Extraña situación, porque hasta el presente no hay otro enemigo a la vista que no sea el coronavirus, el cual «lanza en ristre» avanza sobre nuestras comunidades, sin discriminaciones ideológicas, políticas, económicas, sociales, culturales, raciales, nacionales o religiosas, este enemigo en cuestión comprende que la avaricia, la corrupción, la ignorancia y el abuso de poder  de los dirigentes nacionales o ¿internacionales? de nuestras sociedades, le permiten dramáticas y trágicas victorias, identificadas claramente con la muerte creciente de nuestros ciudadanos, con sus indeseables resultados de destrucción del principal patrimonio nacional como es la vida de sus habitantes.

¿Y los tanques? ¿Qué hacen esas máquinas de guerra en las calles de nuestra ciudad capital?, ¿es acaso que al Alto Mando de la FANB se le ocurrió que con semejante instrumento de muerte podían contribuir exitosamente a la victoria de  la ofensiva sanitaria intimidando al coronavirus? o ¿será que una vez más en Venezuela utilizamos la capacidad destructiva de esas máquinas para meterle miedo a los ciudadanos, adelantándonos a los negativos efectos que en la opinión nacional han tenido y siguen teniendo las políticas públicas que una y otra vez nos ha comunicado el gobierno durante toda sus gestión?

La indeseable visita del virus le ha permitido al gobierno silenciar el indispensable debate que se debe realizar, no importa que sea posterior, sobre la inoportuna destrucción del material electoral, suceso en el cual hasta el presente no cabe otra explicación que el del un intencional descuido, como ha ocurrido en la historia política de la humanidad, dinámica en la cual sobran los ejemplos sobre la utilización del fuego para desprenderse de futuras evidencias o sencillamente para perturbar una indispensable consulta política, que Nicolás y sus acompañantes saben que les resultará desfavorable.

Nunca olvidaré una experiencia muy personal vivida durante mi residencia en la capital chilena por allá en julio de 1973, cuando el comandante super decidió sacar su batallón de tanques, para intimidar al presidente Allende y persuadirlo de la necesidad de renunciar a la conducción constitucional de la nación, ver los tanques deslizarse por las avenidas que daban acceso al Palacio de la La Moneda era todo un impactante espectáculo lleno de  amenaza e intimidación.

¿Entonces Vladimir? Estás en deuda con la información a  los ciudadanos, ¿para qué eran y siguen siendo los tanques?


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