Con el lema «Patria y vida», muchos sectores del pueblo cubano están dando una lección al mundo de lucha por el cambio pacífico y democrático.

Se enfrentan a un régimen totalitario y desgastado, que lo único que ofrece es más penuria y represión.

Lo que se busca es libertad, justicia, respeto por los derechos humanos, y que la conducción del país no sea impuesta por una gerontocracia militarizada, sino por la limpia y plural voluntad de la población.

Aspiraciones básicas para los valores, que, la comunidad democrática internacional alega defender, y en distintos casos lo hace con variable intensidad. El caso cubano no parece ser uno de ellos.

La vanguardia de la lucha está en las nuevas generaciones. La ilusión de la «Revolución cubana» se disolvió hace añales, y el carisma del finado Fidel ya no suscita la inspiración de épocas pretéritas..

Otro factor que impulsa el cambio pacífico es la Iglesia cubana y su influencia en la creciente formación de una sociedad civil.

El ámbito de la cultura también suma valentía a la lucha. El Movimiento Cristiano Liberación (MCL) sigue en pie y dispuesto a seguir el ejemplo de Oswaldo Payá, su líder inmolado por entregarse a la causa del cambio.

No obstante todo ello, la solidaridad internacional no se hace sentir como debiera, para decir lo menos…

La represión política y militar con motivo de la marchas convocadas para el 15-N, no han tenido la reacción de condena que el deber de la justicia exige.

Muchas voces pueden sumarse al ansia de cambio pacífico del pueblo cubano.

Esperemos que voces legítimas y autorizadas, en los ámbitos políticos, sociales y especialmente eclesiales, se hagan presentes en la solidaridad con la admirable perseverancia de los cubanos.

El silencio al respecto, o alguna declaración para salir del paso, no son aceptables.

Lo que está en juego es la defensa de la vida, de los derechos elementales de una nación que está decidida a entrar en una nueva etapa histórica y democrática, y de manera cívica.

Lo contrario de la solidaridad, en este drama en desarrollo, es la complicidad con el régimen totalitario y desgastado, y cada vez más represor.

No es una cuestión de ideologías, o de simpatías o añoranzas «socialistas». No. Es una cuestión de «Patria y vida» para millones de cubanos.

Por ello, la solidaridad activa con el pueblo de Cuba es una exigencia ética y política para quienes defendemos la dignidad humana.


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