Una película reveladora de verdades oscuras, secretos a voces en todos los Estados, el cual es la denuncia de desaparición de niños, trata de blancas, pederastia, esclavitud, uso de infantes, en operación de guerras en grupos como guerrillas, movimientos terroristas, sectas religiosas, entre otros flagelos, como consecuencia de la corrupción, propia de sistemas de Estados megalómanos, destinados para Hispanoamérica; denuncia que se lleva escuchando durante toda la vida, en todas las épocas de la historia.

Flagelos, latentes en sociedades condenadas a la pobreza, como las sociedades de Hispanoamérica, léase bien, condenadas, no autocondenadas, aunque bastante ayuden los factores y elementos políticos en caldear las condiciones para estos crímenes, en pro de intereses monopólicos financieros, para sumir las naciones condenadas al subdesarrollo, tercermundista, y países bananeros, entre otras subcategorías de la miseria, con la finalidad de mantener los bajos costos en materia prima, desde la susodicha independencia, donde la principal materia prima es el pueblo, más allá de la infraestructura, los grandes yacimientos minerales, está la principal fuente de la riqueza, que es el factor humano.

No obstante, los análisis insisten en la dialéctica de ese pensamiento decimonónico, en pensar que las naciones son pobres porque a su gente le falta un tornillo, es estúpida, imbécil, imberbe, ingenua, entre otras patologías y características, mas a nadie se le ocurre la impopular idea de que el hecho está en que existen intereses suficientes por los que se mantiene, cueste la riqueza que cueste a las naciones pobres, no desarrolladas, sin seguridad jurídica, social, con un riesgo país enorme, precisamente para devaluar la principal riqueza de un país que descansa en la arquitectura y poder de su gente.

Somos conscientes de que existen naciones totalmente controladas, por ejemplo, Estados Unidos como foco predilecto, pero en el otro lado de la moneda están las naciones en un total caos, que son precisamente las que encienden las alarmas de esta reveladora película.

Se denuncia de la isla usada, en paralelo con la isla del occiso Jeffrey Epstein, para una élite, sin vergüenza alguna, relacionada con el mundo del cine hollywoodense, al que se le hizo frente en la administración Trump, haciendo eco precisamente de esas denuncias; sin embargo, en el fondo de la película escuchamos la cortina de la Maza interpretada por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, íconos de la isla de la fantasía, durante décadas como el salón de la prostitución y pederastia, envuelta en un ambiente de numerología cabalística, revelando que la industria de la pobreza destinada para Hispanoamérica, genera más de 150 billones de dólares, en todo lo relacionado con el tráfico humano.

Pero en los medios no se dice nada de una isla que fue primero que la de Jeffrey Epstein, donde durante décadas desde el triunfo de la revolución socialista sus mujeres se regalan por una pasta de diente fluorada, un jabón de baño, entre otras pequeñeces, porque a una familia se le antojó condenar la nación hispanoamericana a la esclavitud perenne, bajo la venia de la comunidad internacional.

Venezuela, nación que no es propiamente una isla en sentido geográfico, pero es como si lo fuera en el ámbito político, donde sólo en 2023 se contabilizan más de 40.000 niños de esa nacionalidad que atravesaron la selva del Darién, eso sin contar los que atravesaron la Cordillera Andina, en busca, bien sea del sueño americano, o una mejor calidad de vida, huyendo del idilio de la dialéctica del hambre, o lo políticamente incorrecto.

En ese sentido sorprende la digna y plausible cinta Sonidos de libertad, pero no se escuchan los gritos de Siria, Ucrania, Venezuela, Cuba, donde miles y millones de niños huyen del muy bien planificado error de sus políticas públicas y del horror de una guerra anunciada de proporciones mundiales; además, que la misma situación pasa en todos los países de Hispanoamérica, porque son precisamente eso, materia prima barata, para los grandes centros monopólicos del poder. O es que no se entiende que las migraciones de millones de humanos de una nación a otra genera grandes cuotas de ingresos fiscales directos y paralelos de forma inmediata, eso sin mencionar la mano de obra esclava, que representa.

En definitiva, las naciones pobres de Hispanoamérica, es decir, bajo las garras de sistemas totalitarios, tiránicos, colectivistas contrarios a mercados libres, capitalismo, son el caldo de cultivo, para la creciente industria sobre la trata de personas, esclavitud, pobreza en la que los sumen estos sistemas.


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