The Color Purple de Blitz the Ambassador tenía dos retos que superar. Por un lado, no quedar reducida a la comparación con la obra de Steven Spielberg de 1985. Por el otro, encontrar su propia personalidad. La obra logra ambas cosas con elegancia. 

La historia de The Color Purple es complicada en más de un sentido. No solo porque profundiza — y de manera dolorosa — en el estigma del racismo. Además, usa para hacerlo todo tipo de situaciones extremas e incómodas, que juntas envían un mensaje. El prejuicio y la discriminación deshumanizan. Lo hacen a un nivel total y brutal, como para despojar a cualquiera de los elementos básicos de la dignidad.

Algo que convirtió el libro de Alice Walker, publicado en 1982, en una obra controversial de origen. En su momento, hubo una amplia discusión acerca de la pornografía del sufrimiento y el abuso, para explorar en un tema polémico y parte de una herida social perdurable. Walker respondió a las críticas con una frase lapidaria. “No hay nada que produzca dolor que merezca ser suavizado”.

La premisa parecía estar incluida en la película de 1985 dirigida por Steven Spielberg. La adaptación, considerada la primera pieza de autor del cineasta, exploró en los horrores del maltrato, el desarraigo y la soledad desde la frontalidad. Tanto, como para ser cruda y cruel en la mayoría de los momentos. Protagonizada por una jovencísima Whoopi Goldberg, Oprah Winfrey y Danny Glover, la película intentó captar el impulso reivindicador del libro.

También, la certera voz de Celie Harris (Goldberg), en busca de su autorrealización, libertad y madurez. Pero ya fuera porque Spielberg necesitaba mayor profundidad al narrar o que la película era escandalosa para una época conservadora, el guion falló. Tanto, como para edulcorar una historia brutal y convertirla en una épica con momentos sensibleros que no siempre era sólida.

The Color Purple (2023) de Blitz the Ambassador tiene el mismo problema. Pero por sorprendente que parezca, el director logra enaltecer los puntos altos de este musical lúgubre y sobrepasar sus fallos. Mucho más, construir un recorrido incómodo y profundamente doloroso, a través de la vida Celie por medio de la portentosa voz de Fantasía Monique Barrino. Se trata de un riesgo calculado. El musical de Broadway tiene la facilidad de combinar escenarios esquemáticos con la potencia en vivo, para concentrar todo su poder en los personajes. Pero el realizador logra hacer en lo mismo en la película y dotarla de una maravillosa energía eléctrica.

Fuerza, poder y radiante belleza en una obra magnífica 

Esta vez Celie tiene el mismo tono y poder de su voz literaria — en tono epistolar — pero la posibilidad de la música, hace de la tragedia, una puesta en escena emblemática acerca del dolor humano. También, de la belleza y del tiempo que se construye a través del poder de la voluntad. Todo, en un escenario colorido que tiende a ser decadente; sin embargo, no por ello, menos atractivo y bien construido. El resultado es que la ficción literaria llega con toda la explosión de angustia, belleza y la luz de la redención al musical.

Mucho más, encuentra en las canciones y en la voz de Barrino, la sacudida esencial que conduce a toda la historia hacia un trayecto para encontrar la fe y la esperanza. El guion de Marcus Gardley capta la forma como la narración epistolar del libro, profundiza en su personaje central como en un laberinto. Celie, emerge como un poder de la naturaleza, una criatura herida por la violencia que se llena de energía, que aspira a la belleza y al amor, que crece para amortiguar los golpes del destino. The Color Purple no carece de drama, tampoco ignora la violencia.

Pero en lugar de edulcorarla para hacerla más digerible, la convierte en parte de una travesía que atraviesa infiernos de oscuridad y angustia, para enlazarse hacia la búsqueda de la realización. La cinta, es una oda al bien, al tiempo que transcurre y la evolución que eso supone. A la vez, al poder femenino. A la cualidad potente de su personaje central, que opaca un tanto al resto, pero logra integrarlos a su historia a medida que avanza.

Para sus escenas finales, The Color Purple alcanza el cenit de todo su planteamiento. Celie, canta que el dolor la ha destruido — y más de una vez — pero que el poder del tiempo la redimió. La cinta llega entonces a una madurez sensible y valiosa, que Spielberg no pudo lograr pero que, esta vez, se hace más elegante y sólida de lo que podría suponerse. El largometraje no es perfecto y de hecho, no aspira a serlo. En cambio, equilibra sus imperfecciones con la necesidad de explorar en las delicadas profundidades de su planteamiento central. Siempre hay una nueva oportunidad. Y esa, es pura fe, convertida en arte. El mayor mensaje del filme.


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