Ucrania
Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad

El 11 de febrero de este año, en un artículo para el SAIS Review of International Affairs, escribía sobre el error contraproducente de la Unión Europea en su estrategia hacia Venezuela. Uno de los puntos resaltados fue el hecho indiscutible de que, si bien el régimen de Nicolás Maduro y el chavismo representan una amenaza media para la UE, las naciones europeas tienen otros desafíos directos mucho más críticos que la dictadura venezolana hacia los cuales deben indiscutiblemente direccionar sus esfuerzos y recursos. Además del retroceso democrático en Hungría y Polonia y la desestabilización de Bielorrusia, la amenaza más clara para Europa es naturalmente Rusia. Tan solo dos semanas después, el 24 de febrero, Rusia invadió a Ucrania en una guerra que se adentra al sexto mes del conflicto, absorbiendo las energías principalmente de Europa.

Mi tesis se basa en la realidad incuestionable de que, en una institución como la UE compuesta por 27 países y cada uno con intereses nacionales divergentes, es sumamente difícil coordinar políticas comunes y efectivas en el área de democratización. Estas acciones son mucho más complicadas en un país como Venezuela que está alejado geográficamente, con el que la gran mayoría de miembros no comparte historia y cultura, y un país en el que la UE tiene una limitada influencia comparado con la enormidad económica y militar de Estados Unidos. Añadido a esto, la dictadura venezolana no es cualquier autocracia electoral: es un régimen dictatorial hegemónico y represivo, caracterizado reiteradas veces por académicos como los más estables y difíciles de liberalizar. El punto significativo es entender, primeramente, que la UE tiene limitados recursos, capacidad y determinación sobre Venezuela —que no es un objetivo primordial de Europa— y, en segundo lugar, la resiliencia que caracteriza a la dictadura bolivariana. A partir de estos hechos, la estrategia más adecuada para Europa como aliado democratizador debería ser una de apoyo y respaldo a los Estados que tienen mayor influencia económica, política y estratégica sobre Venezuela. Este es el caso evidente de Estados Unidos como potencia hegemónica del Hemisferio Occidental y nación que tiene mayores intereses en democratizar a Venezuela dados los riesgos y desafíos que el régimen bolivariano transmite al orden democrático interamericano.

Sin embargo, desde el año 2020, la UE decidió tomar una vía propia (la cual llamo “vía europea”) para buscar la democratización en Venezuela, y que no solo restó apoyo a Estados Unidos, sino que menoscabó y obstaculizó la línea política y estratégica estadounidense. Desde conversaciones tras bastidores con funcionarios del régimen de Maduro y figuras disidentes de la oposición, adversas al gobierno interino, con el fin de enviar una Misión de Observación Electoral (MOE) para las elecciones legislativas de 2020, que la oposición democrática rechazó; pasando por el desacertado paso de desreconocer al gobierno interino en contra de la línea de Estados Unidos; y hasta el despliegue de una MOE a las elecciones regionales de 2021 en contra de la opinión de expertos, contradiciendo la propia línea política de la UE y la publicación de recomendaciones que poco o nada han servido para las reformas electorales, las políticas de la UE hacia Venezuela no solo han sido a medias, sino también desviadas de la realidad y contradictorias. Para Josep Borrell, el “ministro de Exteriores” de la UE y artífice de estas políticas, el envío de una MOE en 2021 era imprescindible dada la decisión de la oposición democrática en participar; sin embargo, cuando en diciembre de 2020 esa misma oposición democrática extendió el mandato del gobierno interino, Borrell decidió ignorar esa voluntad y retiró el reconocimiento en enero de 2021. La “vía europea”, en consecuencia, ha demostrado no solo numerosas contradicciones, sino también una falta de entendimiento de sus propias limitaciones y de lo que representa la dictadura venezolana.

Esta fallida estrategia debe ser revertida para apoyar y asistir de forma fiable y vigorosa la política de democratización del Estado con mayor peso e influencia: Estados Unidos. Con una pequeña observación. Obviamente, es sumamente criticable la indiferencia e incoherencia con las que la administración Biden ha manejado su política hacia Venezuela. Si muchos críticos de Trump, equivocadamente, creían que Maduro estaba seguro en el poder, con Biden el régimen venezolano puede estar completamente tranquilo en el plano internacional. La falta de importancia que Venezuela—y a tales efectos, Latinoamérica en general— ha tenido en la agenda estadounidense es sumamente preocupante y lamentable, pues Estados Unidos debería tomar más seriamente una amenaza que está en las puertas de su casa y que activamente busca erosionar su influencia.

Habiendo reconocido esto, la decisión errada de la UE de presionar y sostener una “vía europea” se demostró con la guerra en Ucrania. Si este conflicto ha de tener algún impacto sobre la política común de la UE hacia Venezuela es que los europeos no pueden ejecutar medias acciones y esperar que la dictadura hegemónica se quiebre mediante sanciones semiaplicadas o recomendaciones electorales. Se necesita un esfuerzo rotundo y acciones fuertes contra Maduro, y la UE está muy ocupada con Rusia, y otras problemáticas en casa, como para seguir su fallida e ineficaz “vía europea”. Esto no quiere decir que la UE debe olvidar la situación en Venezuela y cesar de sanciones, presiones y la primordial ayuda humanitaria que suministran. El involucramiento de los europeos debe continuar, pero entendiendo que, por sus limitaciones y los peligros más cercanos a Europa, la UE no puede ser la conductora sino el copiloto de la estrategia: prestando ayuda y soporte a Estados Unidos para incrementar la posibilidad de obtener resultados más eficaces.

La democratización en Venezuela es una misión extremadamente seria y requiere de inmensos recursos, tiempo, compromiso, determinación y comprensión de lo importante y positivo que es despojar al régimen chavista en Caracas e instaurar una democracia. Es fundamental, entonces, que los europeos reflexionen sobre sus fallidas estrategias hacia Venezuela y ocupen el lugar donde puedan ser más eficaces y útiles: apoyando y facilitando las acciones de su aliado estadounidense en una amenaza dentro del Hemisferio Occidental, así como Estados Unidos en numerosos aspectos está apoyando a la UE a combatir a Rusia en Europa.

En lo referente a su política sobre Venezuela, a los europeos les dejo una cita del reconocido experto en asuntos internacionales de la Universidad de Harvard, Stephen Walt: “En política exterior, como en otras actividades, intentar hacer menos puede ayudar a conseguir más”.

 


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