En tiempos de conflicto, cualquier medio que disuada, destruya o empobrezca al adversario, es útil y estratégico. Milenios de historias de guerras nos muestran que el dolor humano es relegado a un segundo plano y pasa simplemente a ser un medio más para ejercer presión. En épocas remotas se desviaba (o envenenaba) el agua y se cortaban el flujo de víveres a las ciudades sitiadas. Se sometía a la población a atroces sufrimientos hasta reducir su moral a cero y, con ella la combatividad de los ejércitos. Ahora, se apunta al mismo objetivo primitivo, pero por otros medios, más “modernos”.

Así, mientras la lucha armada hace estragos en las calles de Ucrania, la lucha económica adquiere cada vez más importancia. Rusia bombardea y, al mismo tiempo, el Occidente, junto con Ucrania, orquesta sanciones que evidentemente tendrán un efecto destructivo, tan arrollador como las bombas. Los analistas calculan que la ristra de sanciones occidentales contra Rusia, harán retroceder su producto interno bruto en 15%. Se dice fácil, pero en detalle, se trata de miles de empresas quebradas o empobrecidas, millones de desempleados en las calles y otras tantas consecuencias, unas más funestas que otras.

Por ello, las sanciones empujan a Rusia a reformular sus alianzas, e incluso, a acercarse a su gran rival histórico e ideológico, China. Una sanción de profundo impacto ha sido la expulsión de los bancos rusos de la red de comunicación financiera Swift y, para intentar paliar sus efectos, Rusia voltea hacia China y su red CIPS (Sistema de Pagos Interbancarios de China, en sus siglas en inglés). Evidentemente, más por pragmatismo que por ideología.

A modo de recordatorio, el 28 de febrero de 2022, la Comisión Europea, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido, Canadá y Estados Unidos publicaron una declaración conjunta sobre medidas económicas contra Rusia. Entre otras restricciones, siete bancos rusos seleccionados fueron retirados del sistema Swift.

La mayoría de los bancos del mundo, incluidos los principales de Rusia, están conectados a la red Swift, que significa «Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication». Swift es un sistema de mensajería que transmite instrucciones entre bancos y se utiliza sobre todo para las comunicaciones transfronterizas. Cada día maneja más de cincuenta millones de mensajes y permite realizar transacciones por un valor de 5 billones de dólares (esto son 5 millones de millones), en todo el mundo. Pero no es una institución financiera ni un sistema de pagos, ya que no puede mover dinero por sí mismo.

Esta organización se fundó en 1973 como una empresa cooperativa con sede en Bélgica. Conecta a unas once mil instituciones financieras de doscientos países. A pesar de algunos ataques informáticos dirigidos a bancos individuales, el sistema global es seguro, ya que se gestiona desde tres centros de datos, que pueden manejar cada uno de ellos de forma independiente, todo el tráfico en caso de fallo de uno de los otros centros de datos.

Dado que Swift es el primer y principal actor en este ámbito, también se ha convertido en la norma del lenguaje en la comunicación financiera, de modo que los mensajes formateados según la norma Swift pueden ser procesados en otros sistemas, aunque los mensajes no viajen por la red Swift.

Se supone que el sistema es neutral, pero ya se ha utilizado varias veces para sancionar a un Estado. Como es sabido, la exclusión del sistema puede utilizarse como medida coercitiva. Desde la anexión de Crimea en 2014, Rusia, que ya había sido amenazada con este tipo de medidas, ha implementado su propia red, denominada SPFS (la traducción literal en inglés sería System for Transfer of Financial Messages). Esta alternativa a Swift ha sido creada, precisamente, como medida de respaldo en caso de bloqueo. Por ahora, la utilizan sobre todo las instituciones nacionales. Alrededor del 20% de las transferencias dentro de Rusia se realizan a través de este sistema.

En la actualidad, la red rusa es pequeña, ya que incluye como máximo veintitrés bancos extranjeros. Además de ser un plan de respaldo, el SPFS es para Rusia una herramienta que le permite ser más autosuficiente, disminuir su exposición a Occidente y contrarrestar la supremacía del sistema financiero mundial denominado en dólares.

Al igual que Rusia, China tiene su propio sistema de mensajería, el CIPS. El «Sistema de Pagos Interbancarios de China» es ligeramente mayor y más desarrollado que el SPFS. Incluye 75 participantes directos dentro de China y 1.200 indirectos. Su infraestructura se basa en las normas de mensajería de Swift. Sin embargo, el sistema está diseñado únicamente para las operaciones en yuanes chinos. Hasta ahora, el CIPS maneja sólo una fracción de las transacciones de Swift, ya que sólo gestiona 15.000 mensajes al día.

Para Rusia, el CIPS podría ser una solución más viable a largo plazo para contrarrestar las sanciones, y si el CIPS y el SPFS trabajan juntos en esto, también se acercan a su objetivo de llegar a ser utilizados internacionalmente y erosionar la posición del dólar en el sistema financiero mundial.

El yuan tiene más posibilidades que el rublo de convertirse en una moneda rival del dólar estadounidense. De hecho, aunque por ahora el yuan sólo cubre 3% de los intercambios mundiales, mientras que el dólar alcanza el 40%, el rublo sigue estando muy lejos de esas cifras. Además, 17,5% de los intercambios entre Rusia y China se realiza ya en yuanes. Esta proporción aumentará si Rusia hace un mayor uso de la solución CIPS. Aunque el desarrollo común tardará en consolidarse, demuestra que a China y a Rusia les interesa crear relaciones independientes de Swift.

Estas razones son, en parte, las que hacen que Rusia tenga en cuenta a China y su red CIPS para continuar con las transferencias internacionales a pesar de las sanciones impuestas. En este contexto, ambos países acordaron una asociación «sin límites» el 4 de febrero de 2022, unos días antes de la crisis.

Además, el CIPS y el SPFS ya están conectados. Este trabajo conjunto podría beneficiar a ambas partes. Sin embargo, las sanciones extranjeras dirigidas a los bancos individuales que negocian con Rusia podrían obstaculizar estos esfuerzos. De hecho, aunque los sistemas sean independientes, requieren la participación de bancos reales que podrían verse directamente amenazados por los países occidentales.

En conclusión, aunque el CIPS probablemente no sea suficiente para Rusia por ahora, esta prohibición del Swift podría haber sido el pequeño impulso que Rusia y China necesitaban para emprender su proyecto común: reducir su dependencia económica del dólar estadounidense y del Swift, controlado por Occidente.

Paradójicamente, si no se mantiene el pulso fino y atento de la diplomacia, las sanciones en contra de Rusia estarían conformando una robusta alianza de dos superpotencias militares, energéticas y tecnológicas con sus evidentes desequilibrios y rivalidades con Occidente.  La pugna entre Swift y el CIPS no es sino una pequeña señal de esta transformación geopolítica.

@A_Urreiztieta


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