Es lugar común afirmar que la “sociedad civil” es uno de los sectores de mayor peso en un país civilizado. Es igualmente frecuente escuchar que dicha sociedad civil, para poder ejercer la influencia que le corresponde, requiere organizarse.

Todo lo anterior, pareciendo tan claro, es apenas conceptual siendo que cada una de las afirmaciones no pasan de ser expresiones sin contenido que generalmente promueven el muy vernáculo comentario de “con qué se come eso?”. Es allí donde se abre campo para convertir lo meramente conceptual en algo concreto.

Lo anterior no solo es lo lógico sino que además se fundamenta en el artículo 326 de nuestra Constitución que reza: “La seguridad de la nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil…”. ¡Más cantado no puede estar!

Si bien creemos tener claro lo que es “sociedad civil”, no lo es tanto la determinación de quiénes la componen, cómo se define, etc. ¿Queda ella incluida o excluida de otros conceptos colectivos como los sindicatos, clubes, profesionales, trabajadores del sexo, académicos, etc.? ¿Son parte de ella o estamentos separados?

Cuando afirmamos que lo que se requiere es organizarse, ¿hemos visualizado acaso una forma de organización que se refleje en la conducción de la sociedad?

En nuestra historia política reciente hemos podido presenciar al menos dos episodios de amplia recordación que causaron bastante ruido pero sin lograr ningún resultado que diera testimonio de la influencia de la sociedad civil: a) la consulta popular del 16 de julio de 2017 en la que participaron más de 7 millones de ciudadanos y b) la reciente del 7 al 12 de diciembre de 2020, en la que emitieron su voto más de 6 millones de ciudadanos. Ambos fueron el resultado de grandes esfuerzos, generaron gran expectativa y terminaron en la más triste anomia dando por resultado nuevas frustraciones creadas por “no poder cobrar” lo que se esperaba.

Así y todo no hay otra solución que intentar definir y organizar a esa “sociedad civil” sabiendo que en otras latitudes ha sido ella la que ha generado cambios en las situaciones más comprometidas de la historia reciente: caída del muro de Berlín, primavera árabe, cambio de régimen en Ucrania, etc. También es cierto que en Cuba aún no se ha logrado nada y en Venezuela tampoco “por ahora”, como dijo un connotado filósofo de Sabaneta.

Sin dejar de tener en cuenta el escenario descrito, aun así podemos constatar grandes esfuerzos tanto en el país como en la diáspora cuyo número llega o excede los 6 millones de almas. Entre estos últimos un importante sector solo está pendiente de vivir el día a día, otros han ido solventándose en los países de acogida y, muy lamentablemente, van perdiendo el interés por Venezuela ocupados como están en asentarse. Por fin los hay –muchos– que desde el exterior mantenemos encendida la llama y vigente la disposición de luchar porque nuestra Venezuela retorne a la normalidad democrática y el Estado de Derecho.

En Europa, particularmente en España, existen varios grupos serios, en las Américas sabemos y tenemos relación con numerosos colectivos animados de claros propósitos y organizados con fundamento y hasta marco legal. En Estados Unidos existen multiplicidad de organizaciones  enfocadas en diversos campos del quehacer y que funcionan con seriedad y formalidad, entre ellas Venamérica, legalmente constituida en el estado de Florida y funcionando no solo con entusiasmo y eficiencia sino dentro del estricto marco de las leyes norteamericanas. A esa organización aportamos nuestro esfuerzo personal que luego de ya varios años de eficiente conducción por compatriotas de acrisolada honorabilidad, ha acumulado un amplio margen de respetabilidad y consecuente influencia no solo como articuladora del exilio local sino como promotora y  partícipe de iniciativas bajo un paraguas continental como “Coalición Venezuela”, cuyas organizaciones locales, cada una en su país, ha conseguido similar inserción y capacidad de influir algo, poco o mucho según sea el caso.

Todo eso es la sumatoria de esfuerzos individuales que en su conjunto adquieren “masa crítica” que obtiene resultados. A título de muestra tómese la concesión del Estatus de Protección Temporal (TPS) acordado en estos días a nuestros connacionales en Estados Unidos gracias a la acción eficiente y esforzada del embajador designado por Guaidó, Carlos Vecchio, y la colaboración de múltiples organizaciones de nuestros compatriotas. Igual caso es, entre otros, el de Colombia y Perú, donde con dificultades y esfuerzos mayores se han podido obtener distintas normativas para favorecer a nuestros conciudadanos y al mismo tiempo ayudarnos a combatir la xenofobia que lamentablemente se viene constatando en algunos países.

Lo lamentable de todo esto es comprobar que tantos anhelos y esfuerzos muchas veces se ven perturbados y hasta fracasados por las agendas personales y las de los partidos políticos que pretenden colonizar estos esfuerzos causando la falta de unidad y el retraso en la culminación del retorno democrático cuyo anhelo todos compartimos.

A cada uno toca su cuota de empeño y esfuerzo que comienza por convertirse  en agente multiplicador en todos y cada uno de los ámbitos de acción  en lo que la vida nos haya colocado.

@apsalgueiro1


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