Esta guerra estalló hace muy pocos días, y puede parecer arriesgado sacar conclusiones mientras los combates continúan, la respuesta israelí apenas comienza y el destino de los numerosos rehenes israelíes es desconocido. Las bombas llueven sobre Gaza, el conteo de muertes sigue aumentando, vertiginoso, con ya varios miles de muertos israelíes y palestinos.

Y, sin embargo, esta guerra ya está cambiando la ecuación política en el Medio Oriente, y es importante comprender su impacto. Por ahora, tiene tres dimensiones: en Israel, del lado palestino y a nivel regional.

En Israel, el impacto es inmenso, algunos comentaristas consideran que es el trauma más grande desde la independencia del Estado hebreo en 1948. En ningún momento en el pasado, los soldados de países árabes habían pisado suelo israelí como lo hicieron los terroristas del fatídico sábado 7 de octubre en una escala sin precedentes.

El precio político será alto por esta falla en la seguridad y recaerá en los líderes militares. Sin embargo, Benyamin Netanyahu y sus aliados de extrema derecha no podrán escapar al fracaso provocado por sus caminos ideológicos: dividieron profundamente a Israel y pusieron los territorios palestinos en alta tensión. Su liderazgo está en crisis y la temporada de responsabilidades se abrirá una vez que finalicen las hostilidades.

Del lado palestino, al llevar a cabo este ataque tan planificado, mortal y brutal, los islamistas de Hamás envían un doble mensaje: primero, a los millones de palestinos, para reclamar el liderazgo a expensas de la Autoridad Palestina y el Fatah de Mahmoud Abbas, el sucesor de Yasser Arafat; pero también envían un mensaje a los países de la región, en particular a Arabia Saudita, que daba la impresión de dar la espalda a los palestinos. El liderazgo está en juego debido al descrédito de la Autoridad Palestina, percibida como ineficaz y corrupta, en un momento en que los territorios palestinos están en agitación, se habla de una tercera intifada, y no hay perspectivas políticas.

Puede sorprender que un ataque terrorista contra civiles sea una forma de afirmar el liderazgo. Pero ante el sentimiento de exasperación de los palestinos frente a la colonización, la radicalidad se convierte en un lenguaje político. El terror infligido al adversario satisface un deseo de venganza, y Hamás sabe cómo hacerlo.

El tercer aspecto involucra a la región y a dos países clave: Arabia Saudita e Irán, este último también maneja los hilos de otro archienemigo de Israel, el Hezbolá en el Líbano. Si Hezbolá entra en acción, será una decisión de Teherán; aún no ha sucedido y es muy posible que el frente norte se mantenga bajo control, a pesar de la hostilidad declarada entre Israel e Irán. No hay que olvidar que el Hezbolá constituye una fuerza disuasiva iraní en plenas narices de Israel.

¿Abrirá Irán un segundo frente en Israel? Los americanos ya han enviado sus portaviones Gerald Ford y Dwight Eisenhower junto con sus grupos de ataque, en clara señal complementaria a sus esfuerzos diplomáticos. ¿Hasta dónde llegaría el apoyo americano a Israel?

Por último, Arabia Saudita es ahora un actor importante. El príncipe heredero Mohamed bin Salman estaba dispuesto a “normalizar” relaciones con Israel, ignorando en gran medida la cuestión palestina. Pero ¿podrá hacerlo ahora, dado que la cuestión palestina ha regresado bruscamente al centro, y las opiniones árabes se están movilizando nuevamente? El objetivo de Hamás era probablemente impedir esta aproximación, y toda la ecuación regional queda en juego. El impacto de Gaza podría llegar muy lejos.

Habrá un antes y un después del 7 de octubre de 2023.

@A_Urreiztieta


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