La narcotiranía que encabeza Maduro en nuestro país es como toda fiera, muy peligrosa, mucho más cuando está herida de muerte. Ese es el caso del régimen que viene usurpando los poderes públicos en Venezuela, desacatando los llamamientos de la comunidad internacional a que ponga cese a esa hilera de arbitrariedades que le hacen merecedor del repudio de los gobiernos democráticos del mundo libre.

De esto hay que hablar, sin ningún titubeo. Hay que darle razones y motivos a la ciudadanía que viene luchando denodadamente, para que no se deje confundir ni mucho menos abatir la esperanza. Porque hacia esos flancos apunta la escuela cubana, que son los que le susurrarán a Maduro las líneas tácticas para ver cómo logran desmontar la fe, el ánimo y el entusiasmo de los venezolanos.

Cada vez que están tambaleándose se las arreglan para tratar de retomar la ofensiva, y lo hacen con todo desparpajo, además, valiéndose de todo tipo de mecanismos, que van desde las censuras a los medios, apresamiento de periodistas, persecución de líderes de la resistencia, torturas, sobornos, extorsiones o montaje de acusaciones teniendo como base informaciones o pruebas absolutamente falsas.

Lo cierto es que Maduro es consciente del acorralamiento; adentro, por sus propios socios. Esos que se han embarrado “hasta la coronilla” y no encuentran cómo concretar un arreglo para ver que salvan de lo que han acaudalado por vía no santas. Maduro sabe que en el seno de la Fuerza Armada Nacional hay mucho disgusto, que en las guarniciones simulan obediencia, pero lo que se murmura en todas partes de los cuarteles es que “esto es insoportable”. Los militares saben que la gente los tiene en la mira, que les reprocha su subordinación a un régimen purulento, que los ciudadanos, incluidos familiares cercanos, los miran con asco cuando ven a altos oficiales mandoneados por “Nicolasito», ese vástago de Maduro al que pretenden elegir como un príncipe tropical.

Maduro sabe que ni los militares del PSUV, especialmente los que aún veneran a Chávez, lo quieren, lo que indica que no todos los chavistas son maduristas. También sabe que las pesadillas que sufre a diario son la consecuencia de no tener confianza ni siquiera en su anillo de protección, ni en sus camaradas de primera línea. Maduro sospecha que está siendo «guisado», que «lo están bañando», pero para entregarlo como parte de una negociación.

Maduro sabe que afuera está cada día más solo. Lo último es la resolución adoptada en la OEA el pasado viernes, allí «salió con las tablas en la cabeza». ¡No sacó ni un voto! Eso revela que hasta sus supuestos mejores amigos se van distanciando, porque defender a un narco, a un terrorista, corrupto y criminal, todo revuelto, es muy complicado. Por eso marcan distancia. Lo mismo se observa en la Unión Europea, porque la bandera de los líderes de este viejo continente era la electoral y han constatado que Maduro no quiere una salida electoral, que él mismo tranco esa ruta.

Todo lo que hemos articulado arriba representa un lastre muy pesado. No hay espaldas capaces de soportar semejante peso. Más, cuando ese régimen tiene a la gente pasando hambre, sufriendo para ver como consiguen medicinas, agua potable, luz eléctrica, gasolina o gas doméstico. Es sencillamente un régimen insoportable.

¿Qué es lo que corresponde hacer? Retomar la estrategia, esa tesis que el sábado ratificó el señor Pompeo, como vocero calificado de Estados Unidos: “Las elecciones serán libres en Venezuela cuando se logre poner cese a la usurpación de Maduro”. ¡Listo! Más claro imposible. De allí que hay que retomar la estrategia, con una línea invariable para que todos podamos remar en una misma dirección. Mientras tanto, Maduro sabe que el preso de Cabo Verde puede ser el puntillazo para rematar esta historia.

@alcaldeledezma


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