Protesta maestros
Kenny Linares / El Nacional

I

Hay cosas que funcionan a pesar de la maldad rojita. No es que funcionen de la mejor manera, pero cumplen su cometido, y creo que se debe a la gente, por lo menos en el caso que me ocupa.

Sí, debo madrugar para amanecer en la cola que se forma en la calle antes de que abran las puertas. Sí, debo escribir por triplicado en una planilla mis datos porque hace meses no hay sistema y todo se hace a mano. Pero también hay que considerar que son poco más de 10 personas las que trabajan en la Farmacia de Alto Costo del Seguro Social y desde que voy (poco más de un año) nunca los he visto responder mal o tratar mal a las personas.

Sirva esto de agradecimiento, puede que no siempre consiga todo lo que necesito (por eso mi campaña de GoFundMe), puede que tenga que esperar por horas, pero todos son empáticos, amables, educados y organizados. Es la mejor cola que se puede hacer en estos días. Incluso los que salen con las manos vacías, se van con una despedida esperanzadora: “Vuelva, que hicimos la requisición y debe estar por llegar”.

Sirva esto de invitación para Nico, Aris y Pedrito. Uno se escuda en que los maestros no protestan y el último afirma que la gente no tiene razones para estar molesta. El primero sencillamente ni escucha. Si tan solo fueran valientes y se atrevieran a hacer una de las filas más organizadas que he visto en Caracas, podrían escuchar los mismos cuentos que yo.

II

Estaba contenta porque llegué a las 6:00 am y la cola no era tan larga. Inmediatamente después de mi llegó una señora. Cabello ralo, apenas saliendo de nuevo después de una quimio; con una carpetica en la mano como la llevamos todos y su tapaboca. Visiblemente ofuscada, me dijo: “Dios mío, al menos llegué temprano. Me robaron todo saliendo de mi casa. Lo único que me dejaron los malandros fueron mis papeles porque les pedí que no se los llevaran para poder venir a buscar mis medicinas”.

La mujer venía de Guarenas. Salió a las 4:00 am de su casa. Justo al salir del autobús unos tipos la amenazaron con una pistola y se llevaron el bolso. Estaba jadeando todavía. No tenía teléfono, no recordaba los números de su familia, había perdido hasta la arepa del desayuno y un paraguas que le prestaron. En la cola otras personas le dijeron que como la situación está tan difícil, los malandros están alborotados buscando cualquier cosa. Anota Nico. ¿No es una queja, Pedrito? ¿Quién tiene que garantizarle la seguridad a la señora?

III

Se fue a sentar en un muro, a recobrar el aire. La señora que estaba detrás de ella y yo le cuidamos el puesto.

“Yo soy docente. Hoy me tocaba incorporarme al plantel pero le dije a la directora que debía venir a buscar mis medicamentos. De todas maneras, yo no voy a dar clases por Internet. ¿Quién me paga la conexión? Solo tenemos una computadora en casa y mis hijos también la necesitan. ¿Por qué la directora no destina las que hay en el salón de computación para los profesores? Y entonces viene el ministro a decir que los maestros no nos quejamos. ¿Cuántas protestas hemos hecho? ¿Por qué debo ganar lo mismo que un obrero?

Anota, Aris. Los maestros han hablado fuerte y claro. Tienen tiempo diciéndotelo, pero debe ser que cuando estás en alta mar no te llegan sus gritos. Se trata del mayor de los cinismos pretender que los educadores venezolanos están conformes con la situación.

Y para Pedrito le tengo otro cuento. Como él no ostenta ningún cargo público, solo se lo dejo como “distracción” porque sé que poco le importa. El anciano que seguía después de la maestra en la cola llegó gracias a un amigo motorizado que lo trajo. El joven lo acompañaba porque aseguraba que la calle de madrugada es peligrosa.

“No me pude venir en camioneta porque aumentaron el pasaje de ayer para hoy. Son unos miserables”, dijo el viejo. Pero el joven le respondió: “Lo que pasa es que los choferes de autobús también pierden. Sobre todo por donde nosotros vivimos. ¿Usted no sabe que de Artigas a la casa cada camionetero debe pagar 2 dólares a los policías? Y de regreso otros 2. Entonces, los policías ganan más dinero que los propios conductores, que ponen el bus, los cauchos, hacen la cola para la gasolina, madrugan y están horas sentados haciendo viajes. Por eso es que más de uno prefiere hacer días de cola para echar gasolina subsidiada y negociarla luego. Si son 120 litros al mes y los venden a 2 dólares por litro, no tienen sino que estacionarla y ya, es mejor negocio. Y todo es un espiral de corrupción, porque el que le compra es un enchufado. Nadie más tiene para pagar 2 dólares por litro de gasolina”.

Lo sé, Pedrito, no es queja, pero es para que veas hasta dónde llega la podredumbre que ustedes han sembrado. Pero no creas que la gente decente no se da cuenta.

A ver si con estos cuentos de pueblo… qué ilusa soy. Pero por lo menos me desahogo.

@anammatute


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