El 5 de Julio se celebró el 211 aniversario de la declaración de la Independencia de Venezuela separada así definitivamente de la metrópoli española. De lo que nos han enseñado resulta que ese día lo que tuvo lugar en la Capilla de Santa Rosa (ubicada entonces donde hoy está el Palacio Federal Legislativo) fue un acto neta y exclusivamente civil, no resultó de ninguna batalla sino del giro que dio el Congreso Constituyente que venía reuniéndose desde unos meses antes en un ambiente de decidida agitación patriótica. Sin embargo, en Venezuela la efemérides se recuerda anualmente con un desfile militar que antes era marcial pero desde hace unos años se ha convertido en espectáculo cada vez más devaluado hasta haber llegado -y atravesado ya- el umbral de lo ridículo el martes cuando aquel ritual, otrora formal y solemne, se vio presidido no ya por el sedicente presidente constitucional de la República y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional, sino por un insólito muñeco de plástico inflable que pretendía personificar a un personaje cuyo insólito nombre es el del título de este artículo: Superbigote.

Vale decir, pues, que una conmemoración civil se la cogieron los militares (distinto el caso de Carabobo que sí fue un resonante éxito de las armas criollas), su comandante en jefe dejó al público “con los crespos hechos” porque no se atrevió a asistir y fue representado por Superbigote al frente de un nutrido y folklórico  combo de “milicianos”, de esos mismos que van a defender el «sagrado suelo de la patria» y su soberanía de cualquier intento de incursión por parte del hegemón continental. Naturalmente, no se hizo mención alguna al hecho de que ya la patria ha sido invadida, conquistada y sometida por Cuba, ni tampoco del bochorno representado por la alianza proclamada por el jefe del Estado y los militares que lo sostienen tomando el lado de la Rusia que hoy ha desatado una guerra de exterminio contra su vecina Ucrania y también el lado de Irán que es el centro de comando del terrorismo, ya no solo en Asia sino también desde las alas de aeronaves que vuelan con registro venezolano siendo que pertenecen al eje del mal.

Sí señor, esa es la “alianza cívico-militar” (o mejor militar-cívica) que se nos ha impuesto para sustituir la Venezuela que exportaba 3 millones de barriles diarios de petróleo por esta que hoy apenas produce medio millón y el número de 3 millones es el de los pobres de solemnidad, muchos de los cuales sobreviven en la búsqueda de comida entre la basura que desechan restaurantes y hoteles.

Esa es la República Bolivariana que hoy “se está arreglando”, aunque ello no detenga el éxodo de un promedio de 1.400 ciudadanos por día que se unen a los 6 millones ya emigrados cuya existencia, naturalmente, se desconoce para impedir su voto el día -si llega- de una elección de verdad.

Quien esto escribe no se avergüenza ni reniega de su patria, pero sí se avergüenza de que la representación de su jefe de Estado, aunque sea un usurpador, la encarne un muñeco inflable comandando una Fuerza Armada otrora de “forjadores de libertades” y hoy con más generales y almirantes que soldados cuyos ascensos se utilicen para profanar el altar de la patria, como se acaba de hacer. ¿Se imagina usted, amigo lector, lo que irán a relatar los informes que las representaciones diplomáticas extranjeras estarán pasando a sus capitales en estos días?

Entendemos que la angustia de procurar el sustento diario tal vez dificulta la reflexión alrededor de los grandes temas que influyen en el rumbo de la patria, pero así y todo no podemos dejar que todas estas vergüenzas terminen moldeando el destino del país que aspiramos a legar a nuestros hijos y nietos.

@apsalgueiro1

 

 

 

 

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!