Mi amigo Eugenio me reclama permanentemente el uso, para él desproporcionado, del voquible terrorismo, o terror, que empleo de un tiempo no lejano para acá para referirme al régimen venezolano. Dice, además, que me expongo en demasía ante los criminales. Pero como hace mucho, por clarificación, he decidido mentar las cosas por su nombre y aún así confunden, como diría Saussure. No dejaré de insistir.

Lo que ocurre en Apure no es el ya acostumbrado, para nosotros, terrorismo de Estado. Aunque se haya desatado esa plaga en ese estado tan significativo para el país, política e históricamente. Es terrorismo puro y duro. La guerrilla colombiana ha decidido manifestarse con el empleo de armas y del terror que la caracteriza en territorio venezolano, sin más limitaciones que las que les trate de imponer, ahora sí, al parecer, la gente esta que se sostiene en el poder en Venezuela, cada vez menos sabemos cómo. ¿Será teatro nuevamente? Nada es increíble con ellos.

Aquí todos somos corresponsables, según la Constitución, artículo 322. Pero la mayor carga de responsabilidad recae sobre esa entelequia desmembrada que el mismo libro clave denomina Fuerza Armada Nacional. Sin otro remoquete. Su trabajo «profesional» determinado en esas palabras agrupadas en páginas consiste básicamente en: «garantizar la independencia y soberanía de la nación y asegurar la integridad del espacio geográfico mediante la defensa militar». Una pelusa. Hay mucho más, sorprendente: «La atención de las fronteras es prioritaria en el cumplimiento y aplicación de los principios de seguridad de la nación». Y más aún: las armas de guerra son propiedad de la República, sepa usted, Eugenio. «Las que existan, se fabriquen o se introduzcan en el país».

Se columbran múltiples conclusiones. La Fuerza Armada no se profesionalizó para cortar cabellos, repartir o adueñarse de la comida, la gasolina o para manejar canales de televisión o bancos. Obvio, su existencia tiene el propósito de defender la nación. Pero no en el momento en que estallan las oficinas o los transportes o mueren militares venezolanos. No. Desde el momento que los otros terroristas ingresaron a territorio nacional, sea este el 23 de Enero o Apure o cualquier otra zona llanera o citadina. ¿Dónde estuvo agazapada o prosternada la «inteligencia» militar? ¿Subordinada a parcialidad alguna o a la nación venezolana? Ahora llegan violentos los ayayay. Y los culpables a quienes hay que señalar y juzgar.

El lugar donde se centran los acontecimientos que han provocado otra ola de refugiados y huidos en estampida lleva el simbólico nombre de La Victoria. ¿No es terror esto, Eugenio? ¿No es terrorismo esto, Eugenio? Colombia viene hace tiempo reclamando la presencia de guerrilleros suyos acá. Con fotos, en un video, Iván Simonovis mostró hasta lugares de concurrencia de líderes de la guerrilla colombiana. Se habla de minas. ¿Estamos en un proceso de entrega del Estado y del territorio a intereses foráneos? Ahora la ONU alerta acerca de la presencia del Cartel de Sinaloa en el país. ¿Dónde yace la traición? Con esto no salvo mi responsabilidad constitucional como ciudadano. Pero transmito y comparto mi malestar por la transformación paulatina de Venezuela en un espacio que pudiera semejar siquiera a algún país del Medio Oriente. Transmito mi pesar porque algunos otros coterráneos deben seguir escapando miserablemente. Por más muertes de connacionales que tampoco debieron morir. Nunca sabremos cuántos  El terrorismo se manifiesta en Apure. Pero lleva tiempo operando aquí. Ese no llegó ayer.

 

 

 

 


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