Seguramente soy de la «izquierda trasnochada», esa que como la inmensa mayoría de un país no aplaude la retórica de la demagogia y la corrupción, y no pertenece a la «izquierda panegírica» que prefiere  ser parte de una vulgar claque que llena de profundo «éxtasis» es capaz de ponerse de pie ante la más despreciable y absurda de las mentiras.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» que, como millones y millones de venezolanos, tiene su nevera vacía porque su salario o pensión fue pulverizado hasta convertirme en parte de la neoesclavitud del siglo XXI, al estilo de países como Corea del Norte, en donde la población debe entregarle hasta su pesca a los militares, so pena de ser torturados y encarcelados, y no ser parte de esa «izquierda panegírica» -que se viste de verde y de blanco, casualmente los colores de los partidos de una otrora casta política del siglo pasado- que se convirtió en neocolonizadora y explotadora de su propio pueblo, traicionando los preceptos más sagrados de libertad y de patria, por los cuales hace 200 años juró y luchó Simón Bolívar junto con los próceres de independencia.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque mis menguados ingresos en bolívares apenas me alcanzan para comprar un kilo de harina, mientras que la «izquierda panegírica», esa que hipócritamente habla de «soberanía y anti-imperialismo» es la primera que calla ante la realidad de la dolarización que su propio «líder» aseguró ante un fallecido periodista no le parecía nada mal que se instaure en nuestra economía, y que al parecer a ellos tampoco les afecta al verlos vestidos con trajes de etiqueta, ropas y relojes de marca, y algunos hasta mostrando en su obesidad que la «buena vida» dolarizada siempre les acompaña desde sus bolsillos.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque ante la inmensa crisis de ruina económica, ahora conformo más de los 5 millones de venezolanos que han abandonado a sus familiares y amigos ante un escenario de podredumbre social generado por una «izquierda panegírica» que ahora dice tener por intermedio de lo que llaman un «carnet patrio», una lista de más de 20 millones de connacionales a quienes intentan terminar de sumirlos en la más humillante condición social de hambre y de miseria.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» que decide no importarle arriesgar su vida en el mar o llegar a otro país de habla inglesa en el cual irónicamente, también voy a ser maltratado, pero que prefiero esa menguada realidad de decidir entre lo peor y lo paupérrimo que significa seguir viviendo donde la «izquierda panegírica» nos impone sus nefastas e impunes formas de vida.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada», quien para ir a su sitio de destino se va caminando, o se monta en un deteriorado sistema de transporte público que lamentablemente en algunas oportunidades ha dejado víctimas fatales, o tiene que viajar en un destruido Metro de Caracas para llegar al espacio de responsabilidades laborales, sociales o familiares, mientras existe una «izquierda panegírica» que se desplaza en sendos vehículos y camionetas de lujo, último modelo, los cuales jamás pudieran justificar con los ingresos actuales de «funcionarios».

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque vivo en una suerte de comodato político en una de las llamadas «viviendas» que son propiedad del gobierno, y sobre las cuales me amenaza la «izquierda panegírica» con echarme a la calle el día en que no vote por ellos.  O soy de la señalada «izquierda trasnochada» porque la «izquierda panegírica» apoya sin mínima palabra de inconformidad que también sea condenado a «no comer» porque me niego a ese mismo aberrante ejercicio político de votar en favor de quienes han arruinado la vida de nuestro país.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque veo cómo en mi barrio fuerzas represivas del Estado destrozan y masacran todo a su paso buscando supuestos delincuentes, y terminan tales desafueros con el fallecimiento de inocentes, mientras aparecen individuos en videos desafiantes portando armas de guerra que dicen apoyar a esa «izquierda panegírica» y sobre quienes no existe ley, y menos autoridad alguna que los detenga, aunque esa orden haya venido en algún momento de quien aseguran fue y será su «comandante eterno».

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque no tengo dinero para comprar uniformes y zapatos escolares a mi hijo, y menos teléfonos celulares inteligentes, o las llamadas tabletas, o computadoras, y ni siquiera cómo pagar un servicio de Internet para que ellos cumplan con sus asignaciones pedagógicas, lo que de manera rimbombante y cínica la «izquierda panegírica» llama «educación a distancia» y además de «calidad», mientras los hijos de ellos hasta estudian en costosas universidades del exterior.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada», de esos que en caso de enfermarse o llegar a contraer el covid-19 tendrán que ir a un destruido centro público de salud, el cual carece de todo tipo de equipos y medicamentos para sus pacientes, mientras la «izquierda panegírica» junto con sus familiares, en caso de llegar a verse afectados por un problema semejante, asisten a las más costosas clínicas, e incluso algunos de ellos si se les complica la situación de vida son llevados a otros países en aeroambulancias.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque desde hace muchos años no puedo brindar a mi grupo familiar unas merecidas vacaciones, aunque sea en otro estado del país como el Táchira donde viven mis padres; mientras observo que la «izquierda panegírica», esa que dice va a «respetar las leyes», permite construcciones faraónicas en el archipiélago de Los Roques y otras partes de Venezuela, violando toda normativa ambiental y adonde ellos van a «dulces descansos» cada vez que les place, como muestran las imágenes con felices sonrisas que comparten en las redes sociales.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque desde hace mucho tiempo hemos visto y leído las advertencias de la pérdida y entrega del Esequibo a Guyana, como efecto de una cómplice y traidora diplomacia que a cambio de apoyo político poco le importó que esa inmensidad de territorio fuera quedando en el olvido; mientras existe una «izquierda panegírica» que habla de luchar y exigir su devolución, cuando no solo del mapa de Venezuela quitaron el espacio Zona en Reclamación, sino que ninguno de ellos plantea exigirle a Rusia que nos devuelva los documentos históricos de despojo de esa geografía, cuando en 1899 el presidente del «tribunal» que causó tal robo a la patria del Libertador era de esa nacionalidad euroasiática.

Seguramente soy de la «izquierda trasnochada» porque como parte de los grupos indígenas del sur del país, prefiero cruzar la frontera en esa dirección, que seguir siendo parte de los grupos explotadores que no solo nos oprimen generando cualquier barbarie sobre la descendencia de mis ancestros, sino el ver que la «izquierda panegírica» se convierte también en protagonista de la destrucción del ambiente y la más antigua zona de formación terrestre, viendo como grupos irregulares y armados se adueñan del oro de manera inmisericorde, y sin ley ni «institución» que los detenga en macabros crímenes de derechos humanos y contaminación del hábitat de Canaima, y ríos como el Orinoco.

Sin duda, pertenezco a la «izquierda trasnochada» porque como académico, egresado de universidades nacionales, quien puede mostrar su única cuenta bancaria ante cualquier miembro de la «izquierda panegírica» – cosa que ellos nunca harían- y  ha sido un preso político como otros cientos de ellos que aún luchamos por su libertad, ante un gobierno que ha sido denunciado por instancias internacionales de violar derechos humanos, y quien año tras año, escucha el repetido discurso de la «recuperación económica» y que más de 70% de un presupuesto que nunca mencionan cuál es su monto se destina en una supuesta «inversión social», mientras la infraestructura del país está completamente destruida, y con ciudadanos que deben vivir sin agua, sin gas, sin luz, sin gasolina, y lo más grave, sin esperanzas por un futuro mejor.

Venezuela merece un porvenir distinto, y aunque hayamos perdido el sueño por tantos problemas que nos agobian como la inmensa mayoría del pueblo, nos enaltece ser llamados de «izquierda trasnochada» porque seguiremos luchando con nuestros hermanos de limpia moral y ética para que nuestra hermosa nación nunca más se divida de manera perversa entre pobres y lo que la «izquierda panegírica» ha llamado a sus integrantes como su «nueva burguesía».


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