La semana pasada se dio a conocer el nombramiento de las diez personas que integrarán la comisión nacional encargada de coordinar el proceso de elecciones primarias de las organizaciones de oposición, de cara al evento electoral presidencial previsto para 2024. Se trata sin dudas de personas que gozan de una intachable reputación y que muestran un palmarés de servicio a la nación que los hace merecedores del reconocimiento y confianza de la mayoría de los venezolanos.

Este nombramiento, aplaudido con optimismo y agrado por todos los sectores, da inicio formal a un proceso crucial que puede ser un punto de inflexión importante en la larga lucha por la liberación democrática de Venezuela, pero que también pudiera ser –y en esto debemos ser responsablemente realistas– un lamentable tropiezo que genere frustración y retroceso.

¿De qué depende uno u otro escenario? Básicamente de dos factores: uno, que el país perciba que las primarias no es un asunto exclusivo de los partidos políticos, en el cual la población y las organizaciones de la sociedad civil se consideren ajenas a un proceso del cual no se sientan dolientes, sino –por el contrario– una causa común que en realidad permita la participación y articulación en su desarrollo (y no sólo en el acto final de votar) de la mayoría de los sectores preocupados y dispuestos a bregar por el destino de un país que es de todos.

El segundo factor que puede inclinar la balanza hacia un resultado exitoso y no hacia una dolorosa frustración tiene que ver con la manera como se oriente políticamente el proceso. Y es aquí donde es necesario prestar atención a tres consideraciones que pueden ser de utilidad e importancia.

1) La primera es que lo sustancial de este particular proceso de primarias que ocurre (y es irresponsable olvidar esto) en el marco de un modelo autoritario de dominación, no es simplemente “ganarle” a otro de los candidatos en pugna, sino construir una dirección política del gran sector opositor. No se trata sólo de escoger un candidato, sino de aprovechar el proceso para identificar liderazgos naturales que están distribuidos por todo el país, generar alianzas con ellos y con los actores políticos de mayor liderazgo y legitimidad, y así fortalecer desde las bases la dirección política del esfuerzo opositor para las elecciones de 2024.

En una competencia donde desde ahora ninguna de las opciones candidaturales hecha pública sobrepasa con creces a las demás, y donde todas las organizaciones políticas atraviesan un proceso de debilidad evidente, sería un error trágico asumir un juego suma-cero donde el ganador y su parcela política se lleven todo, como si estuviésemos en una democracia occidental típica, y olvidemos que para enfrentar electoralmente a un régimen no democrático es ineludible contar con una dirección política amplia, heterogénea, unida y popularmente legitimada.

2) Una segunda consideración es que las primarias van a ser, quiérase o no, un evento que permitirá a lo largo de su desarrollo presagiar tanto la forma de hacer política como el tipo de liderazgo y de líderes que la oposición puede ofrecer al país. La gente pide unidad, generosidad, habilidad y tolerancia para coordinar con otros, y que las naturales agendas particulares cedan su primacía al objetivo superior de la liberación democrática de Venezuela.

Tanto en política como en la vida, el peor error es parecerse a lo que se combate. Si la población que aspira a un cambio en la conducción del país llegase a creer que sus dirigentes no son diametralmente distintos a como son los cabecillas del gobierno, se perderá entonces mucho de la confianza en sus propuestas y el espaldarazo moral que requiere asumir la lucha contra un modelo opresor sufrirá un lamentable tropiezo.

3) Una última consideración es que las primarias no es sólo ni principalmente un evento electoral sino un evento organizativo. Hemos afirmado en varias oportunidades que en modelos de dominación autoritarios como los que representa el madurismo, cualquier acción política resulta al final inútil si no va acompañado de un factor todavía ausente en la actual ecuación política, que es la necesaria presión social cívica. Porque ciertamente la herramienta electoral es un instrumento privilegiado de la lucha democrática. Pero en regímenes autoritarios, dadas justamente las características de este tipo de modelo de explotación, ese instrumento carece de eficacia si no va acompañado del respaldo de un tejido social activo y organizado, que sirva de factor disuasivo que se oponga a la esperable estrategia oficialista de escamotear la voluntad mayoritaria de la población.

Es por ello que las primarias no pueden ser asumidas como un proceso meramente «electoral” en el sentido democrático occidental de la palabra, sino una oportunidad para el reencuentro, organización y movilización de la población, con el objetivo de construir un tejido social que sirva para presionar la obtención de condiciones electorales mínimamente aceptables y para hacer valer la voluntad de la mayoría ante un régimen que va a jugar duro para desconocerla.

En síntesis, es necesario construir un proceso de primarias de cara a la gente y con participación activa de ella en su diseño y desarrollo. Unas primarias cuyo saldo más importante –de nuevo– no sea sólo la figura de un candidato sino el grado y alcance de organización popular que se obtenga en el proceso, y que sea la base, ineludible por lo demás, de una estrategia central de construcción de una mayoría social que pueda de manera efectiva enfrentar un escenario electoral que sabemos de antemano va a ser muy poco limpio.

@angeloropeza182

 

 


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