La corrupción política y sus correlativas manifestaciones son un flagelo siempre al acecho. Hasta la fecha, no pareciera existir sistema político inmune a ella porque siempre habrá gente inescrupulosa y con vocación para tratar de beneficiarse ilícitamente de su posición, influencia o poder.

El tipo de posicionamiento de una sociedad y su respectivo sistema político ante ese flagelo es lo que estimula o desestimula su ocurrencia y su magnitud.

Si en una sociedad dada el vale todo campea, la corrupción tendrá vía libre, siendo irrelevante la normativa vigente y los discursos contrarios.

El comportamiento de las élites dirigentes es clave por su condición de modeladores de conducta.

La corrupción en sus distintos formatos  ha estado presente, en mayor o menor grado, en la vida política de Venezuela. Y siempre, en perjuicio de la eficacia y eficiencia de la gestión pública por desviar ingentes recursos públicos hacia bolsillos privados, con el consiguiente daño a la calidad de vida de la ciudadanía; amén de tener un efecto corrosivo en la ética de los servidores públicos y de la población en general.

Fue uno de los factores -junto con los déficits sociales acumulados- decisivos en la pérdida de legitimidad y crisis de representatividad del sistema político nacido del 23 de enero de 1958.

El chavismo lo convirtió en una de sus principales argumentos para justificar  la pertinencia de su proyecto. En este particular, resulto también un engaño a los venezolanos porque el régimen chavista es la cumbre de la corrupción en la historia de Venezuela como Estado independiente. Los gobiernos chavistas han sido los más corruptos en cantidad, variedad, magnitud y efectos perversos de la misma.

Un proyecto de cambio verdaderamente renovador y superador como el que demanda y necesita Venezuela no puede tener ninguna clase de tolerancia hacia la corrupción. Es por ello, que de ser ciertas, las denuncias de actos irregulares cometidos por diputados a la Asamblea Nacional en representación de las fuerzas democráticas, los mismos deben ser calificados de muy graves e inaceptables.

Sería lamentable que la mayoría social favorable al cambio empezará a pensar que los dirigentes por los cuales votó para materializar el cambio sean al final igual de corruptos que los enchufados.

Creo, que tanto la AN como los partidos a los cuales pertenecen los señalados han dado los pasos que corresponden para tratar de aclarar la veracidad de lo denunciado y tomar los correctivos del caso.

Espero, al igual que millones de compatriotas, que esa línea de conducta se mantenga hasta las últimas consecuencias necesarias.

Tolerancia cero con la corrupción, en la lucha por el cambio, en la transición y los gobiernos democráticos por venir.


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