El pago de recompensas por la captura o muerte de fugitivos de la justicia estadounidense se remonta a los años de la conquista del oeste norteamericano. Además de los representantes de la ley, los cazarrecompensas existieron desde entonces y siguen existiendo en la actualidad, la diferencia entre aquellos antiguos pistoleros y los actuales buscadores de fugitivos es que a los ojos de la justicia los primeros podían matar impunemente a los que buscaban y los de hoy no están autorizados para hacerlo, a menos que al momento de la captura su vida corra peligro extremo.

Generalmente, cuando se trata de capturar a un peligroso criminal las posibilidades de que la vida del cazarrecompensa corra peligro son muchas y en consecuencia podrá en legítima defensa ultimar al solicitado.

Siempre será muy difícil establecer con certeza las circunstancias que rodearon cada captura, sobre todo si se producen en territorio enemigo y las autoridades judiciales deberán atenerse a lo que el cazarrecompensa les informe.

En realidad, no es mucho más lo que se pueda decir al respecto y creo que el punto queda suficientemente explicado.

Pasemos ahora a la realidad actual, a lo que está planteado a nivel internacional con las recompensas ofrecidas por el gobierno de Estados Unidos por la captura de un grupo de delincuentes hechos gobierno en Venezuela.

Aquí, además de los cazarrecompensas que ya se están ofreciendo al por mayor a través de sus empresas debidamente registradas ante los organismos competentes de Estados Unidos, están, por supuesto, las mismas autoridades que ya, hasta donde he sabido, han dado luz verde a sus agencias para empezar esta temporada de cacería humana acicateadas por el primer mandatario, Mr. Donald Trump, quien está exigiendo celeridad en las capturas, por razones harto conocidas.

Hay pues una carrera contrarreloj entre quienes ya están moviéndose en las sombras en la búsqueda de los caminos que deberían llevarlos hasta los objetivos señalados en el boletín gubernamental publicado, las recompensas son demasiado tentadoras y quienes se dedican a tan peligrosas tareas no van a dejar pasar estas oportunidades por debajo de sus mesas.

El espíritu de los antiguos cow boys, como decía el mismo Maduro, anida en el pecho de cada uno de esos aventureros que no van a dudar en jugarse la vida con tal de embolsillarse los millones de dólares que ofrecen por los capos criollos.

La pandemia del coronavirus no es lo que va a detener a quienes a diario ponen en juego el pellejo persiguiendo asesinos y ladrones por recompensas de 10.000, 20.000 o 30.000 dólares. 10 millones por cada segundón y 15 millones por el colombiano usurpador, los van a llevar hasta donde tengan que llegar para cobrarlos cuanto antes.

En Colombia, vecina de nuestra tierra, existen hace muchos años pistoleros suicidas que dejan a sus familiares cercanos el cobro de recompensas, si es que mueren intentando llevar a cabo su trabajo. El problema para aquellos a quienes buscan es que cuando esos pistoleros mueren ya se han llevado por delante a sus objetivos. Esos vecinitos también están anotados en la cacería.

Por otra parte, estoy absolutamente seguro de que, además de esos profesionales de la búsqueda de hombres solicitados por las autoridades gringas, en Venezuela ya hay un montón cocinando sus planes dentro y fuera de la Fuerza Armada, para capturar a los capos y ganarse no solo las recompensas sino también el perdón de las Cortes norteamericanas por algunos delitos que pudieran haber cometido, a sabiendas de que no tendrían problemas a menos que esos delitos fueran los mismos por los que se están pagando esos millones si se captura a quienes los cometieron, es decir, narcotráfico, lavado de activos y crímenes de lesa humanidad. Todo lo demás puede ser dejado en el olvido y ellos lo saben bien.

En fin, el resultado de esta cacería que comenzó hace pocos días es totalmente predecible. Allí están los ejemplos más o menos recientes de unos cuantos que fueron objeto de la misma distinción y terminaron en las cárceles de Estados Unidos uniformados con bragas color naranja o tocándole la puerta a Lucifer para tomar sus puestos en el infierno: Noriega, Sadam, Osama bin Laden, el Chapo Guzmán, etc, etc, etc.

Si yo fuera uno de esos solicitados, estaría supremamente preocupado.


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