El tirano no logra, «fortuitamente», el mando: por ello mejor auscultar a quiénes lo preconciben para lograr su derrocamiento. Es plus ultra entre individuos abominables a quienes convoca y ellos sólo acuden gustosos a esos envites macabros, en los cuales urden crímenes contra la Humanidad: se adulan mutuamente, relevan en funciones y legitiman con írritos actos jurídicos. No busca, obcecado y solitario, imponerse. Es promovido por cofradías.

A emperadores se debe la irrupción fenomenológica del mesianismo, que pudo haber sido monserga revolucionaria de eruditos con temprana pre claridad intelectual, pero, uno de sus principales representantes divulgaba dejar a emperadores lo que pertenecía a pueblos sojuzgados por ellos y sus cortes. Que tuvieran persuadidos de castigos divinos es improbable. No tuvieron éxito.

Un «todopoderoso» hombre (virtud a su acumulación o control de tesoros y ejércitos) no podía confrontarse con discursos que descartaban la opción de la violencia. Imagino a mis antepasados pensadores mirar las estrellas e implorar que, de los cielos, descendiera una entidad fantástica, con poderes paranormales.

La institucionalidad mundial del tirano es invasiva, nos despoja o frustra derechos, anhelos, afectos, proyectos: desintegra lo que somos, nuestra personalidad y el entorno a la cual pertenecemos o donde interactuamos con individuos que (por sus más o menos recursos económicos) no será un desgraciado.

Tiranía y mesianismo se necesitan para repetir, mientras exista el ser humano, la «puesta en escena» de la comedia entre quienes son buenas personas y los malvados que se aventajan al verlas presas del estupor.

La tiranía es un sistema de gobierno perfectamente ajustado a proyectos que enmascaran la sempiterna esclavización de nuestra especie, del hombre desamparado que recibirá trato de rebaño en cualquier lugar donde se asiente.

El mesianismo es la poética de los más inteligentes quienes, luego milenios, no han podido hallar fórmulas para desplazar a los déspotas y demoler las estructuras de la tiranía que a veces pareciera a punto de extinguirse.

Hacia la cima del precipicio donde suicidas meditan si continúan o no miserables, elevan valores de cambio para la mercadería de hambrientos y quienes viven en situación de opulencia. Una de mis máximas infiere que, si tienes talento, procede, en consecuencia, conforme a tu coeficiente superior: lee, medita, deduce, discierne, debate sin lucir irascible. El enemigo serás, no quien te escucha o discrepa cortés. Quizá sea el camino hacia nuestra definitiva liberación libar heroica con los malnacidos y atarlos cuando se desplomen dopados.

El tirano es plus ultra entre individuos abominables a quienes convoca y ellos sólo acuden gustosos a esos envites macabros, en los cuales urden crímenes contra la Humanidad: se adulan mutuamente, relevan en funciones y legitiman con írritos actos jurídicos. No busca su irrupción, es promovido por cofradías. Pariente del mesiánico.

@jurescritor

 


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