Solo transmitían los medios de información del Estado. Las detenciones violentas de manifestantes pacíficos suman 7.000 y hay más de 80 desapariciones forzadas. Los policías y militantes pro-Lukashenko destrozaban los automóviles que circulaban por las calles y lanzaban granadas sonoras contra manifestantes y edificios residenciales para acallar las protestas. Los periodistas que cubren las manifestaciones son detenidos o deportados. La plataforma Golos divulgó un análisis provisional de los resultados, detectando falsificaciones en 989 centros de votación, donde Sviatlana Tsikhanouskaya había obtenido la mayoría de los votos.

El 10 de agosto, después de impugnar los resultados ante la Comisión Central Electoral, Svetlana Tikhanovskaya tuvo que asilarse en un país vecino, ante el riesgo de ser encarcelada. Ese mismo día, un manifestante pacífico, Aleksandr Taraikovski, fue abaleado por la policía.

El 11 de agosto, en medio de una brutal represión grupos de mujeres, vestidas de blanco y portando flores, salieron a las calles alineadas en cadenas de solidaridad en todo el país. Empresas importantes de Bielorrusia se declararon en huelga. La ciudadanía se organizó espontáneamente, grupos de voluntarios acudieron a los centros de detención para elaborar listas de detenidos y llevarles comida y ropa.

Mujeres de blanco portando flores, símbolo femenino de la resistencia

El 12 de agosto, Alexander Vikhor, uno de los detenidos, murió en prisión. Los médicos se unieron a las manifestaciones. Al día siguiente, los embajadores de los países de la UE asistieron a una ceremonia para colocar flores en la estación de metro Pushkinskaya, donde murió abaleado otro manifestante. Los prisioneros liberados relataron las atrocidades y las torturas que aplicaron a las y los detenidos. Los empleados de los canales de televisión estatales se declararon en huelga. El gobierno le negó la entrada al país a una comisión del Parlamento Europeo que planeaba asistir a una reunión con los periodistas que cubren las protestas.

La contraprotesta no se hace esperar, el 16 de agosto, desde todo el país el gobierno traslada simpatizantes a Minsk para participar en una manifestación en apoyo al dictador, la mayoría bajo amenazas de perder sus empleos. Lukashenko exclama en el evento: «Ni muerto soltaré el país”. En respuesta a la manifestación a favor del gobierno, la gente de la capital y de las regiones toma las calles del centro de Minsk. En muchas ciudades y pequeños pueblos, la gente también sale en masa con consignas como «Vete ya», «Juicio», «Ni perdón, ni olvido» y otras similares.

Desde el día de las elecciones, Lukashenko expresó un inesperado pánico por las protestas masivas, pidiendo el respaldo militar de la Rusia de Putin. La Unión Europea se ha pronunciado exigiendo una transición democrática y la celebración de nuevas elecciones para “darle al pueblo bielorruso la posibilidad de elegir libremente a sus líderes”. Para quienes han seguido los acontecimientos en Venezuela, la reacción de las instituciones internacionales forma parte de este déjà-vu.

Svetlana Tikhanovskaya, candidata presidencial de la oposición

Mientras, Sviatlana Tsikhanouskaya declaraba esta semana desde el exilio: “Estoy lista para aceptar esta responsabilidad y actuar en este período como líder nacional con el objetivo de que el país se tranquilice, de que vuelva a la normalidad, que se liberen  todos los presos políticos y se prepare cuanto antes la base jurídica y las condiciones adecuadas para convocar unas nuevas elecciones presidenciales reales, honestas y transparentes que puedan ser aceptadas inequívocamente por la sociedad mundial. Todos queremos salir de este círculo vicioso en el que hemos estado atrapados los últimos 26 años. En los últimos meses se ha hecho más que evidente para todo el mundo que nuestro pueblo es capaz de organizarse, de tomar las decisiones adecuadas y defenderse a sí mismo y a nuestros seres queridos. Pero lo más importante es que esto lo hemos asimilado nosotros mismos. Era lo que nos había faltado durante tantos años. Hoy los bielorrusos demuestran los milagros del heroísmo, la solidaridad y la moral. La verdad está de lado de la fuerza de voluntad, de la honestidad, la moral y el valor”. Este último párrafo deberá ser, por siempre, la condición indomable de los verdaderos dirigentes democráticos, tal como lo están demostrando estas tres mujeres.

 

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(*) El resumen de los acontecimientos en Bielorrusia fue posible gracias a los editores de Voice of Belarus https://www.voiceofbelarus.com/es/

Para más información: https://www.facebook.com/prayforbelarus/videos/


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