La favorita del Oscar llegó a la cartelera nacional. La vimos en pantalla grande durante la semana flexible.

El domingo veremos si se cumple el pronóstico de la temporada de premios, favorable a la tendencia femenina del último año, al ascenso de la realizadora Chloé Zhao.

Nomadland puede ser tranquilamente una road movie de Win Wenders de los ochenta, una Paris Texas con Frances McDormand, una Alicia en las Ciudades de la América vacía de los no lugares, referida por los sociólogos franceses Jean Baudrillard y Marc Augé.

El relato es el mismo con las diferencias correspondientes de la agenda contemporánea, visualizando el devenir de los sin techo de la pesadilla económica.

Es parte del nuevo mundo infeliz descrito por el alemán Ulrich Bech, alrededor de las penurias de las víctimas de la deslocalización, la prolongación del mito del pleno empleo a través de un sistema de precarización de la mano de obra desechada, los eternos desplazados de un modelo en crisis.

El filme busca una redención en la narrativa neorrealista y naturalista de cuerpos agrietados, tal como lo expone la estupenda Sound of Metal, sobre otro material de descarte cultural, cuya existencia revela la soledad y la incomunicación del ciudadano errante del milenio, del hombre huérfano y abandonado a su mala suerte.

Reconocemos en la directora de la película a una depurada seguidora de las investigaciones existenciales del David Lynch de Una historia sencilla y del Gus Van Sant de Gerry, poniendo a la mujer en el centro del foco de una odisea sintomática del malestar en la Norteamérica rural de Trump.

Las periferias marcaron la elección en contraste con las visiones de las ciudades centrales. Será interesante debatir cómo el arte de los creadores de contenidos sale de sus espacios metropolitanos para contar los problemas de la marginación.

La protagonista vive en una casa rodante, en un RV de aquellas comedias populistas de Chevy Chase, pero desde un plano más introspectivo, íntimo o inmersivo.

Los encuadres componen un mosaico western del desarraigo y del hecho común de no sentirse conectado, de no pertenecer a un domicilio fijo, producto de las circunstancias de la inmovilidad y del todos a la calle.

El rostro de la actriz plasma la incertidumbre y la fragilidad de una tercera edad, alejada de las postales buenistas de la Pixar y de los chistes demagógicos del Hollywood escatológico.

El drama es auténtico y cierto en la interpretación de un casting mixto de actores no profesionales, bajo el liderazgo de un par de nominados al premio de la academia.

Las escenas junto a la fogata y el mar refrescan una tradición clásica de panorámicas melancólicas y existencialistas, presentes en el legado de John Ford.

Los llamados viejos y ancianos son usados como carne de cañón de Amazon, embalando paquetes en una línea de producción, precisamente fordiana. Así que somos testigos de un doble fondo metafórico.

En origen sentí leve la crítica al conglomerado de Jeff Bezos, casi una publicidad condescendiente. Luego he ido reflexionando en su integración al discurso frío, sutil y minimalista de la directora.

Es uno de los puntos discutibles, si pensamos en el afán de algunos privilegiados de la meca por posar de perdedores, de pobres, de basuras blancas, de hillbillys, para obtener estatuillas doradas.

La academia y la crítica sacian un morbo evidente, al contemplar la degradación de un famoso, en un papel desesperado.

Así Nomadland garantiza un largo recorrido en la temporada de premios, independiente de sus hallazgos y virtudes conceptuales en dirección, fotografía y guion.

Estimo veraz y oportuno el alegato de la autora, sobre todo cuando rueda como un trabajo de cine directo y de observación de secundarios varados en la ruta.

Si cambiamos el background, Nomadland puede transcurrir en la Patagonia de Carlos Sorín o en la Europa de los hermanos Kaurismaki.

Debe ser que el planeta se ha unificado en una franja industrial, como de tercer mundo.

Sin embargo, fuera del tema político, aprecié la comunión metafísica y ecológica que propone la pieza, en un panteísmo de la vida simple que supone una alternativa.

 


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