Ante la peor crisis en la historia moderna del país, la oposición política venezolana no ha encontrado la fórmula para desplazar del poder a Maduro. La confianza en que el derrumbe económico haría mover las bases de apoyo político, militar y social del chavismo-madurismo no ocurrió. El gobierno parece haber recuperado parcialmente el control de la situación y la oposición se encuentra ante el dilema de participar, debilitada dividida, en una nueva mesa de diálogo-negociación con factores exógenos de poder político.

Evidentemente, el principal ganador de las divisiones en la oposición ha sido el propio gobierno. La crisis económica es una variable interviniente en todos los escenarios electorales y lo sabe la revolución, la crisis económica que viven los venezolanos es humillante, revelada cuando nos toca firmar la planilla del CLAP o hacer colas de colas para comprar algo de alimentos u otros artículos de consumo básico en un país aún rico en algunos recursos naturales, pero técnicamente quebrado y sancionado en su economía. La agudeza de la crisis es un indicador que manifiesta de manera fáctica o científica que la revolución se agotó, necesita de una urgente revisión o refundación si quiere seguir democráticamente en el escenario político–electoral. Mientras, la oposición venezolana debe repensar con exigencia en la reconstrucción y construcción de sus liderazgos políticos enfocados a ganar espacios de abajo hacia arriba y desmontar la cultura del caudillo. La verdad y lo repito, se necesita una oposición política y no una oposición heroica. El país sigue sumergido en una pobreza general de 85%.

Las crisis económica y política en su dinámica han derivado en apreciaciones complejas y negativas en la gran mayoría de los venezolanos. Situaciones nada esperanzadoras para el legado de Chávez, la gente anda sonámbula y agotada. Vivimos una complejidad dentro de un Estado fallido, sin derecho. Solo se impone el poder desde Miraflores, que representa el atropello y voluntad del más fuerte. En este proyecto político chavista-madurista el derecho fue instrumentalizado de manera estratégica como medio para la dominación política. Únicamente un cambio de gobierno permitirá la reinstitucionalización del Estado de Derecho, el regreso de la esencia de la democracia y la justicia en materia de los derechos humanos. Todos estos procesos deben pasar por una transición política, con elecciones libres, cristalinas, competitivas, justas y auditables por las partes involucradas. La mayoría de los venezolanos se cansaron de esperar por la justicia social bolivariana, los seguidores del pensamiento chavista se reanimaron con una imaginaria revolución bonita que tuvo muchos dólares permitió que soñarán los millones de invisibilizados.

La indiferencia de un pueblo hacia el gobierno de Maduro cada día cobra una gran dimensión, es una actitud intolerante casi generalizada, rebelde, de mucho rechazó, potenciada por diversas sinrazones, violaciones a los derechos humanos, abusos, inseguridad, narrativas ilusorias, selectiva represión desmedida de los cuerpos de seguridad… Los estratos sociales D y E de la población que fueron en su mayoría fieles en sus tiempos al proyecto de Chávez, continúan valorando negativamente sin piedad la gestión de gobierno y política de Nicolás Maduro y todo lo que proponga incluso en nombre de “comandante eterno”. No obstante, Maduro trata de reflotarse utilizando “verdades” sobre las tangibles mentiras.

En su laberinto, Maduro habla como todo un convencido poseedor de la verdad absoluta. Pero, lamentablemente la verdad no se compra en ninguna parte, es relativa, nadie va a una tienda, bodega o supermercado a comprar verdades. Lo tangible es que vivimos en un país donde reina el daño antropológico, la anomia, fatiga cognitiva y el secuestro emocional, esa es la única verdad. Triste verdad.

Emergen nudos críticos para la clase política opositora y el oficialismo, más aún cuando sus mejores tiempos electorales son historia. En este momento histórico el interpelado proyecto Madurista finge miopía y se aferra al poder con un precario respaldo popular, al líder del legado de Chávez se le olvida de manera interesada, que el mañana existe, además reconocer que mucho tiempo en el poder todo gobierno democrático y más si tiene sustancia de dictadura se desgasta y corrompen, la variable rechazo toma un valor cuantitativo muy significativo hasta devastador y más si es una gestión que está en nivel “tóxico” e ineficiente en sus diversas respuestas a las exigencias de un pueblo sometido iniquidad socioeconómica derivándose en el compartimento de la gente un agotamiento emocional, un caminar sonámbulo por “estas calles”.

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