El mundo estuvo muy pendiente de las consecuencias que traería la amenaza rusa al petróleo. Vladimir Putin vociferó que el apoyo internacional, sobre todo europeo, sería respondido con recortes de suministro, si no acaso un boicot a todo el que apoyara a Ucrania. La estimada subida de precios del gas tampoco se materializó, entre otras cosas por la circunstancia de un invierno notablemente cálido.

No obstante, lo que se previó como un comienzo de año auspicioso para los precios, no solo en Europa sino en el mundo en general, tales estimaciones han sido afectados por previsiones de un mercado más complicado dadas ciertas circunstancias geopolíticas que examinaremos en este artículo. El caso es que la confrontación entre Rusia (e indirectamente China) y Occidente alborotará el mercado y los precios, hacia mediados de este año, enturbiando el prospecto que se tenía de una pax energética.

Las consecuencias son obvias: aumento de precios para la industria pero también para los particulares; los países con libre mercado se verán obligados a aumentar los impuestos, lo cual de por sí genera inflación. Por otro lado, aleja el entendimiento entre de la OPEP y sus clientes nacionales. Recordemos que las tensiones entre productores y consumidores de petróleo han creado enormes crisis internacionales, como los infames boicots de los años setenta.

Obstáculos y prognósis

¿Qué factores han empujado el precio hacia arriba? En principio, la política de cero covid en China, a pesar de muchos conflictos e insatisfacción ciudadana. El caso es que la derrota al covid ha motorizado una revitalización de la economía en el país asiático que implica, obviamente, un aumento del consumo petrolero. Otro aspecto es que la proyectada recesión en Estados Unidos no fue tan profunda como se anticipó y, por tanto, no alteró el patrón de consumo hacia abajo.

Otros factores fueron: la caída de la producción rusa, presionada por sanciones muy fuertes de Estados Unidos y Europa; falta de excedente petrolero en las reservas de países de la OPEP (por ejemplo Venezuela, donde se ha destruido la capacidad productora y de reservas). Suma (o resta más bien) a esto la baja inversión en explotación de hidrocarburos en países fuera de la OPEP. Cierto que el precio subió, pero el incentivo de inversión bajó por lo costoso que se hacía la exploración, extracción, almacenaje y transporte del precioso «oro negro».

El gas también fue factor de presión inflacionaria. Aumentó la demanda europea, no para uso, sino almacenamiento ante la animosidad con Rusia. El resto se ha ido en la inversión europea, sobre todo, de países con tradición de suministro ruso.

¿Qué se estima para el futuro inmediato?

Aquí algunas prospectivas posibles:

  • Habrá más enfrentamientos con la OPEP.
  • La OPEP apuntará a un precio del barril mínimo de 90 dólares por barril, mucho mayor que el precio previo a la guerra de Ucrania.
  • La divergencia de la OPEP y sus mayores clientes (Estados Unidos y Europa) impulsarán definitivamente las energías alternativas (solar, eólica, de biomasa, biogás, etc).

El caso es que no habrá resolución al corto o mediano plazo, pero al menos sí una voluntad a largo plazo de darle a los hidrocarburos una competencia efectiva con las energías alternativas.

 


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