Reunión del Grupo Internacional de Contacto en Montevideo | Foto EFE

Los países que integran el Grupo Internacional de Contacto, liderado por la Unión Europea, no se cansan de expresar preocupación por el agravamiento de la crisis venezolana, pero insisten en la solución: negociar una transición y unas elecciones creíbles.

Los que cuestionan esta iniciativa se empeñan en decir que negociar con el régimen no es buena idea. Es como en las películas de Hollywood, “con terroristas no se negocia”. El problema es que en este caso si no se hace no se puede acordar una salida. No hay manera de convencer a nadie si no se habla y no se exponen argumentos. Hay razones de sobra para que dejen Miraflores.

Pero parte del miedo que genera un proceso como este viene de la memoria de unos cuantos intentos todos fallidos y que más bien le han dado aire a la cúpula rojita. Desde la época del comandante muerto hasta ahora, ninguno de los acercamientos ha tenido resultados positivos para la mayoría, que son los que están sufriendo los embates de la crisis humanitaria.

Ni siquiera la mal llamada “mesa” en la que supuestamente se acordó la liberación de los presos políticos que no ocurrió nunca. Al régimen le gusta mucho hablar de “diálogo”, que no es lo mismo que negociación. Y si se hiciera un análisis de contenido de las recientes declaraciones del Grupo Internacional de Contacto se concluiría que la meta es otra, como se dijo el principio, es negociar con los rojitos una transición y unas elecciones libres.

Lo que pasa es que la oposición lleva 20 años aceptando el neolenguaje rojo y ni siquiera ha sido capaz de imponerse con el uso de las palabras correctas. No es un diálogo, nadie quiere hablar con los culpables de la tragedia venezolana por simple gusto o para “acordar” nimiedades. Lo que se busca es una verdadera negociación con un objetivo, que en este editorial se repite por tercera vez a ver si queda claro: transición y elecciones libres.

En 1962, cuando la Unión Soviética anunció la instalación de misiles nucleares en Cuba, se generó una grave crisis, pues estaba en juego la paz mundial. Sin embargo, el gobierno de John F. Kennedy tuvo que sentarse con los representantes de Nikita Kruschov para negociar la retirada del armamento a cambio del levantamiento de sanciones a Cuba. Fueron aproximadamente 12 días de extrema tensión, pero al final se logró el objetivo y la crisis de los misiles pasó a la historia como uno de los hitos de negociación que se estudia en todo el mundo.

De eso se trata la política, de tener claro un objetivo y de negociar con el contrario para lograrlo. No hay dudas de que habrá que hacer lo mismo, pero para ello la oposición unida debe trabajar para llegar a esta meta. Sin distracciones, sin miedo y sin repetir como loros lo que quiere el régimen. No es diálogo, es negociación.


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