Sotavento es la única cinta de Venezuela, incluida en la selección oficial internacional del prestigioso BAFICI 2022, donde se proyectan películas y cortometrajes de alta competencia y circulación en certámenes de talla mundial.

Ya es mi tercera cobertura BAFICI de corrido, para la revista Perro Blanco, cuyas páginas hospedan la reflexión de algunos de los críticos más respetados del continente.

En mi caso, tengo la costumbre de empezar por el cine venezolano, buscando conexiones a la distancia.

Por casualidades de la vida, el cortometraje Sotavento, de diez minutos de duración, debutó en el Festival de la Crítica Cinematográfica de Caracas, celebrado en diciembre de 2021.

Por trabajo no pude verlo hasta el día de hoy en la programación digital, habilitada para quienes reportamos el BAFICI, sin salir de nuestros países, desde nuestras casas.

Quería asistir presencial en 2022, pero no pudo ser posible por agenda. Intentaré cumplir el sueño el próximo año.

Por lo pronto, mis retinas cansadas del ajetreo y el filtro del streaming, han sido gratamente refrescadas por el hondo sentido metafórico y conceptual de Sotavento, realizado por Marco Salaverría Hernández, quien es uno de los principales directores de sonido del país, al punto de hacer el trabajo para el filme El Abrazo de la Serpiente, nominado al Oscar.

Salaverría figura en la lista de un grupo de venezolanos que cambió las reglas del registro y el diseño sonoro en Venezuela, para siempre, profesionalizando el oficio. Una generación de la que no se habla demasiado en prensa y redes, porque se tiene corta o escasa memoria.

Hablo de un conjunto de creadores que, tomando la experiencia y la formación de las grandes escuelas del planeta, decidieron elevar el registro y el diseño sonoro en Venezuela, a la categoría de un arte noble y trascendente, compitiendo con el impacto de la propia imagen en movimiento de una serie de largometrajes.

Pude conocerlos por mi amistad con Francisco Toro, formado en Reino Unido y España, para luego trabajar en el semillero de Taurus Estudio.

Posteriormente, Toro fundaría el estudio Tres Pares, hasta que las circunstancias de Venezuela impidieron el desarrollo de muchos de ellos en el país, cuando la industria comenzó a colapsar y zozobrar por la crisis.

Hoy Francisco Toro vive en México, así como otros miembros del grupo engrosan los números de la diáspora criolla. Caso del reconocido Gustavo González, fundador de 360 Estudio.

Por cierto, con Francisco y Gustavo a la cabeza, se perfeccionó el sonido de mi primera película estrenada en salas, Jacinto Convit.

De modo que pude atestiguar la evolución del gremio sonido, y su sintomática disgregación y atomización, a consecuencia de las dificultades políticas, sociales y económicas de Venezuela.

En tal sentido, no es casual que Sotavento aborde las temáticas del desarraigo y el exilio interior, según la perspectiva de unos niños que conforman una familia separada de sus abuelos, con quienes se comunican a través del celular y de mensajes de voz, como tantos de nosotros que hemos perdido vínculos y relaciones de décadas.

Por ende, la película nos conmueve y nos toca en las fibras más sensibles.

Así lo resume la pluma de Magdanela Arau: Sotavento hace pie en un contexto doloroso y conocido, y gracias a sus niños maravillosos logra que los cuentos sean tan reales como el destierro, que los ancianos transmitan fantasías capaces de vencer a cualquier tirano, y que la aventura sea pura condición de la existencia.

En efecto, el guion cuenta una historia mínima, que llaman, sobre dos niños que primero se encuentran en casa, y después juegan en el espacio abierto de Margarita, recreando las fantasías marítimas de una expedición en un barco, por encima de las ramas de un árbol.

La cámara siempre seguirá el enfoque de los chicos, manteniendo el lente a la altura y por debajo de su estatura, dignificando la visión de la infancia. Son niños inocentes, con un pureza que el cortometraje rescata, en un gesto de amor y proximidad por la mirada de los pequeños de la casa, bajo la inspiración de tantos clásicos como 400 Golpes o de la misma Pequeña revancha de Venezuela.

En este caso, lo más singular es que se trata de hacer una ficción de la realidad del director Marcos Salavarria con su esposa y sus dos hijos, en Margarita.

Vemos que así el cortometraje diluye las fronteras entre la ficción y el documental, proponiendo una lectura moderna y adaptada a los criterios libres de la contemporaneidad.

De ahí que el exigente BAFICI lo haya incluido en su selección oficial.

A su vez, el cortometraje elabora el siguiente argumento: dos niños esperan ansiosos la llamada del abuelo que les cuenta las fabulosas hazañas del pescador Sotavento. Una madrugada, aprovechando el sueño profundo de sus padres, deciden emprender su más añorada aventura: la travesía marítima que los llevará de regreso a casa.

Un verdadero gusto constatar con Sotavento la evolución de un director, de una mirada con proyección internacional, de una sensibilidad que nos transporta al terreno de la poesía, para pensarnos como país fragmentado y recomponernos de cara al futuro.

Porque como lo sugiere la atmosférica Sotavento, la familia venezolana todavía tiene la oportunidad de rearmar sus piezas, a pesar de los que insisten en dividirnos.

Anótenlo, porque es de lo mejor de 2022.

Un filme que elige relatarse desde el minimalismo y la contemplación, para restarle protagonismo al ruido de la polarización, dándole el énfasis a los niños que representan una alternativa, una apuesta por el cambio.

Ficha Técnica

Dirección, Guión, Sonido: Marco Salaverría Hernández Fotografía: Álvaro Peredo Edición: Lisa María Velázquez Serrano Diseño de Arte: Evelyn Batista Sardain Producción, Producción Ejecutiva: Alejandra Acevedo Suzzarini, Lisa María Velázquez Serrano Compañía Productora: Dos Margaritas Intérpretes: Salvador Salaverría Acevedo, Matías Salaverría Acevedo, Manuel Salvador Salaverría.


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