de pobreza
EFE/ Rayner Peña

 

“La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral, siempre significarán el seguro camino del fin”

Vaclav Havel

Cuando nos referimos al lumpen hacemos referencia a una clase social, desprovista de patrones de progresividad que la incapacitan para reflexionar acerca de la relevancia de una vida, pivotada en patrones de trascendencia y altruismo que presupongan la elevación de los más elementales patrones vivenciales diferentes a la más elemental manera de vivir es decir a la resolución  de condiciones elementales de vida, la vida acotada por la resolución de las necesidades básicas para lo cual se requiere de un continuo proceso de asistencialismo que lejos de propiciar mejores condiciones de vida progresiva condena y subyuga al asistencialismo y por ende a la perdida de la libertad individual, es la metamorfosis del individuo por el todo, la desaparición del “yo” por el “nosotros”, el extravío del individualismo supone la obstinada idea de aproximarse al colectivo como desiderátum de un modelo para dominar.

El lumpen proletariado es una clase social visceral, sin formación política y menos ciudadana, pero su concurso no se produce únicamente como un accidente, su preeminencia puede observar a un alevoso proceso de escindir a la civilidad los patrones de progresividad y bienestar, hacernos lumpen o imponer un lumpanato, se constituye en el deseo superlativo de una coalición perversa en el poder, quienes también se han trocado de malos gobernantes a hegemonía gansteril; así, pues, a mayor grado de lumpenización de la sociedad mayor será la capacidad de subyugarnos, de hacernos entender que la pobreza, la miseria y la indignidad son condiciones apropiadas y hasta deseadas por quienes subsisten en estos entornos kafkianos, en los cuales todos mutamos en cucarachas.

Salarios que no son ni tan siquiera de subsistencia, desprecio a las elementales condiciones de vida, represión sin ambages, horror y caos, esos son los consecuentes lógicos de una sociedad en lumpanato, esta condición de escinción de elementos propios del progreso, de la ética, de la estética, el expolio de las formas claras de la lengua, el abandono del logos y su sustitución por un verbo depauperado deviene pobreza de la lengua y luego pobreza de la gnosis, para ultractivamente conseguir hacernos pobres en el espíritu, desmontando así los diques de contención emocional. De tal suerte, al rompernos y atomizarnos consiguen generar niveles de entropía y confusión que validan cualquier tropelía cometida en contra de una población deshumanizada.

Así, el lumpanato de la sociedad es una tarea exitosa del chavismo en su proceso por copar a toda la vida de una república vaciada; es tan vacuo el chavismo como ideología que lejos de aceptar, al igual que Marx, que el lumpen es incapaz desde el punto de vista ontológico de promover cambios radicales o revolucionarios, justamente por su pertinaz incapacidad de discernir, por su alta propensión hacia la visceralidad además de su imposibilidad para comprender la trascendencia de los actos y en su lugar apelar a la subsistencia necesaria, decidieron visibilizarlo e instrumentalizarlo políticamente para hacer potable que la cosmovisión del lumpen era deseable y necesaria para comprender a la revolución de todos los fracasos progenitora de toda suerte de vicios, la herramienta del lumpanato social produce súbditos no adeptos, esclavos y no militantes, pues para militar en el chavismo es menester desproveerse de la individualidad, jamás poniendo en interdicción la orden emanada del líder supremo, el lumpanato fue impuesto por Chávez instituido como una suerte de axioma sacramental del credo de odio inoculado en la sociedad, aún se repite en los medios de comunicación de la cultura goebeliana, que la revolución demanda obediencia basada en miseria, obediencia por encima de estar vestidos, calzados y comidos, obediencia irracional e irascible.

La aceptación tautológica de que ser “pobres es bueno” se troca en una suerte de hipnosis de la idea de progresividad, una sociedad en donde todos sus integrantes son pobres desde los más humildes y pedestres hasta aquellos a quienes la lógica de la igualdad abyecta han desprovisto de galones académicos y los han condenado a una existencia miserable, demuestra el éxito de esta empresa macabra que instrumentaliza la condición desarrapada de la sociedad que le sirvió de escabel para treparse al poder y conseguir dominar a toda una población.

El lumpanato auspicia a la gansterilidad en el poder, esta última se sirve de esa privación de la reflexividad para conseguir dominar, pisotear y subyugar a una población en los intersticios en los cuales las falencias morales abundan, la gansterilidad fomenta el lumpanato con la el pago puntual de intereses crematísticos que de una u otra manera producen la obediencia requerida para esta colosal obra de destrucción y de imposición de una verdad deformada, movediza, incorpórea y absolutamente contradictoria, una posverdad que también es instrumento de dominación.

Finalmente, haciendo un análisis a este drama, el chavismo fue incapaz de producir igualdad y jamás logró progresividad en la sociedad; por el contrario, serán recordados como los progenitores de esta antinomia de iniquidades, en la cual quienes están próximos a las mieses del poder gozan de un estilo de vida digno de sultanes a la par de que condena al lumpanato a todos aquellos que intentan superarse, pues solo existen las cajas de suministro que sustituyen a la producción nacional, la ramplona improvisación cada vez más vulgar y abyecta y la civilización del show, es decir la imposición de una destupía lúdica que hace potable los atropellos en contra de la dignidad más elemental y nos condena a envejecer acumulando derrotas.

La pobreza no es un estadio deseable, la pobreza ata cual Prometeo a la roca a los impulsos de la libertad, la pobreza lisia a la sociedad, paraliza, insufla miedo y con el miedo esclaviza, el lumpanato es el estado ideal que produce la relación consecuente entre pobreza de espíritu, lenguaje y tiranía, pues nos sumerge en la catatonia de la eudaimonia, impidiendo el logro de las mejores condiciones posibles para un ser humano en todos los sentidos, logrando el éxito de la felicidad, de la virtud de la moral y de una vida significativa y con propósito en donde comer no sea el desiderátum máximo, sino darle sustento al cuerpo, al alma, a las aspiraciones y ser connaturalmente libres.

Estoy seguro de que ese día llegará y estos matojos de indignidad serán removidos del camino hacia la libertad y la decencia, la reconstrucción que nos espera es titánica, pues no solo comporta resolver el plano netamente economicista, sino resanar los ámbitos humanos, morales, deontológicos y civiles de una población que decidió transferir sus derechos a una hegemonía iniciando así el duro tránsito hacia el plano de la dominación total, en esta empresa toca recobrar la madeja de Ariadna para lograr salir del laberinto y dejar atrás al engendro violento de Pasifae, esa la empresa de quienes aún enseñamos en las libres barricadas de la educación que aún no ha logrado ser lumpenizada, de aquellos que escribimos para estremecer al lector y de todos quienes nos encontramos en la empresa concurrente de luchar por la libertad.

“La tragedia del hombre moderno no es que sabe cada vez menos sobre el sentido de su propia vida, sino que se preocupa cada vez menos por ello.”

Vaclav Havel


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