Es una constatación histórica, donde la izquierda ejercita el poder, como en el caso de la “revolución bonita castro comunista bolivariana”, dos realidades pueden coexistir: una sociedad injusta y una economía de quiebra. Aún más, las condiciones se complican cada día frente a la obstinación a rehusarse a admitir los propios errores y aceptar las consecuencias, tanto por el gobierno como por la oposición.

Todos los hombres tienen el derecho de equivocarse, pero como afirma el Eclesiastés, perseverar es diabólico, tanto para quien abusa del poder, cuanto para quien acepta una consecuente sumisión, sin tener la capacidad de liberarse.

En este último sentido, los extremos conseguidos hacen apreciar cuán peligroso es para los ciudadanos venezolanos confiar el poder propio a quienes creen que las reglas definidas por la Constitución no son aplicables para ellos y por esto están convencidos de que nunca han cometidos graves equivocaciones, tanto a nivel decisional como ejecutivo. Antes, durante y después, los sufrimientos que han impuesto a los demás atribuyen al fascismo, al capitalismo, al imperio los acontecimientos negativos de su gestión y reiteradamente se rehúsan a presentar una confiable rendición de cuenta de lo operado. De modo que queda difícil hablar de un régimen de progreso social que pretende haber sido democrático y que pregona un desarrollo imaginario de una “patria saqueada” mediante su permanencia en el poder.

El mito de una propaganda para la promoción del suicidio del pueblo venezolano es desenmascarado frente al modelo de referencia: una Cuba que en la actualidad sobrevive con los 40.000 o más barriles diarios remitidos gratuitamente por Venezuela, a pesar de las condiciones de pobreza extrema a las cuales ha sido reducida.

La comunidad internacional ha empleado no menos de quince años para convencerse de la gravedad de la crisis económica, de las tensiones sociales, del irrespeto de los derechos humanos, del fundamento de algunas consideraciones políticas de deslegitimación de una presidencia minoritaria de la República. Los análisis que tomaban estas informaciones eran evaluados como calumnias que pretendían descalificar Hugo Chávez Frías y sucesivamente Nicolás Maduro Moros, cuando ya en 1970 K. S. Karol en Les guérrilleros au pouvoir y René Dumont en Cuba, est-il socialiste? habían evidenciado el cuadro severo de la economía castrista, demostrando que el bloqueo americano no era el único responsable del subdesarrollo de la isla.  Todos, hasta el Vaticano, han fingido de desconocer que el modelo aplicado en Venezuela era una imitación de aquella infeliz dictadura.

Desde la admisión de Chávez de aquella “victoria pírrica” obtenida por la oposición el 2-D, con la intervención institucional de las Fuerzas Armadas que hicieron respetar en aquella circunstancia la voluntad popular, el naufragio del sistema electoral electrónico queda en los órganos de información, marca los partidos de tendencia democrática, los gremios y sindicatos, los ciudadanos venezolanos, las mismas Fuerzas Armadas: es la referencia fraudulenta de la ficción democrática con la cual el sistema comunista, ayudado por los militares, ha construido el régimen autoritario bajo el falso presupuesto de un pluralismo avalado por la sumisión y corrupción predominante en los partidos tradicionales.

Progresivamente en el tiempo se han aumentado las condiciones de crisis. Después de años de silencio, las recientes estadísticas del BCV, sin la debida precisión, admiten el colapso económico, la caída vertical de la producción petrolera, la utilización de un 20%-25% del sistema productivo obsoleto, la catástrofe de la colectivización de la tierra expropiada, la presunta estructuración del cooperativismo. Por consiguiente, el déficit de la balanza comercial, la fuga de capitales, la falta de inversiones, las emisiones de banco-notas o moneda no respaldadas por reservas de oro o divisas (dinero inorgánico), la mortal repercusión del desconsiderado aumento de la inflación.

Para distraer y evadir responsabilidades se recurre al diálogo (el último en Oslo) y se invoca la celebración de elecciones, cuyo resultado sería reconocido por Putin. Se produce una contradicción ideológica e histórica: el liberalismo no es más un estorbo, un sobre pasado, y la democracia no perjudica el desenvolvimiento de la revolución. ¿Entonces, por qué los social-comunistas no admiten que la ausencia de la democracia es la causa del colapso de la revolución? Por supuesto, hablamos de elecciones transparentes, con control internacional, fundadas en un Registro Electoral revisado y conducidas por un Consejo Nacional Electoral renovado.

Es oportuno recordar que han sido los inevitables resultados electorales impuestos por la mayoría absoluta de los votantes los que determinaron la elección de la Asamblea Nacional vigente y la aplicación de las normas constitucionales por la cual ha sido proclamado el presidente interino, quien actúa  para proponer el cambio auspiciado, en tutela primaria de la identidad y soberanía de la República y en defensa de los derechos humanos y la supervivencia de los ciudadanos.

Hacer política significa inevitablemente atacar intereses. Un líder responsable debe prever que se averiguará una reacción por parte de los portadores de estos intereses. Son los intereses de los ex proxenetas más o menos infiltrados del régimen en los partidos con vocación democrática, pero también y sobre todo los de los pertenecientes a la coalición que aparentemente lo han sostenido, pero al contrario desean que no tenga éxito. Pues, el cambio no se reduce a la sustitución de una persona ni de la sobreestructura burocrático-partidista bolivariana, que ejercitan el poder y determinan la situación confusa y llena de contradicciones del país, una verdadera anarquía: consideramos esencia de la vocación de servicio la tarea de construir en libertad una verdadera democracia política, cuyos postulados fundamentales han sido traicionados por el afán de poder de una gerencia interesada en el negocio, objeto de la prevaricación a la cual han sido sometidos los ciudadanos en contraposición a la universalidad luminosa del bien común que debería haber sido defendido. Es un compromiso que requiere claridad ideológica, visión política, definición estratégica, habilidad táctica y sobre todo firmeza en la determinación.

Los condicionamientos de los factores internos y externos son muchos, y la gravedad de los obstáculos que se acumulan retrasa las decisiones del presidente interino que pueden empezar a disminuir el sufrimiento y los sacrificios de la entera sociedad.

En la reciente reunión del G-20, en la cual Estados Unidos demostró ser el protagonista preponderante, Trump ha afirmado tener cinco soluciones para la situación de Venezuela y pide al pueblo de este país tener paciencia. ¿Cuánto tiempo deberá esperar, cuántas desilusiones deberán probar para que la emancipación del régimen dictatorial se transforme en un sistema democrático real sin otras complacientes justificaciones? Es muy probable que se deba esperar hasta que la solución venezolana no sea utilizada para propiciar en favor del  presidente Trump el voto de los latinoamericanos residentes en Estados Unidos.

¿En las tramitaciones de las superpotencias (Estados Unidos, Rusia y China), la búsqueda de equilibrios compatibles y satisfactorios entre ellas otorgará al pueblo venezolano la posibilidad de expresar su opinión y la oportunidad de proponer una sexta opción que satisfaga su identidad y soberanía? El despertar de un pueblo no siempre se realiza según lo programado y tal vez puede reservar sorpresas, máxime cuando la presión de la caída libre asume un ritmo que agota la capacidad de resistencia.

Estos postulados son compatibles con las funciones de un gobierno de transición o de emergencia, siempre en el contexto de la legalidad definida por la Constitución de 1999.

 


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