GDA | El Tiempo | Bogotá

El terror no ha cambiado. Es el mismo que ha estremecido al país a lo largo de sesenta años. Carros bomba; masacres de civiles, de soldados y policías; desplazamiento forzado en zonas rurales, extorsiones, amenazas y similares desastres nos sorprenden cada semana. Pero algo ha cambiado: la violencia hoy en Colombia corre por cuenta de grupos guerrilleros aliados al narcotráfico.

Ya no debemos pasar por alto los cambios que han florecido en el actual siglo XXI. El narcotráfico ha suplantado la lucha ideológica. No tiene la dureza de un comandante guerrillero, sino la actitud de un amigo que reparte beneficios a quien colabora en la exportación de la coca. El llamado Clan del Golfo, las disidencias de las FARC y otras guerrillas, más que profesar un ideal revolucionario, se disputan territorios desde donde se facilita el tráfico de la droga. El ELN y el EPL llevan en conflicto más de dos años por la zona abandonada del frente 33 de las FARC en el Catatumbo y que forma un corredor de narcotráfico y armas hacia y desde Venezuela. La población civil lleva la peor parte en medio de esta guerra.

El gobierno de Maduro desempeña un papel protagónico no solo en la exportación de droga desde Venezuela, sino político, al lado de Cuba, Rusia y China. Su propósito es desestabilizar la región para abrirle paso a un régimen totalitario como el de la llamada revolución bolivariana. Esto explica que Venezuela sea un refugio y un bastión para la guerrilla colombiana del ELN, así como también la presencia de los llamados «vándalos encapuchados» no solo en las marchas de Colombia, sino en las de Chile, Perú y Ecuador.

A medida que la nueva década avanza, es oportuno saber qué cambios se han producido en el país y qué males siguen vigentes. Se lo he preguntado a un militar, viejo amigo mío, que conoce el país como pocos. Lo primero que me dice es que hay una gran distancia entre el país rural y el país urbano. El primero cubre 80% del territorio nacional, en tanto que el segundo, el de las ciudades, ocupa el 20% restante. Los jóvenes colombianos poco o nada siguen la línea política de sus padres. El Partido Liberal y el Partido Conservador están lejos de constituir una fuerza política determinante en el panorama actual. El Centro Democrático, Cambio Radical, «la U», el Polo Democrático y la Alianza Verde son partidos que han prosperado en este siglo. Las elecciones presidenciales de 2022 contienen un peligro: el populismo.

Dígase lo que se diga, la violencia sigue presente en el mapa nacional. Basta abrir el periódico que nos llega a la primera hora del día para encontrar, al lado de felices noticias deportivas o soberbios espectáculos culturales, sangrientas noticias en las regiones del Catatumbo, en Norte de Santander; Arauca, Antioquia, Nariño, Cauca, Chocó o en remotos departamentos del sur, como Putumayo o Amazonas. Es, a veces, algo tan inesperado que la fuerza pública solo puede dar informe de lo ocurrido.

Nada de esto puede reprochársele a Iván Duque. Al contrario, el presidente trabaja duramente en esta tremenda situación heredada. Recorre el país y se ocupa de cada una de las regiones. El nuevo ministro de Salud, Fernando Ruiz Gómez, y el viceministro Alexander Moscoso pertenecen al partido Cambio Radical. Así, Duque demuestra su voluntad de abrirse camino en el mundo político sin mermar la altura de su gabinete. Por lo pronto ha logrado un crecimiento de la economía superior al de otros países del continente.

En suma, la situación del país no admite soluciones fáciles. La aspersión con glifosato se hace más que necesaria, así como el fortalecimiento y la presencia de las Fuerzas Armadas en todo el territorio. Se requiere también que la clase política se consolide en torno a un proyecto de unidad nacional dejando atrás prebendas e intereses personalistas, que tanto daño le han hecho a nuestro país.

 


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