La cortina de humo, y nunca mejor empleado el término, del momento es la serie de incendios que azotan el Amazonas brasileño. Es bueno llamar la atención que el incendio en dicha zona no es exclusividad de la tierra de la samba y las garotas. Considero oportuno recordar que el Amazonas es una vastísima área compartida por Brasil con Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam.  No deja de llamarme la atención que el foco se haya dirigido en esta oportunidad exclusivamente sobre lo que ocurre en el más grande de dichos países, mientras que de lo que ocurre en su vecino Bolivia ni una línea se ha publicado en los grandes medios. La alcahuetería al galope y en pleno ejercicio.

Para poner en perspectiva la magnitud de los incendios, de similares magnitudes en ambos países, vale la pena decir que el país que preside Morales ocupa alrededor del 13% del área abarcada por el que encabeza Bolsonaro. Sin embargo, las grandes corporaciones noticiosas se han cebado en la «tragedia brasileña» y se ha llegado a extremos insólitos, como la publicación que hizo el presidente francés de un tweet que comienza con la frase: «Nuestra casa está ardiendo». Y el ilustre galo ilustró su angustiado llamado con una estampa escalofriante de un voraz incendio en  el pulmón del planeta. Un pequeño detalle que no mencionó monsieur Macron: era una muy vieja imagen, hecha por el fotógrafo Loren McIntyre muerto en 2003. A los caballeros Emmanuel y Evo ni con el pétalo de una rosa.

Por supuesto que tampoco se ha hecho similar alharaca con la devastación a lo Atila que se ha ejecutado en nuestras selvas amazónicas. Nuestro «gobierno» ha entregado a Rusia, Turquía, China y facciones de las guerrillas colombianas vastos sectores de nuestro territorio amazónico y guayanés. Oro, diamantes, bauxita, coltán, hierro, entre muchos otros minerales, son extraídos de manera sistemática y desenfrenada en lo que fueron parajes de ensueño, y dejándolos convertidos en eriales que nunca más serán recuperados. La voracidad revolucionaria se mide con una vara de muy elástico rigor.

Las paradojas que se ponen en evidencia ante las tragedias que son todos estos eventos, los incendios en Brasil y Bolivia, así como la destrucción del sur de Venezuela, son muchas. Una que con su desparpajo provocó inmenso asombro fue el yernísimo y canciller Arreaza, quien tratando de pescar en río revuelto emitió un comunicado contra el llamado Grupo de Lima. Allí dice entre otras cosas: «En una actitud absolutamente reprochable y mezquina, dichos gobiernos optan por privilegiar su obsesivo fundamentalismo ideológico, antes que su obligación ética y legal de proteger y resguardar las selvas y fauna tropicales del Amazonas, así como a las comunidades y pueblos originarios que habitan en la región, ante los devastadores efectos de los incendios forestales que se han desatado». Caramba, caramba, tanto desprendimiento abruma. Y el honorable canciller criollo manifiesta su disposición para actuar de inmediato y apagar el incendio y emprender políticas internacionales para la recuperación ambiental de la zona. ¿Será que hubo eso que los psicólogos llaman proyección?

Mientras todo este tinglado sigue su curso, y así como quien no quiere la cosa, los maromeros venezolanos de siempre siguen haciendo de las suyas. Los que soñamos y creemos que es posible un país distinto, limpio, transparente, honesto y  trabajador seguimos exigiendo claridad. Cada vez que señalamos un desaguisado o alguna manifestación incoherente en la conducción de la tarea de rescate del país somos lapidados ipso facto. Apostamos porque, en algún momento, en sus cabezas semimomificadas entre algo de cordura y entiendan que Venezuela se transformó, que ya no es un potrero donde cualquier gañán entra a hacer lo que su corpulencia y malas mañas les permitan.

Los chavistas, ahora devenidos en maduristas, no son los únicos responsables de nuestro destrozo moral y material. El celestinaje en función de los intereses propios de mucho alto y honorable dirigente «democrático» está más que en entredicho y a eso no hay que sacarle el cuerpo. Es momento de sajar a fondo las pústulas que nos han brotado, es hora de sanar nuestro país.

 

© Alfredo Cedeño

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