El asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio en días pasados ha dejado un profundo dolor en familiares, amigos y colegas. También deja al país en el caos y la violencia, aparentemente sin solución. Lamentablemente, a su vez, ha revelado una cruda realidad: el avance de la criminalidad transnacional. Aunque aún no se haya revelado quiénes están detrás de este crimen, muchos acusan al expresidente socialista Rafael Correa de estar vinculado de una u otra manera con este hecho criminal. Preocupante, pero el tiempo y las investigaciones lo dirán.

Si nos damos cuenta, en Suramérica estamos «rodeados» de organizaciones criminales poderosas como «El Tren de Aragua» de Venezuela, el «Comando Vermelho» de Brasil, «Los Lobos» y «Los Choneros» de Ecuador, y «Los Disidentes» de las FARC en Colombia, entre otros. Sumando la mayor parte de sus integrantes, podrían formar casi un ejército de 30.000 criminales en acción. Ellos desarrollan actividades muy violentas, tienen acceso al ciberespacio y a la modernidad, cuentan con armamento sofisticado y estructuras orgánicas definidas, y son altamente eficaces en sus «operaciones». Controlan territorios fuera de sus países y su dinámica criminal se relaciona con el narcotráfico, la tala ilegal, la minería ilegal, la venta de armas, entre otras actividades.

Algunas de estas organizaciones criminales son consecuencia de sistemas socialistas, como, por ejemplo, el de Venezuela, o los «desmovilizados» de las FARC, entre otros. Veamos. Cuanto más socialismo hay, ya sea en su proceso «revolucionario» (revolución democrática, violencia social y política, o su participación en elecciones) o en su «implementación», tienden a relativizar la fuerza pública. Esto produce dos fenómenos. En primer lugar, despliegan redes de «soplonaje» para someter a los ciudadanos con miedo y persecución, obligándolos a «adaptarse» al nuevo sistema. En segundo lugar, como los nuevos «gendarmes» del socialismo no tienen la preparación ni la ética de seguridad o servicio a la ciudadanía, el control social se relaja, permitiendo que las pequeñas bandas criminales que ya existen evolucionen y se conviertan en casi una fuerza regular, como ha sucedido con «El Tren de Aragua» de Venezuela, entre otros.

El Perú no es ajeno a este fenómeno. Pedro Castillo intentó imponernos el socialismo, metiendo las manos en la PNP y las FFAA, precisamente para relativizarlas mientras construía un «nuevo aparato estatal» con «ronderos», «licenciados» u operadores políticos. El resultado de esto ha sido el crecimiento exponencial de la criminalidad, en el cual el ingreso indiscriminado de migrantes con carga criminal, incluidos los del «Tren de Aragua», juega un papel importante en ese desarrollo y el aumento de la sensación de inseguridad.

Por eso, debemos ser claros en decir que hoy todas las formas criminales están en evolución en el Perú y en Suramérica. Las medidas que se deben tomar deben ser totalmente radicales o no saldremos de este pozo. Hemos propuesto la creación de un GEIN Suramericano, que para muchos es imposible, pero para quienes realmente entienden el problema es una necesidad. Desde esta columna, tienen nuestro compromiso de seguir compartiendo conocimientos con responsabilidad, así como haremos las propuestas realistas y pragmáticas necesarias para salir de esta crisis. ¡Sí se puede! ¡Viva el Perú!

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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