Para quienes escribimos acerca de libros y dedicamos una parte significativa de nuestras vidas a leer, releer, comentar, reseñar críticamente las lecturas de los libros que ocupan nuestra voluntaria atención, resulta harto difícil proveernos de dichos en formato de papel si vivimos en Venezuela, pues los ingresos de un escritor independiente en Venezuela resultan risibles cuando no inexistentes. De allí que quienes nos dedicamos a leer y reseñar libros tengamos que valérnosla con amigos y amistades que viven en el extranjero para que nos envíen textos literarios o en su defecto en formato digital para acceder a sus lecturas.

Gracias a uno de esos ángeles protectores que tienen a bien mandarme libros de reciente aparición en el mercado editorial hispanoamericano he podido leer la magnífica novela El peso de vivir en la tierra, del escritor mexicano David Toscana, quien nació en Monterrey, Nuevo León, México, en 1961 y es egresado como Ingeniero Industrial y de Sistemas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

El peso de vivir… está editada en septiembre del año pasado por la Editorial Alfaguara perteneciente al consorcio editorial Penguin Randon House Grupo Editorial.

Lo que voy a decir de esta extraordinaria obra he de decirlo pronto y sin preámbulo ninguno.

El espesor anecdótico de esta novela de Toscana se nutre de un complejo entramado referencial alusivo a la más densa tradición de lo mejor de la literatura rusa de los siglo XIX y XX. El personaje principal de la novela cuyo nombre en el más puro topónimo ruso es Nikolái Nikoláievich Pseldónimov y es dueño de un alma tan grande que es capaz de vivir con un inimaginado fervor en las abyecciones y sacralidades de personajes puntualmente extraídos de obras imperecedoras de escritores rusos inmortales como Gogol, Dostoyevski, Tolstói, Chejov o Isaak Emanuílovich Bábel. Por las emocionantes y vibrantes páginas de esta novela desfilan personajes que bien pudieran ser considerados heterónimos de Marfa Petrovna, quien muta en un personaje novelesco como Ana Karenina, Katerina Andreyevna o Alexandra Ivanovna. El magistral espíritu de lector de la más excelsa literatura rusa que exhibe David Toscana en este notable viaje novelesco es sencillamente extraordinario. En la novela el memorial de la Fiesta de la Epifanía, de 1871, que se celebra en San Petersburgo, capital del antiguo Imperio Ruso zarista. Según Toscana, apoyándose en Dostoyevski, toda la pléyade de la más excelsa y aristocrática tradición escritural rusa procede del pater famili Gogol.

Una frase que había leído en la novela La Madre de Máximo Gorki y me dio un inenarrable gusto encontrarla en las páginas de El peso de vivir en la tierra: «A los hombres no les quedaba más que la taberna para estar a su gusto y no tenían otro goce que el alcohol».

Nunca le sabré agradecer al autor de esta novela haberme retrotraído a frases y expresiones típicamnete rusas que se entroncan con la mejor tradición cultural eslava. He de resaltarlo: el personaje de nombre Guerásim, sempiterno frecuentador de la taberna y bebedor irredimible de vodka termina subsumido por los irrefrenables turbiones del alcohol abusando de la confianza que le otorga Nikolái Pseldónimov intentado propasarse mediante actos lascivos con Marfa Petrovna. «Más de uno recordó aquellas noches de años antes cuando vigilaban el cielo para ver pasar el Sputnik». El autor ostenta una infrecuente destreza para intercalar a lo largo del hilo narrativo datos históricos concretos procedentes de la vida de la humanidad en su carrera espacial en su conquista de la luna. En ese sentido la pormenorizada descripción de la estación Sályut resulta poco menos que memorable. Topónimos como Leonid Brézhnev, Isaak Bábel, Bulgákov, Dr. Zhivago, Mayakovski, el personaje Raskólnikov, Oblomov, Dmitri Karamazov, Iván Ílich. Dice el autor de El peso de vivir en la tierra que la «tuberculosis» era la enfermedad favorita de los novelistas de la época de oro de la novela rusa. El tifus y la tuberculosis era lo que el sida para la humanidad hasta finales del siglo XX. Los novelistas preferían que sus personajes contrajeran la mortal enfermedad «por el lento deterioro que provocaba en los enfermos, llevándolos a hundirse física y mentalmente».

La yunta relacional de la pareja que protagonizan los actantes principales de la novela con un vigoroso aliento dramático a saber; Nikolái Nikoláievcih y Marfa Petrovna Pseldonimova. «Si las cosas no prosperaban, él procuraría tomar otro empleo. Volverían a soñar sueños vulgares. Se sentarían a ver el televisor y llegarían a viejos para que al final les pusieran dos fechas en la lápida.»


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