La COVID-19 ha puesto de relieve desigualdades sistemáticas. Pero también nos ha ayudado a descubrir nuestra fortaleza interna y nuevas formas para conectarnos con los demás, renovando nuestra motivación para actuar en favor de un mundo mejor. Como dice el lema adoptado este año para celebrar el Día Internacional del Refugiado, “toda acción cuenta”, “todo el mundo puede marcar la diferencia”.

Filippo Grandi, el alto comisionado de las Naciones Unidas en esta materia, rindió homenaje a la resiliencia de las personas desplazadas a la fuerza en todo el mundo, muchas de las cuales están en la primera línea de batalla contra la pandemia de coronavirus, a pesar de las dificultades que normalmente deben sobrellevar. Desde médicos, enfermeras, educadores, cocineros, modistas, periodistas y locutores, hasta voluntarios, muchos migrantes y refugiados están encontrando formas de participar.

En América Latina y España destaca la labor de aguerridos venezolanos que abandonaron todo en busca de un futuro para ellos y sus hijos y hoy encuentran una manera de insertarse en los países que les dieron abrigo aportando lo mejor de sí como profesionales y como personas.

La crítica situación en Venezuela, que ha llevado al mayor éxodo en la historia reciente de la región, provocando una de las crisis de desplazados más importantes en el mundo, tiene al menos un lado amable como es el de dar a conocer los múltiples talentos de los venezolanos.

Los que todavía estamos aquí, desplazados en nuestro propio país, debemos llenarnos de esa fuerza desplegada por nuestros compatriotas afuera para hacer frente al enemigo interno, el virus chavista que enferma el alma y mata democracias.

Desplazados estamos, algunos en el sentido estricto de la palabra, obligados a mudarnos a otras ciudades o estados, o a “refugiarnos” en casa de familiares o amigos por falta de servicios o amenazas del Estado terrorista. Pero desplazados también estamos en sentido figurado, desplazados del lugar que nos corresponde como profesionales en puestos de responsabilidad hoy en manos de incompetentes; desplazados del progreso y el bienestar, obligados a vivir en condiciones deplorables; desplazados emocionalmente, con el corazón dividido en tantos países como destinos encontró nuestra sangre.

Que no se nos olvide.  Todo el mundo puede marcar la diferencia, en la universidad, en la oficina, en la calle, en la Iglesia, en la comunidad. Toda acción cuenta.

La defensa y promoción de los derechos humanos luce como la acción estratégica que puede ayudarnos a alcanzar la unidad necesaria para hacer frente a este reto histórico que nos conmina a sacar lo mejor de nosotros.

Ante la sentencia de muerte que enfrentan los partidos, enarbolemos sin miedo una única bandera plural, la bandera de los derechos humanos que ya cuenta con el importante respaldo internacional.

@mariagab2016


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