Cali Reforma tributaria
Foto GETTY IMAGES

El orden es una virtud que supone estabilidad, paz, racionalidad y armonía, representa la estabilidad de las virtudes ciudadanas, que amalgamadas conforman la posibilidad del ejercicio del poder, garantizando la dignidad humana, el sometimiento al Estado de Derecho y el control de la sociedad sin el uso de la coacción del Estado, así como la capacidad del gobierno para generar bienestar. Los gobiernos sometidos a las presiones propias de esta particular crisis que atraviesa la humanidad como género y que desde luego afecta desde la oferta a la economía, pueden asumir que la solución inmediata a los temas de las finanzas públicas en merma por la pandemia, se encuentra acotada en el plano del economicismo puro y absoluto, es decir, que frente a la caída de los ingresos se deben imponer medidas de ajuste fiscal desde el marco tributario, disciplina al máximo de los niveles de gasto público: políticas de transferencias y subsidios, ajustes en tarifas,(eso que la izquierda radical y anquilosada llama paquete económicos o medidas  de ajuste neoliberal) asumiendo que el reduccionismo de la argumentación puede conjuntar el pensamiento liberal y reeditarlo sin jamás haber paseado por la variedad de vertientes que embrida este concepto reconstruido desde los coloquios liberales de Walter Lippman, la inmediatez en la racionalidad, la visceralidad así como el gusto por las personalidades carismáticas, nos hace ser próximos en América Latina.

Con asombro hemos visto los actos vandálicos cometidos en Colombia, nuestra hermana república, a quien caro le ha costado su solidaridad frente al drama venezolano, la proximidad con Colombia en su geografía, sus costumbres y su esquema de pensamiento suponen también la cierta posibilidad de que el caos que nos afecta con el mismo rigor de la pandemia del coronavirus, termine infectando los predios de la conducta y del devenir de su sociedad, de hecho en 2019, el caos se había expandido hasta Ecuador y la flemática Chile, ese caos que en el neologismo del régimen de Maduro se califica como brisita bolivariana, brisa bloqueada por la  sociedad española, que advirtió los riesgos de un discurso populista, clientelista y avieso así mismo supo inocularse de la pandemia del caos socialista con el triunfo de Isabel Díaz Ayuso en el ayuntamiento de Madrid, sin embargo, los tentáculos de este Leviathan criminal en el cual el Estado venezolano ha mutado, logran llegar y con éxito, a nuestros vecinos  afectando además a la región entera, la democracia corre riesgo, en tanto se logre asentar el delito como locus de ejercicio del poder en Venezuela.

Los disturbios de Ecuador y Chile en pleno 2019, obedecían a un ajuste en el primer caso del precio del combustible, por su parte  en el segundo a un aumento del pasaje del metro, las acciones vandálicas no se hicieron esperar, y a pesar de la derogación de ambas medidas por impopulares, los disturbios se mantuvieron, el efecto del nefasto Eolo de la revolución venezolana, que al parecer se despacha en zurrones desde Fuerte Tiuna y contiene los vientos de la destrucción de las instituciones, de la  pobreza material, espiritual y moral, es decir la pobreza de las pobrezas y la capacidad de arrasar todo, inclusive el discurso y la narrativa. El motivo se convirtió en lema que justificare cualquier exceso por delinquir y generar terror, las denuncias sobre la injerencia del régimen de Maduro por parte del jefe del Estado en funciones Lenin Moreno no se hicieron esperar, así como tampoco faltaron las acusaciones provenientes del gobierno chileno.

En el caso de Ecuador, los disturbios prepararon la posibilidad del retorno de la izquierda y de Correa al poder, pero la madurez del pueblo de Ecuador y tal vez el relato de los desplazados venezolanos, aunado al efecto del desplome y hundimiento del gigante petrolero del norte de América Latina, produjeron que las protestas de 2019 quedarán reducidas al fracaso con la elección por estrecho margen del presidente Guillermo Lasso y la garantía clara de institucionalidad política, allí la brisa bolivariana no logró mover ni una hoja, al menos “por ahora”, sentencia que pende de todas las democracias desde que fueran pronunciadas por un teniente coronel golpista el cuatro de febrero del fatídico 1992, momento en el cual nuestra enferma democracia entró en terapia intensiva, para jamás saber de su estado de salud.

La presencia de una hegemonía criminal en el poder, su capacidad y radio de acción sin límites dentro de un atomizado territorio, que le permite moverse en todos los vértices del mal, significaría un evidente riesgo para la estabilidad de la región; aún existe un tabú latente en relación con la definición del talante totalitario del régimen, no existe en los textos una mejor definición que la indicada por el filósofo argentino García Venturini,  definición esta que describe la manera de ejerce el poder en nuestro país, y esa definición es la de kakocracia o gobierno de las mafias, entonces si existe una coalición que es superlativamente más lesiva que la del ejercicio del poder por los peores, es imposible que exista estabilidad regional, nuestro gobierno no es un mal gobierno es un gobierno para el mal, de allí deriva la genuina y preclara definición sin ambages ni eufemismos ofrecida por la mente más lúcida de nuestro casi extinto mundo académico, y hago mención al Dr. José Rafael Herrera, quien califica al régimen como un estado gansteril, sin escala moral ni ética, un régimen sin diques morales, que secuestró al Estado, y se hizo con la voluntad de la población y con el control de nuestro territorio para el desarrollo de toda suerte de fechorías.

La torpe reforma tributaria propuesta en el marco de la pandemia en Colombia, sin tomar en cuenta los factores que acotaban los efectos derivados del economicismo, que no pondera la evaluación de los ciudadanos, fue el motivo  la chispa que hiciera arder a la pradera, actos vandálicos, saqueos, violencia y terror.

La imagen disruptiva del expolio de los comercios, empresas, destrucción de la infraestructura pública el caos, volvían a satisfacer la narrativa de la izquierda anquilosada la cual parapetada tras un amasijo de atavismos e ideas anacrónicas, pretenden morigerar su vacío ideológico y dialógico y mimetizar su vocación delictiva totalmente ajena a toda institucionalidad.

Cuando los pseudo hablantes se logran apoderar del discurso, argumentan desde la superficialidad que los disturbios callejeros en Colombia son la lógica consecuencia de la desigualdad y la corrupción en la república vecina, quienes sobrevivimos en la socialista Venezuela a los desmanes de la hegemonía gansteril instalada en el poder, nos preguntamos : ¿Es más desigual Colombia? Y la respuesta es rotundamente una negación del tamaño del fracaso estructural de este ex país.

En Venezuela las reformas o medidas económicas se nos imponen desde las ordenes, nadie gobierna con criterio en la cuna de Bolívar, el ejercicio del poder se instrumentaliza fuera del contexto de la virtud, se nos ordena, se nos imponen precios internacionales de los combustibles, sencillamente no tenemos salario, ni moneda, ni transacciones sanas, ni infraestructura de servicios públicos, ni acceso a la salud, el mercado es anormal, tan desregulado como un agujero que atenta contra todas las normas y preceptos de la economía, empero nuestra apoltronada dirigencia, se complace viendo el caos en Colombia, se frotan las manos y se jactan de que la batalla la darán en suelo colombiano, el caos y la entropía son los factores que promueven que estos lodos sean más profundos, pastosos y pegajosos para evitar que la democracia y la decencia logren navegar hacia puerto seguro.

El caos llega y se impone como lo logró hacer en Venezuela, lo hace desde la rueca del poder de la lengua, primero teje su narrativa, en nuestro caso el caracazo de 1989 que aún sirve de lugar común para justificar los excesos cometidos por Chávez, el caudillo de la cara pintada quien tensaría las existencias de los venezolanos hasta lugares y extremos inconcebibles, logrando además el acto de controlar las Fuerzas Armadas y retornar la idiotez de capa caída en la región,  con el auspicio de los recursos de la bonanza petrolera, logró financiar a los nostálgicos de la izquierda, revitalizó el populismo poniendo de moda un curioso engendro económico al cual definió como socialismo del siglo XXI, este proyecto de factura cubana ya que desde 1998 nuestro país es una provincia de una isla del Caribe, nueve veces más pequeña que Venezuela, pero que fue colonizada por la seducción ideológica, dialógica y personal que le ofrendó Chávez al senil dictador cubano. Desde entonces y hasta hoy los destinos de Venezuela, sus prácticas alejadas de la institucionalidad y cercanas al delito son dictadas desde La Habana y decodificadas de manera vernácula por nuestra dosis propia de caos y pillaje.

El drama de Colombia y su violencia es el producto del contagio de la violencia de la epidemia del chavismo, para la cual no existe distanciamiento social, mascarilla o vacuna que la prevenga, pues la visceralidad, el reduccionismo y el gusto por el populismo de corte clientelar es una constante, no hay disturbios espontáneos, ni alzamientos voluntarios,  pueden ser todos aplastados por la represión del Estado, basta solo con recordar las marchas de 2014 y la masacre de 2017 a unos manifestantes que exigían libertad y condiciones para un referéndum revocatorio, el régimen asumió el coste de la represión y la deformación institucional, la coalición se sentó sobre bayonetas y desde allí despacha, gerencia y agencia el terror, aplica ajustes a las tarifas de la gasolina, no hay servicios públicos, vivimos un doloroso y primitivo proceso de dolarización, la educación es una leyenda inexistente, no hay escuelas ni universidades, el trabajo no se remunera, el salario desapareció como consecuencia de una asignación desordenada de dinero por el trabajo, así el miedo se decantó, se estabilizó y paralizó a la sociedad, aquí en Venezuela  nadie protesta

Nuestros vecinos de la región no están a salvo, son la referencia de que algo distinto al chavismo funciona, son el referente de este desastre general, son la prueba empírica de la funcionalidad de sus sociedades; la diáspora de nuestras capas menos favorecidas hacia sus países indican el nivel de incompatibilidad de esta cosa innominada a la cual llamamos socialismo del siglo XXI, desde luego un régimen promotor del caos y con vínculos delincuenciales no puede permitir disidencia, tiene y debe hundir a la vecindad en las entrañas de la caverna, para que la luz de la verdad no se imponga y el caos sea la razón de ser.

Entonces se promueve el caos así como la entropía, y nos damos cuenta con escalofrío, que la pobreza del espíritu y de la lengua no es un síntoma endémico del quebranto político venezolano, en Colombia piden un cambio, hay un interés oculto más allá de la simple necesidad de derogar una reforma tributaria.  Se le prepara la vía a la izquierda de Petro frente a las elecciones de 2022, la decisión la tiene el hermano pueblo colombiano, vean en nuestro ejemplo cuan destructivo puede resultar el atavismo del populismo, vean en nuestras tensas existencias la impronta de una sociedad lanzada al Hades, decidan si el error de la reforma tributaria, justifica una regresión como la vivida en la ex república de Venezuela, esa brisa bolivariana, es un cataclismo peor que cualquier huracán o guerra, nuestro país es una referencia de pobreza, lanzada a la deriva por los vientos de ese zurrón de brisas desatadas por Chávez y su sucesor. Es necesario aclarar que los regímenes de La Habana y Caracas aplican una  voracidad fiscal sin comparación, misma que se niegan a reportar a organismos multilaterales, pero que constituyen un peso muerto sobre sus ruinosas economías, paralizadas de facto empero nadie se atreve a protestar, la vocación represora de ambas tiranías han sumergido a la población en una hipnosis colectiva.

Aunque el momento temporal de anunciar la reforma tributaria en Colombia no era el apropiado, y los economicismos, sobre todo en el espectro de las políticas públicas tienen límites, constituiría una irresponsabilidad profesional de mi parte, indicar que dicha reforma era incompatible o innecesaria, nada más alejado de la realidad, su anuncio durante la pandemia y la ausencia en la búsqueda de consensos claros tal vez supuso un gran error, pero los efectos de la pandemia global han supuesto la contracción de los ingresos y al aumento concomitante del gasto público, es menester equilibrar el presupuesto y contar paralelamente con el financiamiento a los ciudadanos, al sector productivo e industrial, recortando al máximo el gasto caerían entonces los colombianos en la trampa de promover una contracción fiscal indeseable y se estimularían las fricciones, y aun logrando mayor austeridad no se lograría la estabilidad del presupuesto, la reforma entonces es necesaria a los fines de no incurrir en la praxis de monetizar el déficit fiscal y producir inflación, pues este país goza de la suficiente solidez y solvencia institucional, que le llevan a publicar en el entorno virtual al Banco Central de la República de Colombia, la meta de inflación fijada en 3% con un 99% de confianza, es decir, admitiendo un desvío de +/- 1%, para el cumplimiento de este indicador la meta requiere de un equilibrio presupuestario, en momentos de contracción de los ingresos y expansión de gasto público.

Es necesario aclarar que el ánimo de estas líneas no se orienta a una pretensión injerencista de la evaluación de los mecanismos de conducción de la política pública en materia económica, sino es el resultado de una sentida preocupación, pues el tema de la reforma le proporcionó una excusa a la izquierda radical colombiana, desde luego soliviantada por la hegemonía estabilizada en el relato y la conducta gansteril desde Venezuela, así estas protestas se tornaron en un caldo de cultivo para toda suerte de vandalismos y hechos delictivos, no todos quienes marcharon tenían aviesos planes, muchos fueron ingenuos útiles, pero se prestaron a darle fuerza a un movimiento de abierta destrucción de la infraestructura pública, sembraron temor en los comerciantes y desde luego en los inversionistas y en los capitales, y sumieron a personas que dependían de sus negocios a la miseria luego de que los negocios fueran saqueados e incendiados, vale la pena destacar que estas conductas no se observaron cuando se convocaron las marchas contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) o la marcha contra el secuestro.

La supina irresponsabilidad de la izquierda radical colombiana y sus cómplices foráneos quedó patentizada al promover estas concentraciones durante el aumento de la curva de contagios por la pandemia, imprimiendo mayor presión sobre el sistema de salud, una conducta censurable, quienes marcharon de manera violenta y generaron tropelías vandálicas son los artífices de los convocantes irresponsables, que no fueron capaces de medir el grado de colonización y de instrumentalización que se venía recibiendo desde regímenes cercanos.

La narrativa del odio entre ricos y pobres, hace evidente la contaminación desde afuera que buscaba a toda costa influenciar los atavismos existentes en las simplicidades comunes de todos los países de esta región, la existencia de ricos no es el óbice del problema siempre que estos sean gravados de manera correcta y remuneren con justicia a sus empleados, el problema de la supuesta iniquidad se resuelve.

Para vencer la pobreza se requieren puestos de trabajo de calidad, inversión y estabilidad, el caos es incompatible con la prosperidad al ahuyentar el empleo, los capitales y la inversión. Se propician cuadros de miseria y más pobreza, el ejemplo lo tienen los colombianos en la destrozada Venezuela, el país que desplazó a Haití de la referencia de pobreza continental, sumida en un septenio de horror, con la caída más brutal jamás experimentada por país alguno sin la concurrencia de un conflicto bélico  o un cataclismo.

El cataclismo  venezolano comenzó con una brisita bolivariana, esa que muchos de los colombianos que protestan tanto añoran, ese viento de caos y entropía que lanzó al desplazamiento desordenado a más de 6 millones de connacionales, muchos de los cuales son atendidos por campamentos de la ACNUR en territorio colombiano, los horrores y extremos tensos de nuestras vidas, no vienen narrados por la pluma del realismo mágico de Gabriel García Márquez, nuestro país es ese Macondo apocalíptico, por cierto destruido por un torbellino de vientos e ira, la pregunta salta a los ojos y asalta la razón: ¿Es ese cambio por el cual ustedes protestan? ¿Están dispuestos a abandonar todo lo construido y embarcarse en una odisea desconocida, hacia el caos y la incompatibilidad con la vida? Reza un adagio popular que nadie escarmienta en cabeza ajena y ustedes parecen ser la prueba grupal y viviente de la validez de las advertencias de Camus sobre la estulticia.

El sistema colombiano de apoyo social y de salud SISBEN, un sistema de salud homologado al de Estados Unidos o Canadá, con una robusta base de datos  que ordena a la sociedad por el grado de necesidad económica y ofrece asistencia a la población de manera inteligente y sin las burocracias innecesarias derivadas de la ausencia de información confiable, es un logro de la democracia y del libre mercado.

A Colombia la quieren destruir desde afuera, pues es una referencia real de las bondades del libre mercado, y el régimen vecino de Venezuela y sus amos de la Habana no puede consentir que la verdad coexista con su propensión aviesa a mentir y mutar la veracidad y la narrativa de lo inverosímil, la dialéctica del mal no soporta ser rebatida con un argumento sólido y tangible, como por ejemplo establecer una comparación salarial con Colombia, en donde el salario mínimo más el auxilio al transporte para aquellos que devenguen menos de 2 salarios mínimos es de 267,10 dólares al mes y en Venezuela el último aumento salarial a la fecha de redacción de este artículo es de 3,55 dólares al mes.

Esto sin entrar en los terrenos de la estabilidad monetaria, la inflación en Colombia presenta una  meta para 2021 de 3%  medida por el BCR, en Venezuela la inflación a finales de este año, medida por los organismos internacionales, pues el BCV no asume las funciones de medir el grado de estabilidad aportado por la política monetaria, supera el 5.700%, desde luego la funcionalidad de una sociedad vecina que apueste por el libre mercado debe ser saboteada, para así satisfacer los intereses de la Habana y de Caracas, preparando el terreno electoral para el candidato que resuma la mayor carga de comunismo, en el caso colombiano Gustavo Petro, quien se encargaría de dejar correr los huracanes y borrascas de atavismos y anacronismos socialistas para desarticularlos como nación, y hacerlos tan fallidos como lo es Venezuela.

Finalmente, los venezolanos denunciamos estas mutaciones que sufría la hegemonía que nos había secuestrado, pero se conjuntaron dos factores, o fuimos ignorados tal vez por considerar que estábamos exagerando o sencillamente fuimos víctima de la indolencia, nadie en la región puede dormir en paz, mientras que todo el territorio de un país es teatro de operación del crimen y de las mafias, el caos se desbordará y terminará afectando a todos los vecinos, la entropía es expansiva, colonizadora, una suerte de metástasis social, que impone el caos, el desorden y la existencia brutal y violenta, en donde solo los gánsteres saben moverse.

Espero por el bien de Colombia, que vea esta metamorfosis regresiva experimentada en Venezuela y tenga el tino, la sensatez así como la inteligencia para no dejarse seducir por estos aires bolivarianos, promovidos por demagogos, “locos morales” o “locos sin delirios”, así definidos por la psicóloga Silvana Santoro, estos personajes tienen “anestesia afectiva”, por ende no son empáticos, no tienen autocontrol, son impulsivos, y presentan conductas delictivas pues están por encima de la moral y de las reglas y pueden causar efectos mucho más devastadores que cualquier catástrofe natural, la responsabilidad reside en ustedes hermanos colombianos, si aceptan los aires o la brisita bolivariana serán tremendamente responsables del naufragio de su país.

Como vecinos ustedes han sido espectadores de primera fila del horror venezolano. Ningún sobreviviente del Titanic, pediría luego de estar seco y abrigado en la cubierta del RMS Carpathia, que lo lanzaran de nuevo a las heladas aguas del Atlántico Norte, porque en la nave hundida y partida en dos tozos enormes habría un cambio, algo distinto en los naufragios medra la muerte, la necesidad visceral de huir, en los naufragios se aprecia en mismo rictus que se dibuja en la cara de los desplazados venezolanos, los cambios son progresivos no regresivos y ustedes se están colombianos, están permitiendo que el caos se instale en su país, de instalarse allí jamás lograrán reconstruir lo extraviado, estarán como nosotros sus vecinos, extrañando un pasado que nos es imposible volver a recrear.

¡Que la narrativa vacía del crimen disfrazado de ideología no los colonice!, resistan y rechacen la pobreza del lenguaje y del argumento y reconozcan en la violencia y el caos la incompatibilidad para promover la solución de los problemas sociales. Sea la luz de las virtudes un faro que brille en Colombia, hija predilecta de Bolívar, y que esa luz clara y referencial arranque los matojos asociados a la impronta de Bolívar, sembrados con fines inconfesables para la tiranía y el horror, que este imperio de las virtudes alcance también a la cuna del Libertador y logre establecer los caminos de la decencia y la civilidad, en esta empobrecida y envilecida Venezuela que además ahora exporta desestabilización y horror a toda la región, deseamos como venezolanos retornar a ser un referente de democracia frente al militarismo cuartelero y al socialismo seductor que promueve miseria y tiranía.

“Colombia es la palabra sagrada y la palabra mágica de todos los ciudadanos virtuosos”

Simón Bolívar

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!