Decían que querían dialogar, que nunca se iban a parar de la mesa, que presionarían hasta lograr un acuerdo político; pero no, todo era mentira. No aguantaron un round, se derrumbaron. Se vinieron abajo.
Nicolás Maduro y su combo cometieron un nuevo error con consecuencias internacionales. Retirarse de la mesa de negociaciones en Barbados, aunque sea temporal, da claras muestras del talante del régimen. Lo del apoyo de Guaidó al bloqueo de Donald Trump es una excusa barata. Noruega fue testigo, no se lo contaron. Diplomáticamente es otra raya para un grupito que trata de agarrar aire, pero que no arrima una para el mingo.
Después del informe de Michelle Bachelet los chavistas no logran estabilizar el barco. Ganan tiempo, eso sí, y parece que pueden cerrar 2019 en el poder, como advierten algunas consultoras internacionales, pero su poder es tan precario que ya ellos mismos se interrogan si vale la pena continuar la lucha.
Incluso Maduro duda. Las ofertas que le han hecho varían de tono y destino, pero allí están y podrían aliviarle la tensión que vive puertas adentro. España aparece en el horizonte como la salida más viable, algún centro turístico de la costa mediterránea, pero el aún mandatario no se decide por la presión que ejercen sobre él los que realmente mandan en este país, incluídos los militares. No quieren que los deje solos. Esperan que se hunda con el barco, como el buen capitán que no es, o que al final se dé un milagro.
Mientras, en la oposición continúan las peleas intestinas entre dos bandos que parecen irreconciliables. Juan Guaidó sigue desempeñando el papel fundamental, pero se advierte a una María Corina Machado más protagonista. Sintiendo cercano el final cada bando acelera y no quiere perder la posibilidad de hacerse con el botín, lo que no es malo siempre y cuando entiendan que la mayoría de la población pide a gritos una salida urgente y ninguna posición política justifica dar al traste con lo ya avanzado.
En resumen, el régimen mantiene el control de sus mismos espacios aunque está más golpeado internacionalmente. Nadie le cree. Al interior hay un resquebrajamiento bárbaro y ya muchos tienen las maletas preparadas para sumarse a los que ya se han ido. La oposición, por su parte, celebra dividida, pero cuenta con Trump, un aliado poderoso y fundamental. De lo que él decida dependerá si Maduro se queda o se va.

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