The Creator de Gareth Edwards, conocido por llevar un tono adulto y mesurado a Star Wars, es una mezcla entre varias de las películas de ciencia ficción de las últimas décadas con un subtexto de redención privada. Una combinación semejante, solo funciona cuando la cinta se aleja de sus referencias obvias. Algo que no hace con frecuencia. 

En The Creator de Gareth Edwards, muchas de las escenas parecen familiares. Tanto, que en algunas secuencias, la diferencia entre la referencia y la copia al carbón, es mínima. Uno de los grandes problemas de la llamada “gran película de ciencia ficción” del año, es, de hecho, que su director — que también es guionista — construyó su épica acerca del bien y del mal en un mundo distópico, a través del discurso de otras tantas obras cinematográficas.

Pero lo que podría ser un guiño sobre la relevancia de la ética en mitad de conflictos bélicos, de una violencia extrema, se convierte con rapidez en una fábula bien intencionada acerca de la cercanía entre distintos y la ferocidad de la lucha entre iguales. Un dilema que la película no resuelve, tampoco profundiza y mucho menos elabora, como anuncia, sus estupendas pero anodinas primeras escenas.

Desde Blade Runner hasta el animado Akira. La cinta es una mezcla de visiones acerca de la bioética, la robótica y los temores colectivos, en algunos puntos efectiva que cuenta una historia universal. Joshua (John David Washington) es un hombre que va en busca de casi un milagro: proteger a la raza humana. Todo después de que la inteligencia artificial se enfrentó a su creador y terminó por arrasar el mundo.

Los escasos sobrevivientes humanos deben entonces luchar, apenas con armas y en medio de una desventaja evidente, contra las criaturas a las que dieron vida, sustento y raciocinio. Pero Edwards, evita profundizar en una idea tan sugerente para ir en busca de otra perspectiva, más moralista, sensiblera y levemente endeble. La de un elegido que será el símbolo entre la destrucción absoluta o el renacimiento sobre las cenizas de toda conciencia humana.

Un viejo relato sin mucho que aportar 

El guion se toma una buena cantidad de tiempo, para pasear entre ideas poco concretas acerca de la responsabilidad acerca de las creaciones y el mundo del futuro, signado por una reflexión acerca del tiempo y la pérdida de la humanidad como conglomerado. Pero mientras Joshua atraviesa este mundo para encontrar la misteriosa arma que los robots han construido para devastar por entero a los pocos sobrevivientes humanos, la película divaga en direcciones complejas y todas poco acertadas.

Por un lado, la fotografía — entre paisajes decantes y de aspecto brumoso — tiene una semejanza apreciable con Apocalipsis Now de Francis Ford Coppola. De esta última, toma la voraz estética de naves que atraviesan atardeceres resplandecientes y costas devastadas por luchas de generaciones. También, con el documental Baraka, en especial, cuando Joshua atraviesa extensiones asombrosas en las que la cámara, se toma el tiempo de analizar lo robótico mezclado con la naturaleza agreste e impracticable.

Visualmente, The Creator es un prodigio de recursos, detalles y una construcción elaborada de un mundo, que sorprende al combinar lo viejo con lo nuevo. Cada una de sus criaturas robóticas, tienen una semejanza obvia con los droides más conocidos de Star Wars — en especial, Huyang, que recientemente llegó al live action gracias a la serie Ahsoka — pero el director se toma la molestia, de brindar la sensación, de cierta vitalidad interna. Uno de los puntos altos de la película, es su capacidad para hacer creíble este conflicto bélico a gran escala entre criaturas que desean sobrevivir a pesar de la otra.

No obstante, este logro argumental y de efectos digitales, choca con la poca imaginación de Edwards, para reinventar y reconstruir viejos códigos visuales para los que no tiene demasiado que aportar. El guion, que se basa casi completamente en el argumento de Akira, lleva a Joshua en busca de un líder que termina por tener el aspecto de una niña. Una trampa evidente de la inteligencia artificial para jugar con la sensibilidad de cualquiera dispuesto a destruir la única opción que los droides tienen para vencer en la guerra.

Pero el cineasta tampoco explora esta idea magnífica, sino que está más interesado en la relación que “Alphie” (Madeleine Yuna Voyles), el arma con el rostro exquisito de una pequeña con Joshua. Este último carece de los matices para ser algo más que un personaje utilitario, creado y escrito para ser la justificación acerca de cada idea relacionada con el género humano.

Al final, la mirada a la esperanza desde un punto de vista predecible, doloroso y bello 

Para sus últimas escenas, The Creator se esfuerza por analizar que es la vida y cómo puede comprenderse a través de criaturas, que aunque no son naturales, están conectadas, vinculadas y sostenidas por la necesidad de comprenderse a sí mismas. Pero la premisa — enorme y bella como se presenta — le queda grande a una película que deslumbra en pantalla, pero no se queda con el espectador al abandonar la sala.

Lo que se lamenta de la obra de Edwards, es su incapacidad para ser memorable, teniendo todos los elementos para serlo. Quizás, se trate del anuncio de un nuevo tipo de cine más mesurado y mejor estructurado que casi trece años de dominio del género de superhéroes. Aun así, se trata de una trampa complicada. Mucho más, cuando la premisa abarca la noción sobre la identidad colectiva desde un punto de vista en apariencia novedoso, pero que en realidad no lo es. Su mayor problema.


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