Hoy, en mi artículo semanal, quiero solidarizarme con el diario que desde hace como 10 años me abrió sus puertas para escribir mis opiniones, principalmente en el tema penitenciario y de derechos humanos, sin ningún tipo de censura y sin pedirme seguir una línea determinada a mis escritos, con total libertad de escribir lo que pienso. Me refiero a El Nacional.

El Nacional vive hoy en día la persecución más terrible de sus casi 78 años de fundado. Esto no es nuevo, pero con total gallardía y decoro, toda la gente de este distinguido medio ha logrado sobrellevarla. Aunque el 14 de diciembre de 2018 dejó de publicarse en versión impresa por la falta de papel impuesta por el régimen y las presiones tributarias, la versión digital siguió funcionando.

El pasado 16 de abril, la Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela condenó al diario El Nacional, a pagar 13,3 millones de dólares a Diosdado Cabello, segundo en la jerarquía del régimen chavista y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, por un supuesto daño moral causado a este. En una sentencia insólita e inconstitucional, según los expertos en el área, que viene siendo la confiscación definitiva del medio.

Quiero hoy dar mi agradecimiento a El Nacional y contar un poco, mi relación con este prestigioso diario, ahora digital, que me ha abierto sus puertas, tanto a mí como a la organización que dirijo, Una Ventana a la Libertad, que convirtió sus instalaciones en su sitio de formación en derechos humanos a cientos de venezolanos, de foros y otro tipo de actividades académicas que allí realizamos y esperamos seguir haciéndolo cuando la democracia retorne a Venezuela, que esperamos sea pronto.

El Nacional ha formado parte de mi vida desde muy niño, recuerdo que todas las mañanas un señor que llevaba también pan y leche a mi casa lo dejaba muy temprano en la mañana, recuerdo que cuando comenzaba a leer, los domingos era lectura obligatoria su suplemento de comiquitas, recuerdo que entre mis favoritos se encontraban Lorenzo y Pepita, así como El Fantasma. A medida que iba creciendo otros temas del periódico acaparaban mi interés y ya saliendo de la adolescencia y entrando en la adultez, El Nacional era una lectura obligatoria al levantar, ya era parte de la familia, junto con el café de la mañana la lectura de El Nacional no podía faltar.

En los inicios de Una Ventana a la Libertad, hace 23 años, el apoyo de los periodistas de El Nacional era invaluable y en septiembre de 2007 me invitaron a formar parte de lo que ellos llamaban una metodología inédita en Venezuela, consistente en la celebración de consejos editoriales por cada una de las secciones del periódico, para así reunir en una misma mesa y con una periodicidad de al menos cada quince días, a los jefes de información, sus periodistas y un cuerpo de consejeros de reconocida experiencia académica y de investigación.

Esta invitación a formar parte del Consejo Editorial de Sucesos del diario El Nacional es uno de los grandes honores que he sido merecedor en mis 58 años de vida, durante varios años cada quince días nos reuníamos a tratar diversos temas vinculados con el área de sucesos. Eran excelentes y nutritivos encuentros, donde aprendí y conocí a un buen grupo de brillantes profesionales, recuerdo a los comisarios Fermín Mármol León, Elisio Guzmán y Javier Gorriño; al padre Alejandro Moreno, que aunque nunca dejaba hablar a nadie, sus intervenciones eras siempre magistrales; a la doctora Mildred Camero, toda una cátedra en el tema de sustancias estupefacientes y psicotrópicas; el doctor Roberto Briceño León, todo un conocedor del tema. Después se incorporaron los doctores Fermín Mármol García, Luis Izquiel y Rocío San Miguel. Y bajo la batuta de estas reuniones el licenciado Argenis Martínez, a quien le tengo un profundo afecto y agradecimiento por sus muchas enseñanzas. También nos acompañaba la licenciada Ronna Rísquez, jefe de sucesos del periódico en esa época.

Hay muchos que se me escapan en estos momentos por nombrar pero tienen un lugar especial en mi vida.

Por ahora veremos qué pasa, pero estoy seguro de que El Nacional sigue y seguirá vivo, y cuando todo esto pase y en Venezuela se respete el Estado de Derecho y los derechos humanos, volveremos a disfrutar de sus páginas junto al café de las mañanas y los domingos de su gran Papel Literario. Ratifico mi solidaridad y yo sigo siendo El Nacional.

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