No podemos atrevernos a pensar que en el mundo no existen tontos, idiotas, cínicos o ladrones cuando, en verdad, eso es lo que sobra en este lugar inhóspito para la razón y la decencia.

Pero lo que nunca cabría imaginarnos, ni en las pesadillas más intensas que perturban los sueños de la gente más sencilla, es que por alguna extraña razón escogieran para regocijarse en sus maldades, improperios e injusticias este lugar llamado Venezuela.

Quizás el hecho de que Simón Bolívar fuera pródigo en sembrar libertades y fundar repúblicas que él, orillando la locura pero pletórico en bellas intenciones, imaginó perfectas pero, ay, se olvidó de la condición malévola de los hombres que en las batallas entregaban un coraje y un desprendimiento de la vida que los hacía héroes inimitables… y peligrosos.

No perdamos tiempo en recordar las heridas que fueron infligidas a la república perfecta que Bolívar imaginó, sino en la cadena de pícaros que cínicamente se encadenaron a su memoria no para protegerla sino para “rentabilizarla” en función de sus intereses económicos y políticos.

Los historiadores han aclarado, y siguen haciéndolo con ahínco y destreza, toda la podredumbre, todos los desechos y la inmensa e inagotable reguera de basuras que, desde el poder los propios militares venezolanos y sus escribidores, van añadiendo en el camino de convertir a Simón Bolívar en el bastón de sus ladronerías y de sus enriquecimientos ilícitos, de sus crímenes y de sus puñaladas traperas a la soberanía de este país digno, incluso cuando salimos a rogar aguas afuera por un auxilio para lograr la independencia que Bolívar anhelaba.

Hoy, malhaya sea, es ese ejército y su Estado Mayor que no existiría si no fuera por Simón Bolívar, el que se sienta y oye (no escucha) una retahíla de mentiras de un jefe que no es su jefe, sino que es su fachada.

El informe del señor Maduro sobre su gestión es un inventario que no merece ser comentado. Las cifras, los economistas, los periodistas valientes, los luchadores sociales, ya saben a qué se enfrentan: a un inventario de mentiras y una acumulación de desgracias todas convertidas en fantasías.

En estas memorias (o desmemorias oficiales) no aparecen ni aparecerán los militares torturados ni los que murieron en la lucha que usted, Maduro, nunca compartió.

Usted habló el martes (si es que habló o fingió hablar) sobre esta vida que padecemos. Pero, cínicamente, obvió el hecho específico de que usted la provocó con dos cuestiones fundamentales: su inmensa ignorancia sobre el manejo de las cuestiones públicas y su claro desprecio por el resto de la población que no cree en su capacidad como presidente. Y eso sí es grave y peligroso.


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