¿Cuántos militantes tienen Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo en La Guaira, o en todo el estado Vargas? ¿Cómo es posible que Guaidó haya sido objeto de violencia de las turbas chavistas sin la protección y apoyo del pueblo opositor cuando llegó a Maiquetía?

El regreso e ingreso de Juan Guaidó a Venezuela sin que fuera detenido policialmente fue un hecho de gran significación política, aun cuando se preveía que así ocurriera, dada la calidad del respaldo que obtuvo de la comunidad democrática internacional y, sobre todo, la acogida que le dio el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos, al recibirlo en la Casa Blanca en visita oficial, con hospedaje en la Blair House incluido (que es donde se alojan los jefes de Estado invitados oficialmente a Estados Unidos) y el espaldarazo unánime de la dirigencia política norteamericana en el Congreso.

Era muy probable que Guaidó entrara a Venezuela sin ser detenido, por un simple cálculo político del régimen, que vio la reacción que tuvieron los amigos latinoamericanos que le quedan, el mexicano y el argentino, cuando se decidió a tomar por asalto la Asamblea Nacional hace semanas atrás. Eso pesó mucho más que el miedo a un cohete lanzado desde un dron contra Maduro o Cabello, al estilo Soleimani, poco realista en estos momentos.

El regreso de Guaidó sin ser detenido y la exitosa gira que lo precedió también son de gran significación para la dirigencia de la oposición. Por un lado, les otorgan una buena dosis de oxígeno a la tal dirigencia, y en especial a Guaidó, en la larga carrera que vienen dando contra el régimen, ya con 20 años a cuestas. Las simpatías hacia Guaidó venían mermando antes de la gira, aun cuando su liderazgo era indiscutible, y la capacidad de convocatoria para la realización de marchas públicas también estaba bastante disminuida.

Por otro lado, la exitosa gira del presidente interino, más que el ingreso al país sin ser detenido, exige a los dirigentes de los partidos e individualidades políticas de peso que lo respaldan a que se unan de verdad en la tarea de salir del régimen, dejen para después las tentaciones egocentristas de todo político y busquen el mayor entendimiento posible en cuanto a la estrategia y tácticas, basados en un análisis realista del reto que tienen por delante.

El esfuerzo que hay que hacer es, sin duda, titánico, debido al carácter cada vez más descaradamente represivo del régimen, con unos cuantos muertos en su haber en los últimos tres años, incluido el vil asesinato a Oscar Pérez y el fallecimiento “bajo custodia” del concejal Fernando Albán Salazar; además de los casi 400 presos políticos contados por la organización Foro Penal, un tercio de los cuales son militares. Todas las semanas hay denuncias de diputados, concejales y dirigentes partidistas de oposición acosados, perseguidos, detenidos o desaparecidos por las fuerzas de la represión y sus aliados vandálicos. Y se acosa y persigue no solo a los dirigentes políticos sino también a sus familiares. En este sentido, la mera actuación opositora dentro del país por parte de estos dirigentes es mucho más que encomiable.

Guaidó, por su parte, todos los días da muestras de una gran valentía y de una gran creatividad para sobrepasar los obstáculos que le plantea el régimen. Ocurrió cuando se fue a Colombia el año pasado para presionar el ingreso a la ayuda humanitaria que saldría desde allá, y ocurrió ahora con su reciente gira internacional, en ambos casos con prohibición judicial de salir del país. Pero también se las ingenió para irse un día a actividades en la isla de Margarita y viajar en lancha sorpresivamente, ofreciendo una imagen al estilo de Washington cruzando el helado Delaware. (No lo digo jocosamente. Fue una tremenda imagen de arrojo, que lanza un mensaje político positivo, de superación de obstáculos, de avance, de optimismo y ánimo para la lucha).

Guaidó da igualmente señales de tener una visión estratégica, realista. Promovió la aprobación del reingreso al TIAR en la Asamblea Nacional, por ejemplo, movido por las circunstancias, entre otras cosas para calmar el ánimo de algunos radicales, a sabiendas de que una intervención de fuerzas extranjeras en territorio venezolano no está al alcance de la mano. La reciente gira sirvió también quizás para apaciguar a personajes como Antonio Ledezma y Diego Arria, aparentemente obsesionados con la salida militar o la intervención foránea, negándose a todo tipo de negociación y acuerdos con el régimen o algunos de sus representantes.

Lo preocupante del momento es lo que ha sido señalado por algunos otros comentaristas de la escena política venezolana, en el sentido de que si el liderazgo opositor, incluido Guaidó, no cambia el rumbo de lo que venía haciendo antes de la gira, se volverá rápidamente a la misma sensación de desilusión y desesperanza por parte de la mayoría que desea que el régimen termine de desaparecer.

¿Y qué es lo que tienen que hacer? Dejar de actuar desde arriba solamente, que fue lo que hicieron para recibir a Guaidó. Que los diputados hicieran un recorrido a pie para recibir al presidente encargado al aeropuerto tuvo un simbolismo positivo. Pero ¿dónde estaban las bases de esos dirigentes y diputados partidistas? Si el régimen movilizó a sus cuatro gatos revoltosos y violentos, ¿dónde estaban los militantes de los partidos que apoyan a Guaidó para recibirlo? ¿Será que los partidos de oposición son unos cascarones vacíos donde hay mucho cacique pero poco indio?

La gira internacional de Guaidó, por los países y escenarios que visitó, los jefes de Estado y organismos multilaterales con quienes conversó -y seguramente los temas tratados-, fue un éxito innegable de la dirigencia opositora en el exterior. Falta hacer el remate hacia adentro.

Está hartamente dicho que en Venezuela no habrá una acción decisiva de la comunidad internacional si esa misma comunidad no ve una solidez y coherencia de la oposición interna al régimen. Ese mensaje seguramente se lo dieron a Guaidó. Los partidos y sus dirigentes tienen la responsabilidad de no dejar solo a este líder joven, quien es el que se la ha jugado mejor y más arriesgadamente hasta ahora entre los abanderados que ha tenido la gran tolda opositora. Los partidos y sus dirigentes son responsables de abandonar la comodidad de las declaraciones a los medios y los mensajes por las redes sociales y terminar de vincularse a fondo con las organizaciones de la sociedad, con los gremios, con los sindicatos y hasta con los empresarios y productores del campo, que pelean por sus reivindicaciones, por sus derechos, por sus intereses, y en ese sentido, por el interés de todos, sin aparente articulación con el liderazgo político opositor.

La gente está cansada de marchas sin verle el queso a la tostada. Y el régimen ya las ve también con desdén. Sin embargo, el mismo régimen arrecia cada vez más la represión encarcelando dirigentes sindicales y luchadores sociales, porque sabe que la lucha desde abajo y por los lados sí le hace mella. Los dirigentes partidistas tienen que quitarse la corbata y el paltó, arremangarse la camisa y no dejar solo a Guaidó.

@LaresFermin


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