Entre los movimientos sociales más sólidos de las últimas décadas se encuentra el feminismo, un movimiento que lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Este esfuerzo por promover la igualdad no ha sido nada fácil, pero sí bastante duradero. Desde la Revolución francesa, las mujeres ya luchaban sobre todo por sus condiciones sociales; pues la sociedad de clase baja (sans-culottes) atravesaba una crisis económica comparable a la carestía venezolana. Las mujeres, para ayudar a su familia, debían cumplir más roles que ser amas de casa. En 1970, como parte de esta revolución, Condorcet luchó por la ciudadanía de estas mujeres y lo plasmó en “Sobre la admisión de las mujeres en el derecho de ciudadanía”; aun así no se logró el reconocimiento de sus derechos políticos. 

Las mujeres seguíamos estando ocultas, seguíamos siendo invisibles e incontables las que en su momento no fueron completamente reconocidas. Mujeres que escribieron bajo un seudónimo o con muchísimas limitaciones: Sor Juana Inés de la Cruz, Mary Shelley,  Emile Brontë, Jane Austen, Virginia Woolf, Teresa de la Parra, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Agatha Christie; científicas como Madame Curie y Joan Clarke y tantas pero tantas más.

Gracias a estas luchas, hoy gozamos de derechos que nos fueron negados en un pasado no tan pasado. Fue hace apenas 70 años que el sufragio femenino pasó a ser un derecho humano universal, las mujeres no teníamos ni voz ni voto. Ha habido muchos avances importantes en los últimos años, han salido tratados de Ámsterdam, Niza y Lisboa que están declarando los derechos de la mujer y organizaciones como la ONU uniéndose a nuestra lucha. La lucha que busca eliminar toda discriminación hacia la mujer, la lucha por esos obstáculos en el sector privado en búsqueda de la remuneración salarial equitativa, la lucha por la libertad, la lucha por nuestra seguridad y la lucha por…¿el cambio de la gramática?

Pues sí, entre tantas cosas por las que se debería luchar, un grupo de feministas decidió también insistir en cambiar parte de la gramática. Pero ¿por qué? Bueno, los feministas se basan en el hecho de que el español excluye a la mujer por ser el masculino la forma determinada o, lo que llamamos en gramática, el género no marcado; es decir, al masculino se le da un uso genérico y se utiliza tanto para designar un ente u objeto de ese género como para mencionar elementos masculinos y femeninos al mismo tiempo. Así, el lenguaje inclusivo o no sexista consiste en buscar una “manera equilibrada” de incluir ambos géneros; todo esto bajo el argumento de que muchas actitudes sexistas se incrementan por el sexismo en el lenguaje. En principio, se fue creando un desdoblamiento y, en el caso de Venezuela, se comenzó a decir en todo discurso: niños y niñas de la patria, ministros y ministras de la República Bolivariana de Venezuela, venezolanos y venezolanas, luchadores y luchadoras, gobernadores y gobernadoras, y ¡ups! millones y  millonas. Los feministas proponen el uso de la e como género neutro: niñes, ministres, venezolanes… (Intenten decir esto sin sonreír) o, peor aún, el uso de x o @, ¡lo que lo haría impronunciable!

Como parte de dicha propuesta, la editorial Espejos literarios decidió tomar en cuenta a aquellas personas que se sienten discriminadas o que se ofenden por todo y no quieren dejar de leer las obras maestras. Así que este proyecto tiene como objetivo reformular las joyas literarias para convertirlas en una especie de ¿bisutería barata? El Principito, obra escrita por Antoine de Saint Exupéry en 1943, fue su primera adaptación (víctima): La Principesa, donde, además de cambiar de sexo al aviador y al principito, en lugar de una boa comiéndose un elefante, ¡hay un volcán! puesto que se le da un “trato más amable” a los personajes. ¿Qué vendrá ahora? En lugar de La Peste de Albert Camus (la epidemia de Orán), ¿la llamarán El Resfriado para que no se tenga que morir tanta gente? ¿Y qué harán con La Metamorfosis de Franz Kafka? ¿Gregorio Samsa no se va a transformar en una especie de escarabajo sino en una hermosa mariposa blanca? ¿Y al diario de Ana Frank lo convertirán en una Pascualina y le pondrán calcomanías?

Es importante saber que las lenguas no son entidades fijas, estas están sujetas a cambios debido a que se adaptan a las necesidades comunicativas de sus usuarios, necesidades que también son variables; de este modo, las lenguas se van moldeando. Entonces, si las lenguas se van moldeando, ¿por qué no podemos agregar este género? Pues, porque tampoco estamos hablando de una plastilina. La mutabilidad de las palabras depende de varios factores. No quiere decir que una sola persona o grupo de personas pueda modificar una lengua así como así, pues estos cambios no se darán de manera aleatoria. Los cambios de las lenguas son sutiles, a veces ni nos damos cuenta, y quizás, muchos de nosotros no lleguemos siquiera a presenciar algunos de ellos, a menos que seamos inmortales como Noam Chomsky y José Vicente Rangel. Basándonos en el principio de economía de las lenguas, el cual refiere al hecho de que estas funcionan como rompecabezas y utilizan patrones que se repiten; las minorías no pueden cambiar la gramática y mucho menos si esos cambios no son funcionales.Y esto no quiere decir que los travestis, transgéneros, transexuales estén siendo excluidos, pero incluir un género para todos los casos es demasiado complejo, nada económico y nada necesario.

Que el masculino sea el género no marcado, no hace del español una lengua patriarcal porque, en ese caso, con sustantivos como pianista y deportista, estaríamos excluyendo a los hombres y así, tendríamos que decir que Rafael Nadal es uno de los mejores “tenistos” de la historia. Pero así no funcionan las lenguas, una de las sociedades más machistas que existe es la turca ¡y la lengua turca ni siquiera tiene género! porque las gramáticas no son sexistas, sexistas son las personas. Las palabras son un contrato social. Por eso, hay palabras de género masculino que terminan en a, como “mapa”, y palabras de género femenino que terminan en o, como “mano”. Así mismo, los cambios de las lenguas se dan por distintos acontecimientos históricos. El español hablado hoy en día fue influenciado por el euskera, céltico, ibérico, latín; por los mozárabes, muladíes, moriscos, árabes, romances hispánicos; y adoptó vulgarismos, marinerismos, arcaísmos, neologismos, africanismos, amerindios, americanismos, anglicismos. La historia de la lengua es sumamente grande y no todo gira alrededor del machismo.

¿Qué sucede con el español? ¿Por qué el masculino prevalece? Bueno, simplemente porque, como lo mencioné hace unas líneas, el masculino es el género no marcado. En español tenemos dos géneros: masculino y femenino. En esta lengua el género marca diferencia de sexo (cosa que no sucede en todas las lenguas): perro/perra, tonto/tonta, rojo/roja. Hay adjetivos que no tienen esta marca y son invariables: verde, inteligente, torpe, imbécil. Entonces, en la oración “Los profesores universitarios no viven de lo que ganan”, incluye tanto a profesores como profesoras (y a mí, lamentablemente). Este género logra abarcar a los individuos de ambos sexos. Por otro lado, si decimos “Las profesoras universitarias no viven de lo que ganan” estamos excluyendo a los hombres porque resulta ser que, en tal caso, si existiese un género excluyente, sería el femenino.

En gramática, el género no siempre tiene que estar relacionado al sexo. Los géneros son formas de clasificar palabras. Existe una lengua aborigen en Australia llamada dyirbal, en dicha lengua uno de los clasificadores abarca “mujeres, fuego y cosas peligrosas” (Dracarys) y “los hombres, los canguros y los bumerans” entran en otra categoría conceptual, ¿ven que no tiene nada que ver con machismo o feminismo?

Cada día la lucha por la igualdad de derechos se incrementa más y más. La lengua no es un derecho que se nos está quitando, no tenemos necesidad de modificarla. Y, además, con tantas “es” no vamos a saber si estamos hablando en español o en francés. Yo, personalmente, entre todos, todas, todes, todxs, tod@s, me quedo con el Toddy.


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