Para conquistar la libertad hay que acabar con los caciques y el gobierno de los peores”. Joaquín Costa Martínez.

El trabajo es definido por los expertos desde la ratio técnica como un proceso social, que se promueve al individuo en función de sus cualidades, para percibir una remuneración que le permita cubrir dignamente sus posibilidades de vida, esto con la concurrencia de los empresarios, el sector público y los sindicatos; sin embargo, el chavismo, genéticamente enemigo de los trabajadores, destruyó la tripartita y de manera visceral los aumentos de salario eran anunciados cada Primero de Mayo, por el eterno comandante. Su sucesor, el cándido Nicolás Maduro, intentó proseguir esta praxis y autoproclamándose obrero, antes de mutar a Superbigote, presenció cómo su régimen engendraba una rápida y dolorosa hiperinflación, que sencillamente carcomió el salario y con este el trabajo, sobre todo el público.

Los más de 6 millones de funcionarios fuimos fagocitados por el adefesio de la plataforma Patria, un ominoso mecanismo de control social que paga montos ridículamente bajos y bonifica el salario, en el eterno discurso de la guerra económica, haciendo la aclaratoria de que el mismo sistema embrida una inaceptable discriminación, pagando el equivalente a 60 dólares, de forma discontinua sin atender a precepto alguno de eficiencia y suficiencia y a los jubilados les honra un monto de 30 dólares, mientras que a los pensionados se les cancelan 25 dólares mensuales. ¡Las capas más vulnerables perciben menos ingresos! Una verdadera antinomia y la patente demostración de la condición discriminadora del régimen hacia los ancianos comida como edadismo, en Venezuela es un delito llegar a la tercera edad.

Además de ello desde 2022, vivimos una asimétrica y desigual dolarización que nos condena a la pobreza material. Luego de que fuera un delito mencionar el tipo de cambio, se aceptan cual si fuésemos una colonia del odiado imperio la moneda de los Estados Unidos de Norteamérica. Desde mayo de 2022, no se ha ajustado el salario en ese momento a 130 bolívares, 30 dólares al mes, ese salario congelado cual la mujer de Lot en estatua de sal, presenta una paridad de 3,56 dólares al esquema oficial del último de abril y al paralelo de 3,32 dólares. En 1998 el salario mínimo era de 353 dólares aproximadamente, 26 años después es de 3 dólares, este razonamiento haría callar cualquier otro y calificaría a esta gansterilidad como el peor gobierno de nuestros 213 años de historia republicana. Maduro destronó a Julián Castro del ominoso lugar de ser el peor presidente de nuestra historia, pues nos llevó al horror de la Guerra Federal; por su parte, Maduro nos empuja al exilio de más de 7 millones de connacionales, a la furia de su ideología, a la represión acompañada de la incertidumbre de sus ergástulas mutadas en verdaderos centros de tortura, todos ellos certificados tras informes lapidarios e inútiles como el de la Oficina de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, exiliadas del país bajo la voluntad total de quien se sienta sobre bayonetas.

Renombrando para la lengua con talante significativo:

La neolengua del régimen, es una suerte de cancrum metastásico, que sube de nuestras bocas hacia la mente y allí se apropia de los paradigmas del pensamiento, en Venezuela no hay aumento salarial, desde hace 2 años, el salario se ha bonificado con un bono de la guerra económica y una bonificación equivalente a 40 dólares, para comer que solo son percibidos por quienes estamos activos, ni el bono de la guerra contra nadie y menos el bono para alimentación, forman parte del cálculo de los pasivos salariales, de vacaciones, utilidades o antigüedad, además este régimen, enemigo de los obreros incurre en la praxis de fraccionar los pagos en montos de un cuarto, haciendo aún más insostenible la situación, es tal el descaro que se ha llegado a reconocer que en la corrupción subyacen las causas de estas anomalías en el ingreso y desde luego que el bloqueo trastocó las relaciones salariales, la verdadera respuesta es que esta cleptocracia ha reconocido de manera impenitente el robo de más de 700.000 millones de dólares, bajo el manido argumento del abuso de confianza de los camaradas alienados por las formas burguesas, abusando  además de la inocencia del camarada Nicolás Maduro, a quien Jorge Rodríguez describía como un personaje surgido de las páginas de Antonia Palacios, un niño decente, esto es un cacicazgo vergonzoso, “ese modelo de poder que hace sacar los colores de la cara a la gente decente” (Costa Martínez, 1961).

Desmonetizados y desalarizados, entre los funcionarios somos los maestros y profesores universitarios, así como los médicos y el personal de salud, quienes recibimos el más lacerante trato, pues además de no contar con salario estamos sometidos a condiciones indecentes de trabajo, sin infraestructuras elementales, baños, acceso a Internet, con las instalaciones tomadas por la maleza, esa es la realidad, “el hecho del trabajo al no garantizar la dignidad del trabajador, nos sume en la indecencia del trabajo” (Somavía, 2014), las desigualdades son horrorosas, no existe la autonomía financiera y menos institucional y son las propias instituciones en manos de una dirigencia amoral, quienes le sirven de felpudo a estos bárbaros que han destruido todo, no acaban de entender que con locos morales y perversos no se hacen planes, no hay acuerdos y menos cuadratura y afinidad de carácter, a menos que se piense como un patán, un delincuente o un gánster.

A la fecha de redacción de esta columna, es Primero de Mayo, no hay desfiles, el miedo lo impide todo, la censura, la ley contra el fascismo, dictada desde las vísceras del propio fascismo, en una suerte de caricatura de los disparates de la guerra, de Goya, inamovibles esperamos los anuncios a gritos y en el peor de los lenguajes vulgares, en los cuales se asome alguna dádiva, algún dilate, pero la realidad es que la depauperación de la base salarial, su destrucción no se resuelve, con un guarismo relativo, se requiere un serio estudio entre el sector privado, el sector público y el Estado, el óbice es que en Venezuela no hay un Estado, sino una kakistocracia para el mal, unos sujetos que han convertido el erario público en botín personal.

Finalmente, trabajar en época de revolución es también un acto de contradicción, de autoflagelación, muchos lo hacemos aún por vocación en las esferas educativas, pero la vocación tiene un límite en la necesidad por vivir, en la procura de capacidades para el  desarrollo, esas “capacidades que nos hacen independientes de un poderoso y por ende nos promueven al desarrollo” (Sen, 2000), no tendremos trabajos dignos, vidas dignas y existencia digna mientras esta heredad gobierne en el país, el reto es asirnos de la única esperanza electoral, cifrada en el candidato Edmundo González Urrutia y evitar que este horror se prolongue por seis años más y justo en esa esperanza subyace el temor trocado en ira del  régimen del horror y de la revolución de todos los fracasos.

Referencias  

Costa Martínez, j. (1961). Tutela de los pueblos en la historia. Madrid: Biblioteca Costa.

Sen, A. (2000). Desarrollo y Libertad. Buenos Aires, Argentina: Planeta.

Somavía, J. (2014). El trabajo decente: Una lucha por la dignidad humana. Santiago de Chile: Organización Internacional del Trabajo (OIT).

X: @carlosnanezr

IG: @nanezc.

 

 

 


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