“Todo preguntar es un buscar. Todo buscar tiene su di­rección previa que le viene de lo buscado. Preguntar es buscar conocer qué es y cómo es un ente. El buscar este conocer puede volverse un investigar o poner en libertad y determinar aquello por lo que se pregunta […] Al pregun­tar es inherente, además del aquello de que se pregunta, un aquello a que se pregunta. En la pregunta que investiga, es decir, específicamente teorética, se trata de determinar y traducir en conceptos aquello de que se pregunta […] El preguntar mismo tiene, en cuanto conducta de un ente, de aquel que pregunta, un peculiar carácter de ser”. Martin Heidegger citado por (Polop, 2013)

Ya lo había dicho Hannah Arendt y lo repitió Sartori: el léxico de las Ciencias Políticas no ha crecido con la rapidez y suficiencia que acontece en otras disciplinas y entonces nos quedamos a veces sin el vocablo, sin la palabra que nos permita expresar lo que nos viene al espíritu. Nos preguntamos y no cuajamos una respuesta que nos interprete a cabalidad.

Otro tanto pasa y tal vez como una secuencia de lo dicho antes, cuando examinamos las nuevas experiencias en curso y queremos llamarlas por su nombre, o más preciso, reconocerlas en las coordenadas de los conceptos sistémicos con los que trabajamos y aspiramos a alcanzar y metabolizar en nuestro pensamiento, la fenomenología que se nos presenta.

Nos quedamos cortos o tratamos de aproximarnos, acaso acercarnos a lo que queremos decir y no logramos manifestar lo que entendemos o creemos comprender y así, careciendo de la precisión que nos dejaría conformes, ensayamos con inseguridad y duda el ejercicio.

¿Qué es esto que vivimos? ¿Cuál es la naturaleza del episodio histórico que nos envuelve? ¿Qué son realmente y qué piensan y quieren los que el azar, el yerro, la estupidez de nuestra nación, colocó como soberanos más que como representantes o mandatarios nuestros?

¿Dónde estamos realmente y hacia dónde vamos? Un cúmulo de interrogantes emerge desafiante y dado la inteligible e irrefragable gravedad de nuestra situación actual, en todos los órdenes susceptibles de contener la existencia humana, como individuos y como humanidad, es menester buscar una respuesta que pareciera digna del talento y del genio del grandioso Edgar Morin.

Empero, apenas podemos meditar y exteriorizarnos en el  discurso crítico que es bueno recordar, supone y valga una cita pertinentísima, que de seguidas vierto. “Por discurso crítico entendemos aquel en el que un individuo o un grupo minoritario levantan pretensiones de validez que contradicen lo que mayoritariamente es considerado correcto”. (Karczmarczyk, 2010).

El vulgo, la retórica y la neolengua, la arrogancia de los facinerosos y alguna academia, conceden a esta etapa del desvivir nacional un apelativo que quisieran anotar y mostrarse de acuerdo, como de la vigencia del socialismo del siglo XXI y confieso que no comparto ese parecer y muy por el contrario, advierto y por allí comienzo, un populismo autoritario y anómico que se acompaña de fascismo militarista, amoral y especialmente, de irresponsabilidad e irresponsabilización.

¿Cuál es su ideología y si tiene una, como se infiere en sus arengas y manifiestos, es la de un nuevo socialismo? Ab initio, invitaré a un extraordinario autor alemán para que nos ayude, entre muchos por cierto disponibles, para definir a los fines de esta reflexión lo que entendemos a modo tal: “Una ideología es un complejo de ideas y representaciones que pasa a los ojos y a la conciencia del sujeto como una interpretación del mundo o de su propia y personal situación, que representaría para él la verdad absoluta, pero bajo formas ilusas por las que él se justifica, se disimula, se evade, se desdobla de una manera u otra, pero siempre para su provecho, para su ventaja,”(Jasper Karl, Origine et sens de l`Histoire, Plon Paris, 1954).

Es importante connotar a lo afirmado que, simplificando las cosas, corrientemente se entiende por ideología el conjunto de ideas y pensamientos de todo orden, filosóficos, religiosos, económicos, políticos, sociales que, en una época determinada, sustenta un grupo o una clase social de lo que deriva un sistema de opiniones y creencias que constituyen una doctrina con ascendiente sobre personas y colectivos.

En la misma línea, puede acotarse un uso de la locución para describir una doctrina política que postula un sistema de representaciones único sobre el mundo y coherentemente provisto de explicaciones asumidas en forma dogmática y sin sujetarlo a análisis crítico. Marx agregaría y creo parafrasearlo entonces que, una ideología funciona como un sistema de referentes de pensamiento que sirve a los intereses de una o varias clases sociales y falsea, desdibuja la realidad social, política y económica de ese segmento societario.

Sin más giros académicos y, con el ánimo de conectar la reflexión con el lector, sencillo y modesto trataré de resaltar entonces que el común asocia ideología con una manera de ver las cosas, políticamente comprometido y mediando un elenco de convicciones que lo caracterizaran, que a ratos construyen parámetros de obligada orientación. Una cosmovisión articulada a una postura anclada en sus propios intereses, por lo general.

Recientemente somos testigos de lo que se conoce como ideología de género, adueñada de representaciones que empujan para desplazar la verdad y se aferran a una interpretación de la libertad que pretende imponer y, lo grave, obtiene a menudo ayuda del mismo Estado y en detrimento de la libertad de los otros miembros de la sociedad, para ser y trascender.

Es fácil echar a andar otros comentarios, en una temática como la que examinamos, pero me introduje en ese atractivo escenario semántico y lingüístico, procurando sincronizar con la ideología del régimen o al menos, visualizarla eventualmente.

Se le llama al régimen que nos oprime, que nos arruina, que nos desfigura, socialista, comunista, dictadura, tiranía y gangsterato, entre otros títulos que más bien parecen, en lugar de sustantivos, calificativos.

No incurriré en la osadía de discutirlos porque esta suerte de Frankenstein criollo se empeña en exhibirse, ora como uno u otro o peor, todos juntos y cualquiera que revise sus ejecutorias, desde 1999 y sigue la cuenta, lo admitiría, si no está, claro, aferrado en no ver la verdad sino en sustituir la interpretación de los hechos por la versión interesada o ideologizada.

Otra cita viene a mi mente de Soren Kierkergaard: “La gente exige la libertad de expresión para compensar la libertad de pensamiento que ellos prefieren evitar”.

A mi entender, el régimen o gobierno que nos subyuga por la fuerza y el miedo es un mutante sin forma definitiva, un aprendiz de brujo que se reclama de izquierda pero es fascista, militarista y totalitario.

Simula de demócrata y liberal en las formas institucionales y si hace falta en el discurso, pero, en su esencia, es populista, manipulador, embaucador, sin moral ni ética que lo contenga, y sin conciencia alguna sobre la significación de sus acciones y las repercusiones que su conducta ha provocado y provoca. Una oligarquía de la mediocridad y la abyección.

Groseramente pragmático, maneja los hilos del lado obscuro, del bajo psiquismo del homo actual y no se detiene en nada distinto a aquello que lo mantenga en el poder, como predominio, control y sujeción. El país es un señorío disfrazado de república a la que además, el chavomadurismo vació de sus contenidos, dejándonos inermes, expuestos, sin fortalezas, seguridades ni ciudadanía.

Capaz de todo, convencido de su impunidad y sin ningún valladar ante sí que no sea otro titán más recio y allí radica su condición perniciosa, se vale de los medios, de cualquiera, para asegurar el fin.

Solo tenemos una certeza entonces, que no es poca cosa, sin embargo. No es posible salir del barrial pestilente y gravoso en que estamos, con ellos en el mando.

Los de dentro y los de fuera deben percatarse de la ontología del régimen, sus hombres y mujeres, sus institutos que no son ya de la sociedad sino que a ellos sirven reptando, con la cara pegada al piso, reaccionando al estímulo de la instrucción que reciban del mameluco que los cubanos dispongan.

Obran, no obstante, en la trampa ideológica que le han montado al pobrísimo país que somos, en la que ellos también están insertos por cierto, para comprender que no hay cambio posible con ellos allí y finalizaré evocando al secretario florentino: “La modestia no aplaca a un enemigo jamás.”

@nchittylaroche

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!