Por María Margarita Galindo

En la actualidad, el conocimiento representa el ícono que determina el ritmo y la evolución de una sociedad; es posible observar en la historia como ha sido el motor de las revoluciones científicas y tecnológicas que han atravesado el mundo desde los vertiginosos cambios que originó la denominada “Revolución Industrial” ocurrida en Inglaterra desde 1750 y extendida por toda Europa hasta mediados del siglo XIX (Druker, 1993, p.21).

Desde esa época, y en la actualidad con un mayor empuje, es posible apreciar grandes avances en salud, genética, tecnología, entre ellos destacan, por ejemplo: los aportes de la aplicación de la bioremediación donde “se utilizan microorganismos, hongos, plantas o las enzimas derivadas de ellos para retornar un medio ambiente alterado por contaminantes a su condición natural” (Martín, 2017, p 1); de igual manera, se observa como la biotecnología ha permitido “la manipulación genética para la curación de enfermedades o para la producción de medicamentos o antibióticos” (Ibidem); también se observan los avances de la nanotecnología donde es posible la: utilización médica de nanorobots, para combatir enfermedades desde el interior del propio cuerpo, al actuar como diminutos cirujanos que tienen la capacidad de adentrarse en cualquier órgano y operar internamente, para solucionar los problemas sin necesidad de realizar las operaciones tan agresivas para el cuerpo que es necesario hacer en la actualidad (Ibidem, p.1)

Asimismo, específicamente dentro del sector educativo es posible observar cómo la tecnología y las herramientas propias de este nuevo siglo han determinado cambios necesarios en relación a las formas tradicionales de enseñanza, la educación virtual es parte de las nuevas dinámicas educativas. Entonces ¿qué es la educación virtual? La educación virtual, también conocida como enseñanza en línea, hace referencia al desarrollo de la dinámica de enseñanza – aprendizaje que es realizado de forma virtual. Es decir, existe un formato educativo en donde los docentes y estudiantes pueden interactuar diferentes al espacio presencial. (GCF Global, 2021)

Significa esto entonces que la nueva era de globalización digital rompe con el concepto tradicional de la presencialidad para abrir nuevos espacios de enseñanza y aprendizaje. El sector educativo no escapa de esta realidad. Herramientas como el bootcamp: “cursos intensivos que dotan a los estudiantes de una excelente preparación para saltar al mercado laboral. Las características principales son las clases intensivas y un temario muy  concentrado” (Castaño, 2018, s/p), demuestran que la era del conocimiento exige una formación actualizada y adaptada a las necesidades de la sociedad.

En este sentido, Blanco y otros (2021) señalan algo muy real, que los cambios y transformaciones recorren al mundo y se expresan de diversas formas a través de la automatización, el Internet, la inteligencia artificial, los teléfonos inteligentes, los vehículos autónomos e híbridos, la nanotecnología, entre otros. Por consiguiente, éstos no son ya una quimera, sino son reales; y con el proceso de globalización en marcha, comienzan a estar a la disposición del planeta. (p.23)

En este orden de ideas es fundamental reconocer que el papel de mayor impacto está en manos del conocimiento, la producción y generación del mismo garantiza el avance, progreso o la propia involución. No identificarnos en la era del conocimiento es una sentencia directa al fracaso. Lo expuesto coloca en evidencia cómo esta moderna sociedad está caracterizada por acelerados avances, propios de un mundo globalizado, el cual utiliza la producción de conocimientos para su desarrollo científico y tecnológico.

El desarrollo de las naciones en parte depende de la capacidad de producción de conocimiento que se tenga; para ello hace falta que los actores responsables del diseño de políticas públicas, plantean las mismas considerando la educación y sus elementos como un vértice vital para el desarrollo aspirado.

Al respecto Vanegas (2009) señala que el Estado “es el indicado para forjar la unión entre los sectores productivos y científico-tecnológico” (p.112); asimismo, señala que “el desarrollo científico y tecnológico debe ser visto como una herramienta en la lucha contra la pobreza y el atraso de los países, es decir como un medio para lograr desarrollo” (p.118)

Desde este precepto el Estado es responsable, a través de la formulación de políticas públicas, de plantear líneas de acción coherentes que conduzcan a la producción de conocimientos que promuevan el desarrollo en una nación. Según lo expuesto, el progreso de un país está sujeto a dos vertientes: el Estado y las universidades. El Estado porque es el que diseña, planifica, formula e implementa las políticas públicas que van a permitir crear las líneas necesarias para promover y apoyar el desarrollo del país, y por otro lado, las universidades y los centros especializados de investigación porque son las instituciones que representan el principal centro de la producción del conocimiento, motor necesario para el desarrollo científico y tecnológico de una sociedad, siendo los docentes-investigadores de este nivel actores claves que determinan la producción científica de estas instituciones.

Los docentes en su condición de investigadores, son los responsables de atender la producción del conocimiento, y para ello se requiere estar formados, es decir, ser necesariamente docentes-investigadores, una condición más allá de ser docentes. Siguiendo este orden, la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI (1998), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), señala que la Educación Superior tiene un papel relevante para satisfacer las expectativas de una sociedad que exige desarrollo, de allí que su rol estratégico está referido a transmitir, enriquecer y difundir el conocimiento. De modo que una tarea primordial de la Educación Superior y la Educación Universitaria es producir conocimientos para resolver problemas de diferente naturaleza, para lo cual necesita docentes-investigadores.

 


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